La impresión 3D ya no es una tecnología de futuro: es presente. Así lo cree Ana Romero Gutiérrez, doctora en Ingeniería Industrial, profesora en la Escuela de Ingeniería Industrial y Aeroespacial de la Universidad de Castilla-La Mancha (EIIA-UCLM) y coordinadora adjunta de la plataforma FAB3D del CSIC. Desde hace años investiga, enseña y aplica la fabricación aditiva con un enfoque singular: sostenible, accesible e inclusivo.
Hablamos con ella con motivo de la celebración del Meet Addit, un evento que reúne a profesionales, investigadores, makers y empresas de impresión 3D en La Nave de Madrid, para conocer cómo esta tecnología está redefiniendo la producción, la educación y la innovación social.
¿Qué es FAB3D y qué papel desempeñas dentro de esta plataforma del CSIC?
FAB3D es una plataforma tecnológica del CSIC en la que participan diferentes grupos de investigación del CSIC, universidades y muchas empresas. Todos compartimos un elemento común: usamos la fabricación aditiva en nuestros procesos. Mi rol como coordinadora adjunta es promover el intercambio de conocimientos, establecer conexiones entre instituciones y visibilizar los avances que generamos en el ámbito académico y empresarial.
¿Cómo está presente FAB3D en un evento como el Meet Addit?
Este año colaboramos en el reto de impresión 3D que se presenta dentro del Meet Addit. Participan equipos de estudiantes que deben dar solución a un desafío concreto de ingeniería mediante fabricación aditiva. Durante la 3D Printer Party se exponen sus propuestas y se selecciona al equipo ganador. Este tipo de iniciativas son fundamentales para acercar la innovación a la práctica real.
En vuestro grupo apostáis por una fabricación aditiva más sostenible. ¿En qué consiste vuestra propuesta?
Además de las ventajas propias de esta tecnología —alta eficiencia, personalización, reducción de desperdicio, entre otras—, nosotros incorporamos el uso de energía solar concentrada en las etapas del proceso que requieren mayor demanda energética. Sustituimos fuentes convencionales de calentamiento como el láser o la electricidad por energía renovable, logrando resultados prometedores y más sostenibles. Este enfoque es nuestra seña de identidad como grupo de investigación.

¿Cuán accesible es la impresión 3D para la sociedad?
Mucho más de lo que la gente cree. Una impresora de filamento fundido puede costar menos de lo que vale un teléfono móvil, y con un kilo de filamento —unos 20 euros— puedes imprimir muchas piezas. Además, existen programas gratuitos y bibliotecas online de modelos listos para imprimir. En nuestras formaciones enseñamos a utilizar estas herramientas. Hoy cualquier persona puede diseñar e imprimir desde casa.
¿Hay ejemplos reales de cómo la impresión 3D está transformando comunidades o sectores concretos?
Sí, y muy variados. En el proyecto en el que hemos estado trabajando desde FAB3D ‘Trastocando la despoblación: La Fabricación Aditiva como disrupción tecnológica para luchar contra la despoblación rural y las desigualdades sociales y espaciales’, financiado por el Ministerio y la Unión Europea a través de los fondos de NextGeneration,hemos visto casos como el de un reparador de electrodomésticos en un pequeño municipio, que escanea las piezas rotas, las rediseña con software CAD y las imprime en su propia impresora 3D. Esto le permite reparar aparatos que ya no tienen recambios disponibles, con una inversión muy baja.
Otro caso fue el de una diseñadora de joyería y bisutería, que utiliza la impresión 3D para prototipar sus diseños antes de trabajar con metales. Es una forma de validar formas y proporciones sin asumir costes elevados.
También conocimos un taller de maquinaria agrícola, donde buscan sustituir componentes difíciles de encontrar —a menudo de máquinas con 30 o 40 años— mediante impresión polimérica. Aunque las impresoras de metal son menos accesibles, si conocen dónde pueden imprimir estas piezas, se evitan largas esperas o costes elevados. Incluso colaboramos en algunos casos utilizando escáneres 3D e ingeniería inversa para digitalizar y reproducir piezas obsoletas.
¿Y qué papel tienen los makers en todo esto?
La comunidad maker es clave. Eventos como la 3D Printer Party muestran cómo miles de personas ya usan esta tecnología en casa: para reparar objetos, crear piezas personalizadas, fabricar miniaturas o incluso experimentar con prótesis. Es un movimiento con gran potencial democratizador. El conocimiento y las herramientas están disponibles para todos.
Desde la universidad también trabajáis en la transferencia de conocimiento. ¿Cómo hacéis que llegue a la sociedad?
La fabricación aditiva es una tecnología ideal para la transferencia directa. No requiere grandes infraestructuras, y eso facilita su adopción. En nuestro grupo hemos creado la unidad de transferencia de conocimiento “Transferencia en Materiales y Estructuras” y así en nuestras iniciativas llevamos el conocimiento directamente a colectivos, pueblos y talleres que pueden sacarle un gran partido. La innovación no debe quedarse en los laboratorios, debe llegar a todos los rincones.

También estáis comprometidos con la igualdad de género en ingeniería. ¿Qué os mueve en esa dirección?
Solo el 9% del alumnado en algunas ingenierías son mujeres. Esto es un problema. La ingeniería define el mundo que habitamos: desde los coches que conducimos hasta las apps que usamos. Si las mujeres no estamos ahí, no formamos parte de las decisiones que marcarán el futuro. Por eso, hace unos años pusimos en marcha un proyecto que se llama Mujeres Ingeniosas, la ingeniería en femenino, en el que trabajamos con colegios e institutos para romper estereotipos desde edades tempranas. No queremos imponer vocaciones, solo dar todas las herramientas para que cada persona elija libremente.
¿Hay consecuencias reales por no tener una perspectiva diversa en tecnología?
Sí, y muchas. Por ejemplo, los dummies para pruebas de seguridad en coches están diseñados con medidas masculinas. O los diagnósticos médicos se basan en síntomas más comunes en hombres. Si no estamos presentes en el diseño, la innovación no es inclusiva, y eso puede tener efectos perjudiciales. Por eso es tan importante impulsar la presencia femenina en ciencia y tecnología.
¿Qué mensaje lanzarías a quienes aún ven la impresión 3D como algo lejano o solo para especialistas?
Que se animen a conocerla. Es una tecnología versátil, accesible y transformadora. Puedes reparar, crear, diseñar, prototipar o incluso contribuir a la sostenibilidad desde casa. Que no se limiten. Con la formación adecuada y las herramientas apropiadas, todos podemos ser parte de la revolución digital y social que representa la impresión 3D.