Al inspector Alipio Morgades le encanta la literatura de urinario y los escritores de prospectos farmacéuticos. No, no es broma. Cada vez que entra en una letrina, como a él le gusta llamar a los cuartos de baño, saca la libreta y toma nota de las pintadas lapidarias en la puerta. Evita los tópicos escatológicos sin chispa.
Hace una temporada, regresando de viaje, paró en una gasolinera de la N-VI, a la altura de la provincia de Valladolid o así. Después de llenar el depósito de extra 91, entró decidido en el WC, se bajó la cremallera para disimular, tiró de bolígrafo y clavó la mirada en busca de talento de urinario. Hubo suerte.
Descollaban dos mensajes sobre los demás. Eran agudos. Los apuntó con cuidado, en cursiva, como manda la RAE. El primero, aparentemente trivial, rezaba, “Hago de todo; llámame” ¿“Hago de todo; llámame” con un punto y coma? ¿Pero quién coño pone a estas alturas de la película un punto y coma en una oración de alivio pélvico? Eso sólo puede ser de un bachillerato antiguo. O sea, ¿de un abuelo? ¡Dios Santo!
La otra frase le llegó a Alipio Morgades al alma, como un fogonazo intercostal: “Palizas a la carta. Precio a convenir. Policía fuera de servicio”. ¡¿Eh?! El inspector experimentó en ese momento un cierto cargo de conciencia. Acaso una ráfaga pasajera de dos o tres segundos, no más… pero suficiente; “¿Y si llamo al teléfono y pido presupuesto de colega para un trabajito fino en el Ministerio?”, pensó con un punto de mala leche y rubor mientras se subía la cremallera y rebuscaba las llaves del Golf.
“La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella”, le dije como pulla cizañera, tiempo después, el día que Alipio me invitó de buena gana a una Mahou Cinco Estrellas y me contó sarcástico su correría en la gasolinera de la N-VI, sentados al final de la barra, justo al lado de los lavabos del Tony´s bar, enfrente de la comisaría.
Detrás de una birra siempre hay una verdad emboscada. ¿O no?