La receta

Entre fórmulas y secretos: la figura de la farmacéutica en la narrativa.

Raúl Guerra, fue un farmacéutico que su vida estuvo marcada por la coherencia entre palabra y acción, miembro fundador del Foro Ermua y víctima de la violencia de la ‘kale borroka’, que incluso destruyó su farmacia en 2000. Su obra ‘Lectura insólita de El Capital’ le valió el Premio Nadal en 1976, y por ‘Tantos inocentes’ ganó el Premio Rodolfo Walsh de Gijón, y recibió también el Premio Planeta. Llegamos a ser grandes amigos, el como presidente de la Asociación de Farmacéuticos de Letras y Artes (AEFLA), y yo como secretario. En nuestra tarea de mantener viva la asociación, tuvimos ocasión de hablar de mil cosas, pero quiero traer hoy aquí una de ellas: la farmacéutica en la literatura, sobre la que llegamos a coleccionar hasta tres importantes referencias. El me facilitó dos de ellas, y yo pude encontrar una más, quizá la más literaria que se debe a Jean de Giradoux.

La figura de la farmacéutica en la literatura es reflejo de la función que, desde tiempos remotos, desempeñan los servidores del arte de Galeno en el corazón de pueblos y ciudades. La botica, ese espacio donde ciencia y tradición se dan la mano, ha sido durante siglos un lugar de respeto y de misterio; y la mujer que la regenta, desde que pudo acceder a la licenciatura a principios del siglo XX una presencia que inspira tanto confianza como curiosidad.

Ahora las farmacéuticas son una amplia mayoría, por ello no sorprende que la literatura haya encontrado en ellas un personaje cargado de simbolismo: guardianas de secretos, conocedoras de los males del cuerpo y a menudo del alma, mediadoras entre la enfermedad y la esperanza. Y hablando de farmacéuticas, me produce un rechazo visceral leer titulares que dicen: ‘las farmacéuticas a favor…las farmacéuticas en contra...las farmacéuticas quieren…, todo ello referido a las empresas farmacéuticas. Para mí las farmacéuticas son personas, no compañías farmacéuticas, en infame versión de expresiones anglosajonas.

Y, volviendo a la figura de las farmacéuticas en la narrativa, uno de los retratos más delicados lo hallamos en ‘La pharmacienne’ (La farmacéutica) de Jean Giraudoux. En esta obra, el escritor francés traza el perfil de una mujer discreta y observadora, que desde su mostrador contempla el devenir de la comunidad. La botica se convierte aquí en un microcosmos donde se cruzan las pasiones, las penas y las confidencias de un pueblo que confía en su farmacéutica tanto como en el médico o el párroco. Giraudoux la dibuja con lirismo: prudente, sabia, y con esa mezcla de ciencia y humanidad que caracteriza a quien ejerce el oficio con vocación.

Sin embargo, no todas las aproximaciones literarias a la farmacéutica han sido tan idealizadas. En el terreno de la novela contemporánea destaca un título de la literatura alemana, “Die Apothekerin” (La farmacéutica) de Ingrid Noll. Publicada en 1994, esta novela mezcla el género policiaco con elementos de erotismo y humor negro. Su protagonista es una joven farmacéutica cuya aparente inocencia esconde un carácter ambiguo, enredado en pasiones y crímenes. Aquí, la botica deja de ser un simple refugio de ciencia y virtud para convertirse en escenario de intrigas, donde las fórmulas magistrales conviven con venenos simbólicos y reales. Esta obra muestra cómo la literatura moderna, lejos de la visión idealizada de otros tiempos, juega con la figura de la farmacéutica para explorar las luces y sombras del alma humana.

Por último, cabe mencionar “La farmacéutica” de Carles Porta traducida, por Noemí Sobregués Arias, cuyo título completo es: La farmacéutica: 492 días secuestrada, que trata sobre el hecho real del secuestro de la farmacéutica de la localidad de Olot.

Así, desde la figura lírica de Giraudoux o el turbio retrato de Noll, hasta la figura de la farmacéutica secuestrada, conforman la complejidad de un oficio que es mucho más que una profesión: es vocación de servicio, es sabiduría práctica, y es también reflejo de las contradicciones de la propia sociedad.