La mirada del centinela

Meteoritos

El presidente de Argentina, Javier Milei, ha impactado en España como un meteorito. Si clasificáramos a los políticos, el mandatario porteño podría encuadrarse en la categoría de político meteorito. También Pedro Sánchez es un político meteorito. La salvedad es que no son cuerpos celestes, si no terrestres. Son fragmentos de populismo, exhalaciones que siempre vuelan al extremo de la realidad. 

Tanto uno como otro orbitan en la constelación de la discordia; se ufanan de estar en el lado correcto de la política; apostolan en favor de unos ideales que solo a ellos interesan; apostrofan a quienes opinan de manera distinta; predican doctrinas de rencor y, en el caso de Sánchez, mienten por principio. El político meteorito es muy dañino. El brillo aparente que les acompaña donde van, es solo atrezo, ni siquiera esa luz les iguala con los meteoritos genuinos, como el que ha sobrevolado la península ibérica el pasado fin de semana. 

A decir verdad, los expertos aseguran que no se trata de un meteorito, sino de un bólido de fuego. También en esa definición Sánchez tiene un paralelismo. El Falcon es su bólido particular, su juguete favorito. Con él, sobrevuela nuestras cabezas y su sistema nervioso experimenta una corriente eléctrica que le hace bullir en su asiento. Se sabe superior, lo es, es un fragmento de una política errabunda que impacta una y otra vez contra el sentido común. En el interior de esa carcasa acerada con alas, el presidente se convierte en un bólido de fuego, de fuego fatuo que acaba deshecho en pedazos. Así acabará Sánchez, deshecho en miles de fragmentos, miles de mentiras que han empobrecido la vida política española desde que apareció en escena el acuñador del sanchismo. 

Cuando dos políticos meteorito chocan, nada bueno queda en la atmósfera. Tan solo esquirlas de vanidad y polvo de inquina. Queda un tufo acre, una moralina que solo engaña a los fanáticos; un sabor áspero que, a la fuerza, nos obligan a probar. Y quedan residuos a modo de otros aerolitos, los voceros de turno, los ministros que siguen el haz de luz del líder. Como Albares, que abre una crisis diplomática llamando a consultas a la embajadora española en Argentina. Por supuesto, no han desaprovechado dicha crisis para endosar al PP una nueva culpabilidad en un hecho que no le atañe. Dice Albares que no tiene el apoyo de los Populares. Y qué pretende, acaso reclama comprensión, cuando hicieron campaña en contra de Milei y el ministro Puente le tilda de drogadicto. Siempre desviando la atención, echando el cadáver en la parcela del vecino. 

Lo que queda patente es que los políticos meteorito son una lacra que se expande por todo el orbe, que las urnas no saben filtrar, que estamos abocados a una clase política deficiente, acomodada a su bonanza y enemiga de la cordura, esa virtud que se agota cada vez que uno de estos meteoritos impactan en las sociedades modernas. Por desgracia, en el universo político actual, sobran meteoritos y faltan estrellas.

Más en Opinión