El pasado 27 de abril se cumplieron 50 años de la celebración en Barcelona del último Gran Premio de España de Fórmula 1 disputado en el trazado de Montjuïc (o Montjuich, como se decía en su época), efeméride que ha sido celebrada por un grupo de 38 entusiastas que se reunieron allí para reivindicar, con toda la razón del mundo, el merecido reconocimiento que corresponde a tan mítico circuito, cuya historia vamos a recordar aquí.
Los viales de la montaña de Montjuïc fueron trazados con ocasión de la celebración en Barcelona de la exposición universal de 1929, para comunicar los pabellones de la parte baja con la zona alta del estadio y el entorno del castillo. Eran los tiempos en que la sierra de Collserola, que abriga a la ciudad por su otro extremo, acogía la carrera de coches más importante de Cataluña, la Subida a la Rabassada, puntuable en 1931 para el campeonato de Europa.
El vencedor de la prueba fue el famoso as alemán Rudolf Caracciola, toda una celebridad entonces, que durante su estancia en la capital fue llevado a Montjuïc para que conociera la sede de la exposición, el orgullo de sus habitantes en aquél momento. Tras recorrer la zona, sugirió a sus acompañantes que esas calles eran perfectas para trazar allí un circuito de carreras, que con muy pocas obras permitirían tener una instalación puntera. Como así fue.
Ya en 1932 el circuito acogió una carrera de motos, dando inicio a una larga historia en la que se disputaron nada menos que 155 carreras de coches y 197 de motos, siempre sobre el mismo recorrido de 3.790 metros de longitud, que subía en sentido contrario a las agujas del reloj desde la llamada Recta de las Fuentes, al lado de la Plaza España, hasta el paseo del Estadio Olímpico, coronando allí para iniciar un vertiginoso descenso a través de los jardines del parque, jalonado con fuertes frenadas. Un recorrido sumamente exigente y muy técnico.
Montjuïc no fue un circuito cualquiera, sino que albergó nada menos que 17 grandes premios del campeonato del mundo de motociclismo entre 1951 y 1976, 4 grandes premios de Fórmula 1 entre 1969 y 1975, otros 5 de Fórmula 2 y diversas carreras de resistencia tanto de coches (en formatos de 6 horas, 12 horas, 1000 kilómetros o 400 kilómetros), como de motos, con la demoledora prueba de las 24 horas como las más importante, disputada desde 1955 ininterrumpidamente durante 32 años.
El piloto más laureado en Montjuïc fue Benjamín Grau, que obtuvo 9 victorias entre 1967 y 1986, seguido del aragonés Fernando Aranda, quien a pesar de ver interrumpida su trayectoria deportiva por la guerra civil, pudo triunfar en 7 ocasiones en la montaña mágica. Por su parte, el alemán Hans Georg Anscheidt ganó 5 carreras entre 1962 y 1968, todas ellas en grandes premios puntuables para el campeonato del mundo.
Entre los grandes nombres de la Fórmula 1, Jackie Stewart logró la victoria en 1969 y 1971, mientras que Fittipaldi se la llevó en 1973, pasando a ser el protagonista de la última edición de 1975, la que supuso el principio del fin del circuito. En ese tiempo las velocidades de los coches ya eran muy superiores a los estándares de seguridad vigentes, y el brasileño encabezó el plante para correr el gran premio. Ya en 1969 dos graves accidentes de los Lotus de Graham Hill y Jochen Rindt alertaron del peligro existente, aunque la causa vino más bien motivada por la configuración de los coches, con unos desmesurados alerones que inmediatamente fueron prohibidos por su dudosa eficacia y notoria fragilidad.
En 1975 el problema estaba focalizado en los guardarraíles y la ausencia de escapatorias, algo imposible de corregir al correrse por calles en medio de un parque. Aunque la organización reforzó a marchas forzadas todo el perímetro de seguridad, los pilotos no querían participar, y solo las presiones federativas los doblegaron. Fittipaldi salió a pista a entrenar rodando a baja velocidad para no clasificarse para la carrera, como así fue, abandonando Barcelona esa misma tarde.
La carrera resultó bastante accidentada, hasta que surgió el desastre. En la recta del estadio olímpico, donde los coches circulaban a más de 250 km/h y volaban en el rasante que la coronaba, el Embassy Hill de Rolf Stommelen perdió el alerón trasero y se precipitó sobre un puesto de control, donde también había periodistas y algún espectador. El resultado fue aterrador, con 4 fallecidos y 10 heridos graves, las primeras víctimas mortales en una carrera de coches en sus 43 años de historia. Esa misma tarde, el presidente del Real Automóvil Club de Cataluña anunció el cierre del circuito para los automóviles de competición, quedando para los anales el alemán Jochen Mass como su último ganador. Por esos giros del destino, Mass falleció el pasado 4 de mayo, justo cuando ha vuelto a ser noticia el escenario en el que obtuvo su única victoria en Fórmula 1.
Las motos siguieron más tiempo que los coches, aunque 1976 fue la última ocasión que el mundial de motociclismo visitó la ciudad. Solo las 24 horas persistieron, hasta que en 1986 un accidente en carrera causó el fallecimiento de un participante (la octava víctima mortal acaecida en carreras de motos), razón más que suficiente para que en Montjuïc ya no se volvieran a celebrar competiciones. Su tiempo había pasado claramente.
A pesar de que el trazado del circuito se ha mantenido inalterado todo este tiempo -solo una glorieta en la zona de subida lo ha modificado-, incomprensiblemente no existe ningún signo conmemorativo de las fantásticas carreras que allí se vivieron, de las curvas más recordadas por los espectadores, o de las gestas de tantos y tantos pilotos.
Entre los participantes más ilustres que tuvo figura Salvador Cañellas, quien consiguió ganar en varias ocasiones tanto conduciendo coches como pilotando motos, y que encabezó la reivindicación del 27 de abril para que se acabe con el lamentable olvido institucional y se ponga en valor cultural una instalación con tanta historia. Y es que no existe ningún lugar que haya acogido indistintamente acontecimientos de tanta magnitud como son las carreras del mundial de motos, de Fórmula 1, los Juegos Olímpicos y hasta en dos ocasiones (1973 con triunfo de Felice Gimondi y 1984 de Claude Criquelion) el campeonato del mundo de ciclismo.
Hoy día los pilotos españoles dominan el mundial de motociclismo y son figuras muy conocidas incluso para el gran público que no sigue las carreras, pero casi nadie recuerda que tan brillante trayectoria precisamente comenzó en Montuïc el 5 de mayo de 1968, cuando la Bultaco de Cañellas obtuvo la primera victoria española en el campeonato, dentro de la categoría de 125 c.c.
Por hechos como este, el circuito de Montjuïc debería albergar algún tipo de manifestación histórica del motor, dejando de ser simplemente un conjunto de calles que recorren melancólicos aficionados. En mi caso, lo he visitado en todas y cada una de las veces que estado en Barcelona, y me consta que somos muchos los que echamos en falta un museo, un centro documental o un itinerario señalizado. No puede ser que nos tengamos que conformar con dar paseos por el parque y luego leer y releer las 1.195 páginas de los dos monumentales libros que el gran periodista Javier del Arco de Izco dedicó al circuito.
Al parecer, se está planteando una reforma integral de toda la urbanización de la montaña para conmemorar el centenario de la exposición universal, ocasión ideal para que el circuito deje de ser solo un bonito recuerdo de un pasado irrepetible. Cuando menos, debería preservarse su trazado original en la medida de lo posible y señalizarlo convenientemente. Los aficionados tenemos ahora la ocasión de unirnos al manifiesto surgido de la reunión del pasado 27 de abril, es tan fácil como descargarlo en www.jas.es y enviarlo a retro@jas.es. Hagámoslo hoy mismo, mañana igual es tarde.