La Receta

Defender la salud en la era del malware

En los últimos años, la sanidad ha dado un salto tecnológico que habría resultado impensable para nuestros abuelos: historias clínicas interoperables, diagnósticos asistidos por inteligencia artificial, consultas virtuales, dispositivos conectados que monitorizan constantes en tiempo real… Todo ello ha permitido una medicina más precisa y accesible. Pero, como suele ocurrir cuando se avanza demasiado deprisa, también hemos abierto una puerta que no siempre controlamos del todo: la dependencia absoluta de lo digital.

La nueva Estrategia de Ciberseguridad del Sistema Nacional de Salud 2025-2028 reconoce esta vulnerabilidad creciente y la afronta con una arquitectura de defensa que incluye gobernanza, intercambio de información, protección del dato, madurez cibernética, gestión de crisis, vigilancia tecnológica y más de una decena de líneas de actuación pensadas para reforzar cada eslabón de la asistencia sanitaria 

Sin embargo, más allá de estas medidas —técnicamente sólidas y alineadas con las exigencias europeas— late una preocupación que ningún plan puede disipar del todo. Porque, aunque parezca exagerado, lo cierto es que vivimos en un mundo donde un puñado de líneas de código malicioso puede causar más daño que un arsenal entero. Las películas de ciencia ficción siempre han fantaseado con escenarios apocalípticos en los que un fallo informático paraliza el planeta. ¿Es un riesgo real? Sí, aunque no inevitable. ¿Es seguro que ocurrirá algún día?  Esperemos que no. 

La Estrategia del SNS acierta en algo esencial: la ciberseguridad no es una cuestión tecnológica, sino organizativa y cultural. Pero no conviene engañarse: ninguna estrategia puede prometer inmunidad absoluta. La historia demuestra que cada avance técnico genera su correspondiente riesgo, y la digitalización no es una excepción. Por eso resulta prudente —y casi de sentido común— mantener ciertos recursos analógicos que, en momentos críticos, podrían marcar la diferencia. 

Porque, al fin y al cabo, la sanidad sigue siendo una actividad profundamente humana. Detrás de cada historia clínica hay una persona; detrás de cada decisión técnica, un profesional que necesita mantener la calma incluso en situaciones imprevistas. La estrategia del SNS es un marco robusto, sí, pero solo será eficaz si quienes forman parte del sistema interiorizan la importancia de la vigilancia, la preparación y la responsabilidad compartida.

Quizá nunca vivamos ese ataque global capaz de paralizar el mundo. Y ojalá sea así. Confiemos en que el ingenio humano, que ha sabido evitar tragedias mayores a lo largo de la historia, siga imponiendo cordura frente a quienes buscan sembrar caos. Pero la esperanza, por sí sola, no basta: la verdadera fortaleza reside en combinar prudencia, previsión y una defensa bien diseñada. La sanidad española ha decidido avanzar en esa dirección. Y eso, en tiempos inciertos, ya es una excelente noticia.