Prisma Internacional

La verdadera guerra

El zarpazo asesino del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás atacó a Israel, causando 1219 víctimas civiles mortales y apresando 251 rehenes, no fue la continuación de una guerra  entre el Estado de Israel y Hamás, sino entre Occidente y el islamismo radical, que nunca ha ocultado que sus objetivos finales son echar a los judío al mar -literalmente- y destruir nuestra civilización a través de una invasión programada, planificada y tolerada por los bobalicones gobiernos europeos, entre los que se encuentra, por méritos propios, el nuestro.

El 11 de septiembre de 2001, cuando un ataque islamista atacó y derribó las Torres Gemelas, dejando en el camino más de 3.000 muertes, fue quizá el primer episodio de esta guerra que combina todas las formas de lucha, desde el vil terrorismo indiscriminado, la difusión del Islam radical impunemente en nuestros países y la conversión forzada de todos los impíos con el consentimiento de nuestra estúpida izquierda, los tontos útiles que hubiera dicho Lenin en esta cruzada para destruir nuestros valores y nuestra cultura milenaria. 

En esa ciudad de Nueva York humillada, mancillada y ensangrentada por los islamistas vivía una periodista italiana que era consciente de la gravedad de la situación y que denunció con voz firme y verbo certero lo que estaba ocurriendo en esos momentos en el mundo. Se trataba de Oriana Fallaci, que nos dejó palabras tan sabías como las que reproduzco a continuación:”“Intimidados como están por el miedo de ir a contracorriente o parecer racistas (palabra inapropiada porque como resultará claro el discurso no es sobre una raza, es sobre una religión), no entienden o no quieren entender que aquí está ocurriendo una Cruzada al Revés. Acostumbrados como están al doble juego, cegados como están por la miopía, no entienden o no quieren entender que nos han declarado una guerra de religión. Promovida y fomentada por una facción de aquella religión, puede ser, (¿puede ser?), pero de religión. Una guerra que ellos llaman Yihad: Guerra Santa”. Y en esa Guerra Santa, claro está, uno de los objetivos a batir es Israel.

El nuevo antisionismo es el viejo antisemitismo 

El nuevo antisionismo, es decir el odio contra Israel, es el viejo antisemitismo de siempre y se enmarca en la misma guerra del islamismo radical contra Occidente. Israel es el único país verdaderamente democrático de Oriente Medio, que comparte los mismos valores que la Europa libre y los Estados Unidos, y si atacan a los judíos, como hacen ahora los islamistas, es porque, de paso, asestan un golpe a los occidentales y, por ende, al Estado hebreo. Nos odian porque somos libres y no compartimos sus cerriles doctrinas y pensamientos, por eso realmente nos matan, como explicaba con claridad Fallaci hace ya un cuarto de siglo: “Se creen verdaderamente autorizados a matarlos a ustedes y a sus hijos porque beben vino o cerveza, porque no llevan barba larga o el chador o el burka, porque van al teatro y al cine, porque escuchan a Mozart y cantan una cancioncilla, porque bailan en las discotecas o en sus casas, porque ven la televisión, porque llevan minifalda o pantalones cortos…”

Ahora, este atentado en Australia, justamente cuando cuando se celebraba la fiesta de Janucá o Fiesta de las Luces en una playa, dejando decenas de heridos y doce muertos, es un nuevo aldabonazo sobre nuestras conciencias y revela, dejando a un lado la manida retórica progre sobre Gaza, que el conflicto no tiene nada que ver con lo que sucede entre Israel y los palestinos, sino que tiene una dimensión global  que va mucho más allá de lo que acontece en ese territorio. Solamente la ceguera política de algunos, el oportunismo de muchos, y el silencio cómplice de una izquierda anclada en unos valores que no movilizan ni generan confianza en su escaso electorado, nos han llevado este estado de cosas en Occidente, dejando a un lado muchas veces a nuestros verdaderos amigos y aliados, como Israel.

Estamos en guerra, sí, señores, tal como nos adelantaba Fallaci hace años:”Una guerra que puede ser (¿puede ser?) que no aspire a conquistar nuestro territorio, pero mira a la conquista de nuestras almas. A la desaparición de nuestra libertad, de nuestra sociedad, de nuestra civilización. Es decir, al aniquilamiento de nuestra manera de vivir o de morir, de nuestra manera de rezar o no rezar, de pensar o no pensar”. El mismo presidente norteamericano, Donald Trump, ha alertado que Europa va "por muy mal camino” y advirtió que, en riesgo de su propia desaparición, las naciones europeas se enfrentan a un "borrado civilizatorio" debido a la migración y propuso "cultivar la resistencia a la trayectoria actual de Europa dentro de las naciones europeas”. Frente a estas advertencias, la respuesta de nuestros líderes fue la arrogancia europea y la exhibición de un absoluto desprecio ante este llamamiento a la necesaria cordura en estos tiempos turbulentos. 

Termino estas reflexiones con una cita del general norteamericano Douglas MacArthur que  afirmaba con seguridad que "la historia de los fracasos en la guerra puede resumirse en dos palabras: demasiado tarde. Demasiado tarde en la comprensión del letal propósito del enemigo; demasiado tarde en tener conciencia del mortal peligro; demasiado tarde en lo tocante a la preparación; demasiado tarde en la unión de todas las fuerzas posibles para resistir; demasiado tarde en ponernos al lado de nuestros amigos.” ¿Será demasiado tarde para vencer al terrorismo islamista? ¿Estamos realmente preparados para hacer frente a esa amenaza que golpea ya en todos los continentes? ¿Hay una verdadera estrategia occidental para luchar contra este auténtico flagelo que nos amenaza a nivel global?