Tras los bastidores

Inconstitucional e inconcebible

El 28 de marzo, una noticia sacudió a Italia y al mundo, y en especial, a los descendientes de italianos en el exterior, quienes tendrían por derecho la eventual adquisición de la ciudadanía italiana. Todo empezó, en el momento en que el mismo gobierno italiano, por medio del Ministerio de asuntos exteriores, creó un sitio web “Prenotami” que a nivel mundial debía ser usado para agendar citas. Cosa que no es en realidad tarea fácil, pues a veces funciona y a veces no, además permitió que se crearan “carteles” o “mafias” de tramitadores, los cuales se nutrían hasta antes de este decreto-ley, con las elevadas cuotas que solicitaban por tramitar una cita con la embajada por persona que estuviere tramitando su nacionalidad italiana por derecho de sangre, en la mayoría de los casos. El “ius sanguinis”, que se refiere a ese derecho de obtención, de merecimiento y reconocimiento de la nacionalidad de los padres, abuelos y hasta bisabuelos y tatarabuelos. Este término está en latín y además es un principio jurídico del Derecho Romano.

El ministerio de relaciones exteriores italiano “Farnesina”, como mejor se le conoce, pues lleva el nombre del lugar donde se encuentra, es decir, en el Palazzo della Farnesina, de seguro está colapsado con los cientos de miles de solicitudes de ciudadanía a nivel global de los consulados y “comunes” italianos, no por ello, por esa temible burocracia, lenta y vaga, se debería atentar contra la constitución, dejando a millones de personas afuera, de lo que es un derecho de sangre, y algo que ha estado allí, en el imaginario popular; como un lugar común, incluso; y como algo que hace parte inerte del Estado italiano.

Giorgia Meloni, protegida del ya desaparecido y muy controvertido Silvio Berlusconi, además, muy cercano del temible dictador y genocida Vladimir Putin, y también en su momento, del gran patrocinador del terrorismo global y del yugo de su pueblo, el libio, me refiero a Muamar el Gadafi. Ni en las fiestas de Berlusconi en el salón de su villa, conocidas como “bunga bunga”, se hubiera podido formular una idea tan inconcebible, como la de borrar los apellidos de los millones de italianos, en especial de la Italia meridional, y más allá, del Mezzogiorno o Mediodía italiano, donde las condiciones eran precarias. Estos llegaron en demasía a Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina, Uruguay, México y Colombia, etc., solo por nombrar quienes llegaron a las Américas.

En la historia, bastantes miles de italianos migraron a lo que hoy sería Estambul, pero también a Esmirna. Estos migrantes, los “italianos levantinos”, provenían de genoveses, venecianos, toscanos y meridionales, que migraron durante la Edad Media al Líbano e Israel, refugiándose en esas costas vecinas, del Mediterráneo oriental. La Torre de Gálata en Estambul, construida en 1348 por la República de Génova, es el símbolo del Levante italiano.

También llegaron a Crimea, de lo que se considera los “italianos de Crimea”, que al igual que sus primos “los italianos de Odesa”, ambas en la actual Ucrania, conformaron colonias italianas allí. Al igual están los “italianos libaneses”; los “italianos corfiotas” y los de Gibraltar, entre otros.

Este decreto-ley de la presidenta Meloni, es inconstitucional e inconcebible para Italia, los italianos y sus descendientes por sangre en el exterior. Se espera que sea rechazado por los demás poderes.