El Palazzo Pesaro degli Orfei deVenecia guarda la memoria de Mariano Fortuny y Madrazo (Granada,1871-Venecia,1949), hijo del pintor ochocentista Mariano Fortuny y de Cecilia Madrazo. Y su huella queda plasmada en toda su grandeza a través de las colecciones de pinturas, diseños de tejidos, fotografías, lámparas, bocetos de estampación, escenografías, moda, objetos personales y biblioteca particular, que le acompañaron en su larga y multidisciplinar aventura creativa y que tuvo como escenario el palazzo veneciano.
Recreado por el escritor Pere Gimferrer en su obra “Fortuny”, Premio Raimon Llull de Novela en 1983, Mariano Fortuny Madrazo fue un artista total, aunque en parte olvidado. Marcel Proust en su novela “À la recherche du temps perdu” manifestó su devoción por el autor dejando en varios episodios detalles y referencias: “El vestido de Fortuny que Albertine llevaba aquella noche me parecía como la sombra tentadora de aquella invisible Venecia”. Pero antes de asentarse definitivamente en la ciudad de los canales, con su madre y su hermana María Luisa, al artista huérfano de padre a temprana edad, ya le acompañaban los recuerdos de otras ciudades de parecida magia: Granada, Roma y París, aunque nada comparable con el impacto que le produce aquella Venecia decadente que le atrapará para siempre y descrita por Joyce, Mann, Rilke… guardiana de obras de Bellini, Carpaccio,Veronés y Tiépolo.

Pesaro degli Orfei es en el tiempo que Fortuny lo habita, el punto de encuentro de intelectuales europeos y en ese ámbito dará salida a sus inquietudes, a sus refinados gustos. El interés por la música de Wagner que comparte, entre otros, con el escenógrafo suizo Adolphe Appia, le lleva al mundo del teatro, de la escenografía de vanguardia y a participar en la renovación de los decorados donde entran en juego modernos inventos como la luz eléctrica que ofrecerá a Fortuny un mejor control para iluminar creaciones en ese terreno. Los estudios que lleva a cabo en ese aspecto propician la creación de la llamada Cúpula Fortuny que colocada al fondo del escenario lo llega a cubrir totalmente.
Si bien estos descubrimientos ponen de manifiesto su exquisito ingenio, el mundo de la indumentaria, de los tejidos, es uno de los principales ejes sobre los que transcurre su producción. En 1906, crea con su mujer Adèle- Henriette Negrin diseñadora textil, una original técnica de impresión aplicada a las telas de terciopelo y seda, con estampados de motivos arabescos, bizantinos y del Renacimiento veneciano, destinadas a vestidos y en lo que a ellos respecta hay que situarlos fuera del contexto de la moda.

En el proceso de elaboración de esas piezas entran en juego, no solo la condición de pintor de raza de honda formación y conocimiento directo de la estatuaria clásica griega y renacentista sino también, la especial forma de entender el hecho artístico. En este sentido, la túnica Knossos es sencillamente en su origen un trozo cuadrangular de tela que se mimetiza con el cuerpo; adornada con formas geométricas y vegetales, se inspira en las vestimentas minoicas; la túnica Delphos, monocroma, plisada sobre seda, una especie de quitón de la antigua Grecia, recuerda a las que llevaban las Korai preclásicas y la Auriga de Delphos, se convertirá en una de las piezas más reconocidas. Otras fuentes que le inspiran proceden de Oriente, de la vestimenta japonesa y copta que Fortuny y Henriette trasladan a chaquetas, túnicas o capas, de terciopelo y seda.
En la actualidad el Palacio Fortuny, inaugurado como museo en 1975 mantiene su condición de atelier y el dialogo directo con la contemporaneidad a través de sus interesantes actividades y exposiciones. Después de sufrir importantes daños a causa de las inundaciones que afectaron a la ciudad en 2019 fue rehabilitado abriendo de nuevo sus puertas en 2022. El escenógrafo Pier Luigi Pizzi se hizo cargo del nuevo proyecto museográfico y de ambientación de los espacios que fueron ampliados respetando, en todo momento el sentido original.
