Cuando caía la tarde del pasado domingo 28 de septiembre, sobre la villa salmantina de de Tamames; los competentes mozos de espadas Miguel y Fran Sánchez Valverde, le cortaban la coleta a su hermano Manolo, en su última actuación, en la cuadrilla del novillero sin caballos Diego Mateos.
Manolo Linejo, en cuyo nombre artístico, va impresa la finca, en cuya ganadería -Montalvo- fue mayoral su padre hasta la jubilación.
Más de tres décadas de entrega personal para dar la cara con dignidad, de igual forma en una corrida de toros, a las órdenes de un matador solvente, que en la fiesta de un pueblo facilitando la labor a un becerrista que empieza.
Este camino, andado en las roderas del esfuerzo y el sacrificio, tiene como origen el campo. El nacer en el campo bravo y su contacto diario, le propició una profunda afición que le llevó a querer ser torero, ayudado por su entorno más cercano. Esta despedida sigue marcada por el agradecimiento a sus tres maestros: Juan José, que le enseñó a torear; su padre, que le exigió siempre en la profesión y don Juan Mari Pérez Tabernero, que le transmitió una importante cultura taurina.
Sus inicios en el toreo siguieron una línea recta, llevándole a verse anunciado en el prestigioso y desaparecido Festival de las Hermanitas de los Pobres, de Salamanca. Aquella tarde rompió paseíllo con las máximas figuras del momento, cómo ‘El Niño de La Capea’, Ortega Cano, Emilio Muñoz y José Miguel Arroyo “Joselito”, todo un hito en la carrera de cualquier torero. Él resolvió la papeleta con desenvoltura.
La convicción de que había llegado al toreo para quedarse, hizo que a la mínima ocasión en que vio que se le podía torcer el camino como novillero se hiciera banderillero. Tras unas primeras temporadas de rodaje con novilleros, y en novilladas sin caballos con los chicos de la escuela, ha cuajado grandes temporadas con matadores de toros como Rui Bento, Alberto Manuel, Juan Diego, Javier Valverde, Joselillo… haciendo que su presencia en cualquier festejo, fuera una garantía de seriedad y competencia.
Un momento especial en su carrera y en su vida personal, marcó el venezolano Manolo Vanegas, al que, matando un toro a puerta cerrada, le causó serias lesiones medulares y que solo su voluntad de acero le permitió escapar de la discapacidad; convirtiéndose en su sombra en un largo tramo vital de enseñanza mutua.
Ahora que ha llegado el final de su carrera como subalterno, su inapelable condición de aficionado, le hace continuar muy de cerca del toro en el campo, y del toreo en general. Pues la entrega, la gallardía, la verdad y la pasión siguen arropando su persona. Aunque se haya despojado de la plata o el azabache.