Según el informe monográfico del Ministerio de Sanidad sobre la prestación farmacéutica en el Sistema Nacional de Salud que acaba de publicarse, el gasto medio por habitante en recetas médicas en España alcanzó en 2024 los 285 euros, con un crecimiento cercano al 4% respecto al año anterior. Sin embargo, Madrid vuelve a situarse por debajo de esa media nacional, junto con otras comunidades como Cataluña o Baleares, y claramente alejada de regiones con mayor gasto per cápita, como Asturias, Cantabria o Extremadura.
Una de las claves está en el número de recetas por habitante, que en Madrid es sistemáticamente inferior a la media española. El informe del Ministerio muestra que, aunque el consumo de envases por habitante en España ronda los 25 envases anuales, Madrid se sitúa por debajo de esa cifra. A ello se suma un gasto medio por receta también más bajo, lo que refleja una combinación de factores bien conocida por los profesionales: mayor utilización de medicamentos genéricos, una prescripción más ajustada a guías clínicas y una menor tendencia a la polimedicación innecesaria.
De hecho, si se compara con Andalucía —donde durante años se impulsaron con intensidad la prescripción por principio activo y los sistemas de subastas— se observa que Madrid (al igual que Cataluña) mantiene una mayor penetración real de medicamentos genéricos, sin necesidad de mecanismos excepcionales, lo que refuerza la idea de que el uso de estos medicamentos depende más de una cultura profesional consolidada que de medidas administrativas coyunturales.
Otro elemento relevante es el papel del hospital. En toda España, el gran crecimiento del gasto farmacéutico se está produciendo en el ámbito hospitalario, impulsado por medicamentos oncológicos, inmunoterapias y tratamientos de alto impacto económico. Y, aunque Madrid no es ajena a esta tendencia, mantiene una evaluación clínica rigurosa que contribuye a contener desviaciones.
Desde finales de los años noventa y principios de los dos mil, Madrid ha desarrollado una cultura de racionalidad farmacéutica, basada más en criterios clínicos que en incentivos administrativos, con un protagonismo relevante de los profesionales sanitarios en la toma de decisiones. La experiencia de Madrid demuestra que es posible contener el gasto farmacéutico sin deteriorar la calidad asistencial.