¿De verdad sigue siendo necesario un 11 de octubre? Es el día en que recordamos que en pleno s. XXI, ser niña es un hándicap en lo relativo a su libertad, a su bienestar físico, a su salud mental y también a su derecho a recibir educación.
Más de 130 millones de niñas en el mundo no tienen acceso a la educación, el instrumento más potente para acabar con los retos y desigualdades que enfrentan las niñas. Y, aunque los datos de Naciones Unidas revelan que cada vez hay más niñas escolarizadas, quedan demasiados límites comunes a todos los países, con independencia de su situación geográfica y nivel de desarrollo.
Y, ¿a qué se deben? Primero, a los estereotipos y sesgos que aún hoy persisten y son aceptados socialmente. Las niñas no aspiran a lo que no conocen, ni a lo que creen que “no es de mujeres”. Ya sea por desconocimiento o directamente porque se lo dicen en casa: esto no es para ti. Si a ello sumamos la pérdida de confianza en sí mismas que experimentan al llegar a la adolescencia, es el cóctel perfecto para impedirles alcanzar todo su potencial, lo que en el futuro se traducirá en menos oportunidades profesionales.
Y estos estereotipos no solo las afectan a ellas. En la era de la IA es preciso mencionar la prevalencia de esos sesgos y estereotipos en los datos que la alimentan. Ya en un estudio de 2020* sobre sesgos de género ocultos en los macrodatos, se manifestaba: “Cuando los datos son complejos y masivos, como es el caso de los big data, el problema de los sesgos es más profundo: esos sesgos no aparecen meramente en la superficie de los datos, sino en la estructura profunda de los mismos, es decir, en las relaciones implícitas que mantienen”. Es decir, el análisis de big data se convierte en conocimiento sobre la sociedad, pero si esos datos están sesgados, el sesgo se transmite al análisis y a nuestro conocimiento.
¿Cómo eliminar estos sesgos? Quizás ayudara un mayor número de mujeres trabajando en este sector. Para ello es necesario ampliar las vocaciones científicas y tecnológicas entre las chicas, cambiando, entre otras cosas, la forma de comunicación de estas disciplinas desde los libros de texto del colegio. Que las niñas vean como estas profesiones STEM sirven para mejorar la vida de la gente, con ejemplos claros de aplicación a la vida real. Como por ejemplo los exoesqueletos de la ingeniera industrial especializada en robótica Elena García Armada para movilizar a niños con niños con patologías neuromusculares y parálisis cerebral.
Las niñas suponen un capital de talento inmenso, y solo es preciso abonar el terreno para que puedan desarrollar todo su potencial. Y eso es labor de todos: padres y madres, profesores, autoridades y sociedad en general. Y no está mal que un día al año lo recordemos, pues, en definitiva, aprovechar esta increíble cantera de talento es beneficioso para todos.