Disquisiciones

Navidad

En diciembre irradia amor familiar y el significado de amistad. Mes de alegría y reconciliación en los corazones, donde el tiempo compartido es fuente de bienestar alrededor de Jesús, como palabra de luz, fuente y vida que lleva a entender la existencia divina. La Navidad busca ilusiones, conquista sueños, viaja con mágicas palabras y soplos de inspiración, al igual que mantiene en el recuerdo a quienes dejan verdadera huella:  

Algunos, entre copos de nieve y se abrigan en el corazón familiar cargado de sonrisas. Otros, con sus pupilas frente al mar, arrullados por el cantar de las olas, rayos que acarician la piel, y viven la alegría. Aquellos, entre parajes de montañas verdes vestidas con trenzas sembradas de esperanzas y trinos melodiosos. Unos, que entonan villancicos en ciudades, recorridos entre luces, carreras por conseguir el regalo que falta y el anhelo de llegar pronto a casa para celebrar. Ellos, en un poblado especial entre médanos con pequeñas colinas de bosques, alejados del mundanal ruido, donde las carreras llevan el nombre de árboles y flores, y las calles el de aves, las plazoletas con nombres verdes o de especies exóticas de la ornitología, espacios bordeados de flores coloridas y singulares adornos de luces navideñas por todo el lugar, caminatas entre risas que buscan la casa 4 de albaca por canarios, la tienda 2 en yerbabuena por colibrí, la librería en 9 de las trinitarias por gaviota, el supermercado 2 en la calle del jilguero entre manzanilla y nogal, la farmacia 1 en la calle del gorrión entre romero y eucaliptus. La estación obligada de la fuente de las luces en la plaza de los faisanes, hasta llegar al destino en el chalet 7 sobre la calle del alcaraván entre cidrón y toronjil.          

Nosotros, con la ilusión en el horizonte donde la aurora nace con el olor a mastranto, y al abrirse el telón del nuevo día, las aves en bandada interpretan su concierto por el azul sobre esteros lavados por el sol, hasta que los rayos en el crepúsculo se diluyen en la pampa y forman una gota de sangre entre líneas de vida con tambores de cascos, tonadas y parrandos.

Diciembre para contemplar miradas que atrapan y brindan calma en los días grises de paraguas por las tormentas, como la sorpresa triste del pajarraco que posó en el hombro familiar de los amigos para llevarlos por la ruta inadvertida de luces celestiales. En todos, una suma de momentos con rostros que alimentan afectos, parpadeos de cariño, saludos de fe y esperanza de un mañana mejor. Navidad, una época maravillosa para cerrar puertas de locuras, a menos que sean aquellas que vale la pena repetir porque tienen los colores mágicos y llevan la sinfonía del amor.

 Que el reencuentro familiar se viva plenamente en cada hogar, y quede guardado en las mejores páginas del libro de la vida. Para los lectores de “El Diario de Madrid” feliz y bendecida Navidad…