Incendios

¿Por qué el oeste de España arde más?: claves científicas, abandono rural y cambio climático

Los incendios forestales de este verano se concentran en el oeste por una combinación de factores climáticos, estructurales y de gestión territorial.

Incendio -  Foto de Protección Civil
photo_camera Incendio - Foto de Protección Civil

La imagen es clara: la mayoría de los grandes incendios forestales que azotan España este verano se localizan en la mitad occidental del país, con especial virulencia en Galicia, Castilla y León y Extremadura. Mientras algunos sectores cuestionan el motivo geográfico de esta concentración —alegando que la ola de calor ha afectado a todo el país—, la ciencia aporta respuestas sólidas y contundentes que desmienten teorías negacionistas o conspiranoicas.

Meteorología extrema y calor prolongado

Las olas de calor sin precedentes que han golpeado España durante este verano han creado un escenario perfecto para la propagación del fuego. Según Joanna Ivars, meteoróloga de laSexta, se han registrado anomalías térmicas de hasta 15 o 20 grados por encima de lo habitual en zonas del interior peninsular, sobre todo en el noroeste. Estas temperaturas extremas han desecado los suelos, la vegetación y los bosques atlánticos, tradicionalmente más húmedos y frondosos, pero ahora convertidos en auténtico combustible.

El abandono rural: más combustible, menos control

Otra causa fundamental es el abandono progresivo del entorno rural, que deja miles de hectáreas sin uso agrícola o ganadero y, por tanto, sin el mantenimiento que antiguamente evitaba la acumulación de matorral y maleza. Como advierte Víctor Resco de Dios, catedrático en Ingeniería Forestal, muchas de las plantaciones de pino sin gestionar son extremadamente inflamables y actúan como aceleradores del fuego.

La despoblación y la falta de gestión forestal estructural han creado un paisaje lleno de materiales combustibles, especialmente en zonas del oeste donde la presión demográfica es menor que en la costa este.

Viento, topografía y dinámica del fuego

La dirección y características del viento también han favorecido la virulencia en el oeste. Grandes masas de aire cálido y seco han recorrido la península de sur a norte, calentándose aún más al contacto con el terreno. Este fenómeno ha intensificado la energía con la que el fuego se desplaza, haciendo que los incendios se extiendan con rapidez entre provincias, como ha ocurrido entre Cáceres y Salamanca, o entre Zamora y León.

La topografía montañosa de muchas de estas regiones también favorece la propagación del fuego hacia zonas de difícil acceso para los equipos de extinción.

Fragilidad del modelo actual y cambio climático

Los incendios actuales no responden solo a negligencias humanas o a un verano caluroso más. Según el IPCC, la crisis climática ha incrementado el riesgo estructural de incendios forestales, incluso en regiones que antes se consideraban relativamente seguras. Los llamados “incendios de sexta generación”, capaces de generar focos secundarios y superar las capacidades de extinción, son una manifestación de esta nueva realidad.

En 2025, España ya ha perdido unas 350.000 hectáreas por el fuego, según datos del sistema EFFIS. Esto convertiría el año en el peor del siglo en términos de superficie arrasada, con consecuencias humanas, ambientales y económicas devastadoras.

La lección de Las Médulas: cuando arde el patrimonio

El incendio que arrasó Las Médulas (León), Patrimonio de la Humanidad, ha puesto en evidencia la falta de planificación y protección de enclaves naturales y culturales frente al fuego. Castaños centenarios destruidos, evacuaciones masivas y la pérdida de infraestructuras clave en un fuego avivado por vientos de hasta 50 km/h y altas temperaturas.

El caso ha generado una ola de críticas a la gestión forestal y cultural de la zona, y ha obligado a la Junta de Castilla y León a anunciar un ambicioso plan de reconstrucción con un coste estimado de más de 35 millones de euros.

El futuro exige prevención, no solo extinción

La virulencia y rapidez de los incendios de este año evidencian que el enfoque actual, centrado casi exclusivamente en la extinción, ya no es suficiente. Expertos y autoridades coinciden en que es necesario apostar por una estrategia nacional basada en la prevención, ordenación del territorio, recuperación del mundo rural, educación ciudadana y profesionalización del personal forestal.

Invertir de forma continua, no solo en verano, será clave para adaptarse a una nueva normalidad en la que el fuego es cada vez más impredecible y letal.

El oeste arde más no por azar, sino por una suma de factores estructurales, climáticos y sociales. Combatir esta realidad requerirá voluntad política, inversiones sostenidas y un cambio profundo en la forma de gestionar el paisaje y el medio rural en España.