En la historia de la humanidad hemos sido testigos de cómo personajes ligados al poder caen en desgracia y son excomulgados de los espacios de gobernanza.
Desde este otro lado, en República Dominicana, hemos visto cómo desde la primera Junta Central Gubernativa de 1844, que fue el primer gobierno dominicano, individuos han pasado de repente de la gloria al ostracismo.
Estas situaciones son inherentes al mismo poder, pero eran más notorias, quizás por lo dilatado de sus ejercicios gubernamentales, en tiempos de Santana, Báez, Lilís, Trujillo y Balaguer.
El caso más sonoro del régimen de Trujillo fue el del general Anselmo Paulino, uno de sus más cercanos colaboradores, el dominicano en quien el dictador delegó más poder y a quien Joaquin Balaguer definió como “una especie de “Premier” en cuyas manos llegó a concentrarse gran parte de la actividad oficial”.
Paulino cayó en desgracia por dos razones esencialmente: Primero, por un cumplido que le hizo el generalísimo Francisco Franco en la visita de Rafael L. Trujillo a España en 1954.
Cuando Trujillo invita al generalísimo Franco a visitar República Dominicana, el dictador español, entendiendo que hacía un halago a un miembro de la comitiva dominicana, le manifestó que él no podía ausentarse de España, entre otras cosas, porque no tenía un funcionario tan eficiente como Anselmo Paulino. Esto más que ayudar al general desató la ira del dictador dominicano.
Los recelos y maledicencias no se hicieron esperar, acompañados de que el círculo íntimo del perínclito tampoco quería saber de él. Trujillo a poco tiempo de su regreso decidió sacarlo de su entorno, ya que estaba “brillando demasiado”.
Segundo, y esta es la versión ofrecida por el mismo Anselmo Paulino, las situaciones que se presentaron con la familia Trujillo. días antes de su caída en desgracia:
Trujillo llama un día a Anselmo sumamente enojado y le mostró una fotografía en la que el general aparecía conversando animadamente con el comandante de la sexta flota naval de visita en Santo Domingo y con William T Pheiffer, embajador norteamericano en el país, mientras le daba la espaldas directamente a Ramfis Trujillo y a Héctor Bienvenido Trujillo (Negro), presidente nominal. Esta foto apareció en la primera plana de periódico El Caribe.
Entonces, María Martínez, esposa de Trujillo emplaza a Trujillo de manera categórica: “todo puedes consentirle a este intruso menos que ponga en ridículo a tu propia familia”. “¿No ves cómo en esta fotografía Ramfis parece su sirviente y otro tanto tu hermano Negro?”. Que gobierne, si lo quieres tú, pero que no destruya el porvenir político de tu hijo, a quien tanto dices querer y a quien dices querer legar tu gloria y tu poder”.
Estas aseveraciones presionaron a Trujillo de forma tal, que se las repitió a Anselmo textualmente, quien solo manifestó: “yo no vi esa fotografía que jamás habría yo publicado”
El presidente del régimen lo era Héctor Bienvenido Trujillo (Negro), quien emitió dos decretos consecutivos, despojando a Anselmo Paulino de todos los cargos que él desempeñaba en el Gobierno. Mediante los decretos números 118 y 119 del 27 de agosto de 1954 se dispuso la supresión de la Secretaría de Estado sin Cartera que hasta ese día desempeñó y quedó sin efecto la designación que le confería el grado de mayor general del Ejército Nacional, respectivamente.
Pero estas destituciones iban acompañadas de una campaña de descrédito a través del Foro Público y que casi todos le dieran las espaldas, quedando prácticamente proscripto. Incluso hasta fue preso y condenado a 10 años de prisión.
Nunca antes y muy pocas veces después se había visto un declive total de una figura emblemática. En los tiempos de Balaguer, están los casos de Augusto Lora y Fernando Álvarez Bogaert.
Un famoso periodista de la época, a quien el mismo Paulino le había ayudado a resolver varias necesidades, lo describía en El Caribe como “diestro en el manejo de la intriga y la mentira, en los viles quehaceres de la simulación serpentina y en la calumnia bombardera, creyose investido de la capacidad para erigirse en supremo dispensador de burocráticas mercedes, en oráculo de nuestra política y en entorpecedor tenaz de muy limpias empresas y muy limpias aspiraciones del trujillismo auténtico”. Una lapidaria sentencia del régimen.