A Volapié

Efectos de la confiscación fiscal

Desde 2017 nos dicen todos los años que hay que subir los impuestos a los ricos para poder financiar los servicios públicos y reducir la desigualdad y la injusticia social. La realidad es que también las clases medias y bajas están sufriendo el impacto de esta confiscación, y para más inri no sirve para mitigar ninguno de los males sociales señalados.

Como he comentado en otros artículos, una vez rebasado el umbral del 40% del PIB, más estado y más impuestos producen más injusticia social y menos prosperidad, y ya casi rozamos el 50%. Esto es así por el efecto expulsión, el enorme gasto público financiado con elevadísimos impuestos y deuda expulsa al sector privado, es decir, se sustituye lo más productivo y creativo por aquello que lo es menos. La consecuencia es el empobrecimiento de la nación en su conjunto y el agravamiento de la situación de las clases menos pudientes.

Una educación mediocre, el paro, la inflación, e impuestos excesivos, son los principales factores de disparidad de rentas y de pobreza, y qué casualidad, somos de los peores de Europa en estas cuatro materias.  

En términos reales, los españoles ganamos casi lo mismo que hace 30 años (+3,6%), pero con mucha más deuda per cápita, y pagando muchos más impuestos. Lo peor es que desde 2017 la tendencia se ha tornado bajista, es decir que nos estamos empobreciendo. Por lo tanto, podemos afirmar que el fuerte crecimiento del estado y de los impuestos es además de ineficaz, regresivo e injusto.

Y sin embargo siguen culpando a los ricos. Estadísticamente las personas pudientes son menos del 1% de la población, y en cuanto a los ricos apenas son unos pocos miles. No paran de decirnos que cada vez hay más ricos y que cada vez tienen más y que por eso hay que subir el esfuerzo fiscal todos los años. Como veremos el gobierno también nos miente en esto.

Según los estudios del Instituto Juan de Mariana, hasta el 90% de la desigualdad de renta es consecuencia del elevadísimo desempleo y no tiene nada que ver con el escaso número de ricos que hay en España. La realidad es que en estos años no se han hecho más ricos los más pudientes, ni ha crecido su número, pero tampoco han mejorado las clases medias y bajas como luego veremos. Es absurdo por lo tanto subir los impuestos todos los años utilizando a los ricos como pretexto porque las evidencias muestran que esto no reduce la desigualdad, ni la injusticia social, y tampoco genera crecimiento en términos reales. Nadie se está beneficiando, salvo la oligarquía política, obviamente. 

Actualmente el 1% de los ciudadanos de más renta de España recibe el 10% de la renta total, un 26% menos que en 2010. Esto que parece positivo no ha favorecido a la clases medias o bajas pues la cuota de la renta nacional que recibe el 50% que menos gana ha caído casi un 3% a lo largo de los últimos quince años. El resultado de esta orgía de impuestos y estado es el empobrecimiento generalizado de todos los grupos socioeconómicos, tanto en términos de renta como de patrimonio. 

Esto sucede desde 2010 pero el proceso de empobrecimiento se ha acelerado con la llegada de Pedro Sánchez y la tremenda expansión del estado y de los impuestos. Lo lógico es que el 50% menos rico hubiera visto su parte de la tarta crecer, y sin embargo está menguando. La redistribución de la renta no está funcionando, como era de esperar, entre otras cosas porque el socialismo ha gripado el motor de la creación de riqueza. 

El estancamiento de la economía fruto de un estatismo empobrecedor hace que la tarta a repartir sea cada vez más pequeña en términos reales. Hay que recordar que con el actual gobierno la renta per cápita ha perdido 4,2 puntos respecto de la media de la UE. No somos el cohete de Europa sino el farolillo rojo. Para darse cuenta hay que ir con las luces largas, ver la tendencia de largo plazo, mirar los datos desde 2010 y 2017, y no solo los últimos meses como hace el gobierno.

El patrimonio del 10% más rico ha disminuido un 8% desde 2007, mientras la caída de la media es el 9,6%. El crecimiento exagerado del estado y de los impuestos está empobreciendo a todos, tanto en términos de renta como de patrimonio. No solo esto, nos ha colocado en la 1ª posición del índice europeo de miseria (suma del desempleo y de la inflación), y cada vez hay más personas que padecen carencia material severa (cerca de 5 millones de personas). 

A la luz de las evidencias, queda claro que a todos nos va peor con este gobierno pues comparando con 2017 la renta nacional real no crece, la riqueza patrimonial decrece, y la pobreza aumenta. En términos de cuota de la renta nacional, la desigualdad se reduce algo, pero de una forma perversa pues es el fruto de empobrecer a las clases medias y bajas menos que a las altas. 

Estos males son en parte debidos al excesivo esfuerzo fiscal al que son sometidos los ciudadanos españoles y las Pymes. Los sueldos medios soportan una cuña fiscal que va del 40 al 55%, de las más elevadas de la UE y de toda la OCDE. Según el Instituto de Estudios Económicos, la presión fiscal normativa española se sitúa en el 117%, es decir 17% por encima de la media de la UE y 16% por encima de la OCDE

Los impuestos españoles son tan elevados que nos encontramos casi a la cola del ranking de competitividad fiscal de la OCDE. Estamos en la posición 33, de manera que en apenas cuatro años hemos retrocedido 6 puestos hasta el punto de ser los cuartos por la cola. 

Cuanto menor es la competitividad fiscal, menor es la inversión y menor es el desempeño de la economía. Esto explica la disminución de la tarta a repartir y que todos los grupos socioeconómicos sean cada vez más pobres en términos reales. 

La economía española no soporta más subidas de impuestos, a menos que el objetivo sea el empobrecimiento de la mayoría de la población, cosa no descartable en el caso de partidos como SUMAR o PODEMOS. Los únicos que se enriquecen con esto son los políticos y las élites burocráticas. Esto es lo que nos muestran las evidencias. 

No se dejen engañar con el mantra de los ricos o el de que pagamos pocos impuestos pues son falsos. Somos campeones europeos en impuestos, además de en pobreza, y no es casualidad pues hay una notable correlación positiva entre ambos fenómenos.