El primer verso de “Receta de mujer” del poeta brasileño Vinicius de Moraes, dice:
“Que me perdonen las feas, pero la belleza es fundamental”.
Por supuesto, este verso no le cae a Margarita Rosa de Francisco, la actriz colombiana que acaba de ganar el Premio Víctor Nieto a toda una vida, otorgado por el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias -FICCI-.
Desde joven, Margarita deslumbró por su belleza sinigual que era modelada por la brisa fresca de los Farallones de Cali.
Traía en sus venas, el legado de su padre, don Gerardo de Francisco, que en los años ochenta, tocaba en las noches, en El zaguán del Viejo Conde, y de su madre, Mercedes Baquero, diseñadora de modas.
En los años ochenta, Margarita comenzó a trabajar en películas y telenovelas, que se producían en Bogotá. En esta década, trabajó en la telenovela dirigida por Julio César Luna, Gallito Ramírez, de donde heredó el apodo de “La Niña Mencha”.
Allí conoció a Carlos Vives, un joven samario que comenzaba a despuntar como actor y cantante de música vallenata.
Luego vino la producción Café con aroma de mujer, escrita por Fernando Gaitán y dirigida por Pepe Sánchez. Con esta producción, la Niña Mencha obtuvo un reconocimiento como actriz y cantante, en el país y el mundo iberoamericano.
La telenovela ha sido un género que ha contado con una buena recepción en España y América latina, a pesar de que algunos intelectuales la vean como un género cursi, kitsch. Para el catedrático español Martín Barbero, la telenovela hace parte de la cultura popular latinoamericana.
Hace dos años, la actriz colombiana había obtenido el Premio en el Festival de cine de Venecia, a la mejor actriz, por su participación en la película El paraíso, dirigida por el italiano, Enrico María Artale.
Desde su juventud, la Niña Mencha ha sido una mujer iconoclasta, que no se queda callada ante las injusticias del país y del mundo.
A través de sus columnas publicadas en la revista Cromos, y en los periódicos El Tiempo y El Espectador, Margarita ha levantado su voz de protesta contra la violencia a la mujer, el derecho a que ellas decidan sobre su cuerpo, y la injusticia social.
Cuando el candidato del Cambio, Gustavo Petro, llegó a la presidencia de la República, la artista no vaciló en apoyarlo.
Enseguida, sus declaraciones en las redes sociales cayeron como una saeta en la derecha colombiana, que como el Gatopardo, quiere que “todo cambie para que nada cambie”.
Si la cantante Shakira tiene su escultura en el malecón de Barranquilla, ¿por qué no pensar que la Niña Mencha, en Cali, su ciudad natal, tenga una hermosa obra de arte?