La crisis de los aranceles con los Estados Unidos y el abierto desprecio, por no decir inquina, de la actual administración norteamericana hacia sus socios europeos, incluyendo a España, debe hacernos replantear nuestra estrategia comercial y buscar nuevos mercados más allá de los tradicionales de nuestro país
Las turbulencias y profundos cambios que vivimos en el mundo desde la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump están provocando un terremoto político y económico en el mundo al que no es ajeno nuestro país. Fruto de ese movimiento inesperado en las placas tectónicas que hasta ahora conformaban nuestro orden internacional, el presidente de Gobierno español, Pedro Sánchez, ha viajado hasta China y Vietnam para estrechar las relaciones con esos países y buscar nuevos mercados en aras de sortear el previsible impacto que pueden tener los aranceles anunciados por los Estados Unidos contra algunos productos españoles.
La balanza comercial entre España y China es absolutamente desfavorable para nuestro país en términos cuantitativos, ya que las importaciones españolas desde China sumaron, en 2024, 20.746 millones de euros y las exportaciones españolas a China sumaron, en el mismo periodo, 7.467 millones de euros. Pese a todo, el futuro de esas relaciones es inmenso y ofrece múltiples oportunidades, ya que se trata del segundo mercado demográfico del mundo tras India.
Una vez un bodeguero aragonés me dijo que el problema del mercado del vino en España era no ser capaz de vender una botella de vino al año a un chino y no le faltaba verdad en su aseveración porque así superaríamos, sin ningún género de duda, nuestro actual y creciente déficit comercial. Por ejemplo, en el campo del turismo China ofrece grandes posibilidades y es un mercado todavía muy poco explorado. De los 93,8 millones de turistas extranjeros que visitaron España en 2024, un total de 647.801 procedieron de China, lo que representa un 66,7 por ciento más que el año anterior, pero en términos cuantitativos y en lo que respecta a la tarta total del números de viajeros llegados a España sigue siendo un mercado ínfimo y en desarrollo.
Aparte de estas consideraciones, hay que señalar la calidad del turista chino, tal como apuntaba el diario de información turística Preferente: ”Un turista chino desembolsa de media 2.958 euros durante su estancia en España. Al día supone unos 288 euros ya que su estancia media es de 10,3 noches. Como referencia, un norteamericano gasta una media de 2.113 euros durante su estancia en España, 273 euros diarios. Los turistas que proceden de EEUU pasan 7,7 noches de media”.
A pesar de la pausa de tres meses anunciada por Trump sobre la imposición de aranceles, no cabe duda que asistimos a un cambio quizá ya sin reversa en los paradigmas que ahora regían en las relaciones internacionales y que estas crisis inesperadas pueden ofrecer muchas veces grandes oportunidades de negocio. Por ejemplo, la caída del turismo hacia Estados Unidos, ya cuantificada en un 15% para esta Semana Santa, puede ofrecer oportunidades al mercado turístico español, ya que esta caída coyuntural puede ser solamente la punta del iceberg de una mucho mayor del mercado norteamericano, dada que las reticencias hacia la conveniencia de viajar hacia el gigante norteamericano “cotizan” al alza en todas partes.
Pese a todo, el camino no va resultar fácil y está plagado de riesgos, como las suspicacias y desconfianza que pueden generar en la impredecible y bronca administración norteamericana. Nada más conocerse la visita de Sánchez a China la reacción de Washington no ha podido ser más áspera, tal como pudimos conocer por boca, ni más ni menos, que del actual secretario del Tesoro, Scott Bessent, quien señaló que el giro hacia China “sería cortarse el cuello”. Las espadas siguen en alto, la guerra comercial apenas ha comenzado.