Cinco sentidos

El Príncipe

Maquiavelo logró instalarse para siempre, es que después de su exilio de tierras  florentinas, y esa inspiración que lo llevó a escribir “El Príncipe”, hoy más que nunca se  pueden leer en los que ejercen la política del mundo sus detallados consejos para el  gobierno. 

Los políticos han dejado para siempre de lado la moral, la ética y ni que decir la religión. 

No cabe duda alguna que Maquiavelo se inspiró en algún gobernante de la época, alrededor de 1513, y tampoco cabe duda de su gran poder de observación, es  considerado el Padre de la Ciencia Política Moderna, y claro está con cada vez más hijos. 

“El Príncipe” propone la astucia del zorro y la fiereza del león para gobernar. 

El fin último que justifica el uso de la fuerza, el engaño y hasta la crueldad para lograr la  estabilidad del Estado. 

Ser temido antes de ser amado, si se debe elegir entre estas opciones. 

La conformación de ejércitos propios antes que de mercenarios (quienes se venderán al  mejor postor). 

Y por supuesto la cuota de azar necesaria y la capacidad, talento, audacia y carisma, para  garantizar el éxito político. 

Cuando observamos el caso argentino, con el actual gobierno de Milei, no podemos  pasar por alto las características enunciadas más arriba, una personalidad arrolladora y  desafiante, la necesidad de una sociedad que grita por un cambio de todo lo conocido,  el pragmatismo para lograr los objetivos sin importar las consecuencias, el armado de  las fuerzas de seguridad para garantizar el propio Estado, la imprevisibilidad de sus  reacciones, y por último y no un tema menor, su admiración manifestada por el Ex  Presidente Carlos Menem (quien públicamente manifestó que “El Príncipe” era su libro  de cabecera). 

La mirada del mundo puesta en el “personaje” más que en la “persona”, la figura que  viene a romper “esquemas”, que se sale de la media y acusa a la “casta” de culpable,  provoca la reacción favorable de una sociedad harta de la política, harta de conocer los  hechos de corrupción y la decepción de una justicia lenta y blanda. Si se pudiera hablar  con los pobladores de sociedades como la española o la italiana, podríamos observar casi las mismas reacciones que en la Argentina, y claro está en cada país de  Latinoamérica. 

Sin embargo, frente al entusiasmo por la llegada de un cambio real, el paso de los días  del Gobierno que empieza a generar sospechas de actos de corrupción vuelve a colocar  en un área de DECEPCIÓN a la sociedad, no se trata ya de calmar los índices  inflacionarios, o colocar los niveles de ingresos a cifras un poco más reales respecto del  resto de la Europa Occidental, sino de creer que el cambio es real y que se comienza a  crecer de manera sostenida. 

La decepción, la desconfianza, la incertidumbre son las bacterias más contagiadas de  estos tiempos, sus enfermedades, la ansiedad, la soledad, la depresión. 

Tal vez pensaría Maquiavelo que sociedades enfermas como las actuales, sean más  fáciles de gobernar y dominar, ¿será que el fin justifica los medios? 

Tal vez querido lector, sea hora de volver a recobrar nuestros sentidos, y reclamar por  aquella moral abandonada, la ética desprotegida, y la religiosidad instalada en nuestras  almas que nos inspira la trascendencia y el amor por los demás.