La economía personal de los españoles se enfrenta a un reto creciente, especialmente con la inflación y la presión social sobre el consumo. En este contexto, la educación financiera se presenta como una herramienta esencial para gestionar los gastos y prevenir el sobreendeudamiento. Lidia Acosta, economista y técnica de salud financiera en la Fundación Nantik Lum, trabaja de cerca con poblaciones vulnerables para enseñarles cómo crear presupuestos, ahorrar y tomar decisiones financieras responsables. En esta entrevista, Acosta nos ofrece su visión sobre los problemas económicos más comunes y la necesidad urgente de integrar la educación financiera en el sistema educativo, para formar a ciudadanos capaces de gestionar su dinero de forma eficaz.
Lidia, es un placer tenerte con nosotros. Para comenzar, cuéntanos un poco más sobre tu trayectoria y tu trabajo en la Fundación Nantik Lum.
Muchas gracias, el placer es mío. Soy economista, tengo la carrera de Economía de la Universidad de Salamanca, hice un máster en Cooperación Internacional y Economía Internacional y Desarrollo en la Universidad Complutense de Madrid. Llevo tres años trabajando en la Fundación Nantik Lum, donde soy técnica de salud financiera. A través de nuestros proyectos, nos enfocamos en mejorar la salud financiera de las personas, ayudándolas a gestionar su dinero, especialmente en épocas como el verano, cuando los gastos suelen dispararse.
Precisamente, mencionas los gastos en verano. ¿Por qué crees que se disparan en esta época del año?
En verano, los presupuestos que solemos tener más o menos controlados durante el año se descoordinan un poco. Es una época en la que las personas suelen tener más tiempo libre, lo que lleva a más compras impulsivas y gastos adicionales. Además, las vacaciones, aunque sean cortas o pequeñas escapadas, también generan una presión económica. Esto puede producir lo que llamamos una "mini cuesta de septiembre", similar a la de enero, cuando las personas se dan cuenta de que han gastado más de lo que deberían. Es crucial tener un presupuesto claro en mente para evitar sorpresas al regresar.
Es interesante cómo abordas el concepto de "salud financiera". No se trata solo de saber qué ingresos y gastos tenemos, sino también de la gestión emocional de esos gastos, ¿verdad?
Exacto. La salud financiera no solo se refiere a lo económico, sino también a la transversalidad de la salud mental, la salud física y la salud financiera, a nivel emocional y psicológico. La vuelta a la rutina en septiembre es durísima, y a nivel económico, aún más. Porque todos los excesos que hemos tenido durante el verano también se traspasan a nuestras cuentas corrientes. Es bastante importante, sobre todo este año, con el tema de la inflación, que mencionaba ayer con mis compañeras en la oficina.
Hablando de la inflación, ¿cómo crees que está afectando la situación económica actual a las finanzas personales?
La inflación, el aumento de los precios cada año... cada vez la vida está más cara, y eso conlleva a que tengamos que gastar más, sobre todo en vacaciones. También está el tema social, que se habla muy poco, el FOMO (miedo de perderse algo), que se refiere a esa presión de ver a todos los demás viajando a lugares exóticos como Cuba, Bali, Vietnam. Esto también está relacionado con el sistema consumista, los anuncios sobre el verano perfecto y todo el marketing emocional que nos llega constantemente.

En relación con los impactos sociales y las comparaciones, ¿crees que la gente en general tiene una cultura financiera escasa?
Sí, sí. De hecho, en la Fundación Nantik Lum, en nuestros proyectos, sobre todo con los jóvenes y con las mujeres, vemos que los jóvenes, por su edad, no tienen mucha experiencia ni conciencia financiera. Las mujeres, especialmente las madres trabajadoras o las madres solteras que han sufrido violencia económica, tienden a actuar de manera mucho más impulsiva. Son más susceptibles a los estímulos rápidos, como el marketing emocional: "me lo merezco", "veo este anuncio", y no piensan bien las cosas. No tienen esa racionalidad que quizás tienen otras personas de familias estables. Es muy impulsivo, sobre todo en los jóvenes.
¿Cómo afecta esta falta de conciencia financiera en la vida diaria?
Lo que pasa es que la gente no se compara con la realidad del otro. Es decir, cuando ves a alguien que se va de viaje a Cuba, no piensas que esa persona puede estar ganando más dinero que tú. La gente, especialmente los jóvenes, se compara con lo que ven, sin saber que no todos tienen el mismo nivel de ingresos, y eso lleva a un desajuste, a gastar más de lo que se puede. Además, el gasto excesivo no es exclusivo de las personas vulnerables, también personas con salarios más altos caen en este tipo de derroches. Lo que hacemos en los talleres es enseñarles a gestionar sus recursos, tanto con pocos ingresos como con muchos, porque lo importante es la gestión responsable.
Mencionabas que la cultura financiera es escasa, ¿crees que la educación financiera debería empezar desde las escuelas?
Sin duda. Creo que debería ser una asignatura básica, enseñarse desde la escuela. El problema es que la gente no sabe leer una nómina, no sabe cómo hacer la declaración de la renta, y eso es algo que realmente todos necesitamos saber, ya que nos afecta a todos. Hablo con personas adultas, de 32 años, que tampoco saben leer una nómina, ni qué es el IRPF. Esto es un problema estructural. Debería enseñarse en todos los niveles educativos.
¿Crees que la gente es previsora? ¿La gente es consciente de la necesidad de ahorrar para situaciones imprevistas?
No, no. La gente no es previsora, y es algo que debería enseñarse más. Es cierto que te puede pillar el toro un año, pero si la gente supiera ahorrar para tener un colchón de emergencia, no tendrían que recurrir a préstamos rápidos. Lo más básico es tener un fondo de emergencia, ya sea para vacaciones o para cualquier imprevisto. Especialmente en épocas de más gasto, como el verano.
¿Qué opinas sobre los préstamos rápidos y su impacto en las finanzas de las familias?
Los préstamos rápidos, lo que hablábamos antes del marketing emocional, es que se anuncian de manera muy accesible, sobre todo en barrios más vulnerables. La gente que tiene menos capacidad adquisitiva y más dificultades financieras cae fácilmente en la trampa de los préstamos rápidos, sin entender bien las consecuencias. Muchas veces, debido a la falta de conciencia financiera, acaban con deudas mucho más grandes debido a los intereses altísimos, y eso se convierte en un ciclo muy perjudicial.
Para finalizar, ¿cómo podemos mejorar la salud financiera a largo plazo?
Lo primero es tener un presupuesto claro. No se trata de ahorrar lo que sobra al final del mes, sino de considerar el ahorro como una parte fija del presupuesto. Si tú planeas gastar 500 euros, aparta, por ejemplo, 50 para ahorro desde el principio. También es importante conocer herramientas financieras, como cuentas remuneradas, que te permiten ganar más con el dinero que ya tienes. Y sobre todo, cultivar la cultura del ahorro, empezar poco a poco, pero ser constante. De esa forma, poco a poco se va mejorando la salud financiera, aunque se tenga un salario más bajo. No se trata de cuánto ganes, sino de cómo gestionas lo que tienes.