Frente a este poema de Vallejo, que pertenece a la saga de Poemas Humanos (1931/37) me reencontré un día de 1995 por casualidad…
Una joven estu
diante que cursaba el liceo entonces, de nombre Valeria Cordeiro, hoy convertida en una excelente médica alopática y homeopática, dotada de las dos cualidades más importantes que a mi parecer deben distinguir a un ser humano, en particular si practica la ciencia de Hipócrates, cuales son, su comprensión del dolor y la voluntad solidaria, solicitó mi colaboración para desentrañar el complejo espíritu poético del vate.
Una exigencia escolar le había impuesto esa tarea.
En mis jóvenes años, los versos de ese peruano impar nacido en las alturas de Santiago de Chuco habían desvelado mis lecturas tempranas sin darse tregua.
Durante largo tiempo lo estudié con pasión impulsado por la voluntad de comprenderlo, si podemos creer que un poeta de semejante talla puede ser aprehendido en su espesura inasible con un grado de suficiente autoridad.
En mi parecer, en ese breve periodo que comprende a los años 1920/22 –parte de los cuales lo pasó entre rejas por un delito que le era ajeno- Vallejo alcanzó a penetrar las secretas puertas del silencio poniéndole nombres a través de interjecciones, ayes, lamentos, sonidos verbales y sugestiones líricas, a estados del alma a los que nadie más que él pudo acceder con su personalísimo lenguaje.
De todas maneras algunas resonancias de su misteriosa voz poética, como benignas esquirlas de misterio prendieron en mi espíritu.
El lector de esta nota podrá contestar mejor que yo la pregunta si esa afirmación responde a la verdad de su verbo.
En este poema en particular, se aprecia en su construcción la aplicación de una técnica muy personal de la que se servía con frecuencia, a la que podríamos denominar “de expresión por contraposición”.
Así lo revela el propio texto …”comprendiendo/que él sabe que le quiero,/que le odio con afecto y me es, en suma/indiferente…”
El poeta oscila entre la crítica a la actitud destemplada y omnipotente del hombre (“se complace en su pecho colorado”) y el afecto y la aceptación (“comprendiendo sin esfuerzo/que el hombre se queda, a veces, pensando/como queriendo llorar,”)
El análisis del poema pone de manifiesto la perspicacia de su mirada a la par que su ternura; después de anonadarlo aplicándole para describirlo una imagen feroz (“considerando que lo único que hace es componerse/de días;/que es lóbrego mamífero y se peina…/, a continuación le reconoce ser capaz de tener un espíritu, ese espíritu que “…al voltear, me da con su tristeza/en la cabeza…;”
En síntesis, en el poema se aprecia una actitud ambivalente, en la que se muestran alternativamente un sentimiento de amor al tiempo que un profundo desdén, y hasta un “odio afectuoso”, para decirlo con las propias palabras del poeta.
Descubre las debilidades del hombre, ese afán de encaramarse en el poder y lograrlo todo (“repercute jefe,,,”)
El balance de tal inventario de desdichas no puede sino conducirlo a una búsqueda de reconciliación en su disputa, intentada ahora por medio del sentimiento fraterno, ya que las limitaciones que el hombre porta como constitutivas solo pueden ser superadas por un amor solidario y fraternal, amor que construye pacientemente durante más de doce años de su vida como porvenir obstinado.
Se observa que el tono del poema –al igual que la gran mayoría de los que corresponden a esta época- no transcurre en el plexo introspectivo.
Después de la formidable experiencia lingüística de Trilce, que lo convierte en el mayor poeta nacido en el campo latinoamericano durante el siglo (me animo a decir que fuera de sus fronteras también!) Vallejo redirecciona sus búsquedas lingüístico-poéticas, pasando de la interioridad del sujeto individual al escenario grandioso donde mora el sujeto colectivo.
En ese punto, cuando abandona Perú, considera realizada hasta el límite de lo posible la experimentación con la palabra poética.
El ciclo de las rupturas, onomatopeyas, asociaciones paradójicas, ayes dolorosos y otras técnicas a través de los cuales buscó nombrar lo indecible estaba completado.
Al llegar a Europa, esa “batalla” con el lenguaje la considera terminada.
Ahora no es el lenguaje lo que busca redimir de su letargo, sino al que lo pronuncia, al que lo goza y lo sufre, “al que es triste y tose”.
Para ello recurre al registro de oposiciones entre hechos y conductas contradictorias que en el humano observa, y que lo contienen en una escala que asciende hasta lo absolutamente espiritual (“comprendiendo sin esfuerzo/que el hombre se queda, a veces, pensando,/como queriendo llorar,/y es capaz de descender debajo de la escala animal (“que es lóbrego mamífero y se peina…”)
En síntesis, la característica más notable de la poesía de Vallejo es la inasible interioridad, a la que convoca y clama de modo permanente, recurriendo a imágenes que a lo largo del tiempo se van desplazando desde el campo de la memoria bíblica al de la Filosofía más tarde, para llegar finalmente a situarse en el mirador privilegiado que le ofrece la tumultuosa vida contemporánea en la que está inmerso.
En una carta de 1928 confiesa “…que cada vez voy sintiéndome más revolucionario y revolucionario por las experiencias vividas más que por ideas aprendidas”.
Y en este poema parece acentuarse notoriamente el último aspecto.
Ello, sin duda, está emparentado con el brusco despertar de una vocación solidaria militante que desde el mismo año se patentiza de un modo inequívoco al acercarse al marxismo. Percibe entonces con claridad, la permanente tensión que lo agobia en sus días, y lo arrebata más tarde hasta culminar finalmente en el dramático poemario inspirado en la catástrofe de la guerra civil española (“España aparta de mí este cáliz”)
Ya hemos manifestado la contrastante realidad en la que “Considerando en frío, imparcialmente…” se desenvuelve.
Por ella el poeta avanza y penetra en el conocimiento del humano hasta el punto en que la tensión lo traslada a la disyuntiva de impulsarlo a la condena o la comprensión solidaria, y él, emocionado, decide llamar a esta criatura para que después de considerarla a través de “…sus documentos personales”, y observar “…con lentes aquel certificado/que prueba que nació muy pequeñito…/, le hacerle una seña que le releva de toda justificación, aceptándolo en su imperfección, y en su fallida empresa, mediante un “abrazo, emocionado…Emocionado…Emocionado”…