La conocida publicación satírica La Codorniz, fundada por Miguel Mihura y Antonio Lara, dirigida en su segunda etapa por Álvaro de Laiglesia, en la que colaboraron plumas de la talla de Cela, Jardiel Poncela, Gómez de la Serna o González Ruano, entre otros muchos escritores y dibujantes que llenaron de sana ironía los años del franquismo, tenía una sección titulada “La cárcel de papel”, en la que se encerraba tanto a personajes como declaraciones o escritos de famosos, generalmente políticos, pillados en faltas de ortografía, estilo o contenido, cuando no en puras mentiras y despropósitos… Imaginen lo que daría de sí esta sección en la actualidad…
Tampoco se libraron de acabar presos del papel impreso (valga la redundancia) otros compañeros periodistas. Tengo en mi casa un ejemplar de La Codorniz fechado en 1968, con la condena a siete días de reclusión en la cárcel de papel de Salvador López de la Torre, por haber publicado en su columna del ABC un comentario sobre la lentitud en las negociaciones para la entrada de España en el Mercado Común Europeo, en el que éste había escrito que, “aunque el acuerdo comercial pertenece al reino del futuro, es bastante previsible que su negociación se incluya en el grupo de los asuntos pendientes”. La Codorniz añade: “Exacto. Lo que pertenece al reino del futuro debe incluirse en los asuntos pendientes. Y lo que pertenece a la república del presente forma parte de los asuntos a resolver”.
La prensa del Movimiento era también objeto de condenas a “La cárcel de papel”. El Académico de La Real de San Luis Bizén d'o Río Martínez cuenta en un artículo que el diario oscense Nueva España fue llevado a la prisión de papel de La Codorniz en varias ocasiones, una de ellas por un anuncio de venta de “40 viejas abragueradas”, en el que obviamente faltaba corregir que se trataba de ovejas y no de personas.
La sentencia a la cárcel de papel tenía, sin embargo, una injusta reciprocidad: no fueron pocas las condenas que, tanto La Codorniz como sus redactores recibieron de los poderes fácticos por cometer el delito de defender la libertad de prensa o la más importante libertad de humor. Fueron varios los números del periódico secuestrados por acuerdo del Consejo de Ministros; y cuantiosas las multas a las que tuvo que hacer frente La Codorniz durante sus años de actividad. La broma de parodiar la cabecera Arriba con el título Abajo casi le cuesta el cierre a la publicación; y en 1968 la multa que tuvo que pagar La Codorniz fue la mayor impuesta hasta entonces a un medio en España: 7.500 pesetas; ampliamente superada hasta alcanzar las 250.000 pesetas, con suspensión por cuatro meses, impuesta al mismo medio en junio de 1973. En 1975, La Codorniz nuevamente fue multada con cien mil pesetas, por un artículo titulado “Diarios de Alcoba”, que conllevó asimismo la suspensión de publicar por tres meses.
Hay otras cárceles de papel que podemos asociar a Madrid: las que nos ofrece el arte y la literatura. En los archivos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se guarda una interesantísima colección de bocetos de cárceles que no llegaron a emerger del papel impreso y quedaron en proyectos de edificación, presentados a la convocatoria de los premios de primera clase de arquitectura convocados por la Academia desde 1753 hasta 1831.
En 1802 el tema para el premio de primera clase se refería precisamente a Madrid, con la propuesta de “Idear un magnífico edificio con destino a casa de Ayuntamiento para esta Corte, con su cárcel correspondiente”, que ganó Manuel Machuca. También conserva la Real Academia los bocetos de exámenes de maestría en arquitectura, algunos de ellos proyectos de presidio como los dibujos de José de Naverán para una “cárcel incombustible con juzgado”, que fueron su segunda prueba de repente para maestro arquitecto, trazados en Madrid el 26 de febrero de 1844; o la primera prueba de repente de José Moreno y Texeira, para “una casa de reclusión o cárcel para eclesiásticos de los principales del reino” cuya planta y alzado se dibujaron en enero de 1840.
Por si algún lector se pregunta qué es eso de prueba “de repente”, aclaro que, en el siglo XIX, las Academias establecían una serie de exámenes que determinaban si los opositores estaban cualificados para ingresar en ellas. Quienes solicitaban su ingreso en la Real Academia de San Fernando presentaban un dibujo a la consideración de los miembros de la Junta, realizado “de repente” frente a ellos. Lo mismo se estableció para los premios anuales, cuyas pruebas se desarrollaban en dos ejercicios, denominados “de repente” y “de pensado”. Los primeros consistían en un dibujo que los aspirantes realizaban durante un tiempo tasado -habitualmente dos horas- sobre un tema que se les comunicaba en el momento de la prueba. El ejercicio “de pensado” se realizaba posteriormente en el taller del arquitecto o artista.
Las cárceles de papel -ya sean despropósitos publicados o bocetos guardados en archivos-, nos enseñan a ser más selectivos. No siempre lo publicado merece ser creído, ni lo guardado sin publicar merece ser olvidado.
Confieso que hay noticias a las que me niego a prestar atención, especialmente si vienen de fuentes que dependen del poder -ya sea político o fáctico- y además son reiteradas por personas y medios, porque intuyo que me quieren adoctrinar. Quizá no sea así, pero a mí me lo parece. Y en sociología tenemos un dicho: si algo no es verdad, pero la mayoría cree que lo es, acaba siendo verdad, aunque no lo sea.
En sentido inverso, hay estadísticas que me encantaría ver publicadas y nunca lo son: por ejemplo, el número de intervenciones de la policía en reuniones familiares durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo, en las que me imagino a un cuñado casi ahogado por meter la pata nuevamente; o el número de contratos laborales en España que no duran más que un día…