José Bergamín nació en Madrid en 1895 y murió en Fuenterrabía (Guipúzcoa) en el verano de 1983. Fue uno de los autores vinculados a la Generación del 27 o Generación de la República, como prefería decir. Pero siempre negó su inclusión en este grupo de escritores, a pesar de que había vivido vinculado a ellos, pues incluso había participado en el homenaje que se rindió a Góngora por su tricentenario en Sevilla junto a Alberti, Juan Cavás, Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Jorge Guillén. En el año 1933 fundó y dirigió en Mexico la revista “Cruz y Raya” en la que escribieron muchos de los autores de la Generación del 27, además de otros como Miguel Hernández o Ramón Sijé.
En la capital de España participó en varias tertulias literarias en las que coincidió con Ramón del Valle Inclán, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset, María Zambrano, Alfonso Reyes, Pío Baroja o Miguel de Unamuno. Publicó en periódicos y revistas madrileñas. Escribió en “El Sol”, en “El Mono Azul”, en “La Hora de España”, en “Cuadernos de Madrid” o en “España Peregrina”, que fue una revista fundada en el exilio. También colaboró con diversos aforismos en las revistas “Gallo” y “Pavo” ideadas por Lorca.
A pesar de que su padre había sido ministro en un gobierno liberal - conservador, durante los años de la Guerra Española se hizo militante comunista, siempre sin renunciar a sus ideas cristianas. Aunque su visión del cristianismo estaba distanciado del capitalismo e incluso del marxismo; pues vivía inmerso en la búsqueda de la auténtica reflexión y del verdadero valor de la espiritualidad creadora, pues se sintió inmerso en un pensamiento en el que la pasión y la razón eran auténticos ejes culturales.
También fundó en el exilio, junto a Emilio Prados y a otros españoles, la Editorial Séneca. En ella se publicaron obras de Luis Cernuda, de Rafael Alberti, de Federico García Lorca o de César Vallejo, entre otros.
José Bergamín fue uno de los autores más interesantes del siglo XX, porque su modo de ser contradictorio e imprevisible ofrecía obras ciertamente interesantes como “El cohete y la estrella” obra que contiene una colección de aforismos que sorprendió en su tiempo y que fue publicada en Madrid en 1923; “Mangas y capirotes”, Madrid 1933; “La más leve idea de Lope” Ediciones del árbol 1936; “Caballito del Diablo”, 1942; “Fronteras infernales de la poesía”, Madrid 1959, en esta obra sostuvo que el ensimismamiento y el enfurecimiento del autor son etapas que cumplen la misma finalidad; “Del otoño y los mirlos”, 1962; “Enemigo que Huye”, 1927, que a pasar de ser una obra de teatro también forma parte del universo de los aforismos o “Canto rodado”publicado en 1984.
Sus obras de teatro encerraban algunos de los matices políticos más sobresalientes de su tiempo y, sobre todo, los que se habían colisionado con su vida. Generalmente eran obras de denuncia en las que ponía de relieve el pensamiento de quienes no estaban de acuerdo con lo que sucedía en España.
Fue católico practicante y muy aficionado a los toros. Asistió a la corrida celebrada en Manzanares (Ciudad Real), en la que el toro de nombre “Granadino” hirió de muerte, con una profunda cornada en el muslo derecho, a su también amigo Ignacio Sánchez Mejías. Escribió interesantes textos para diversos toreros, pues tuvo un estrecho vínculo con la tauromaquia y entendía que los toros representaban un arte casi espiritual. Sus obras taurinas tituladas “El Arte de Birlibirloque” publicado con dibujos de José Caballero, “El Mundo por Montera” “La Música Callada del Toreo” que pone de manifiesto el mundo simbólico, misterioso, sonoro, audad, desafiante, creador y espiritual que los toros representan o “La claridad del toreo” que se publicó en 1987.
Uno de sus aforismos más representativos que fue publicado tras su muerte en 1984 dice : Si le temes a la muerte / no es porque temes a Dios / ni al Diablo: lo que temes / es muchísimo peor; / temes no encontrar en ella / a ninguno de los dos.
José Bergamín regresó a España en 1958, después de haber pasado años de exilio en México, Venezuela, Uruguay y Francia. Vivió en Madrid donde siguió escribiendo, pero no se sintió cómodo con la nueva situación política y volvió a irse. De ese modo grotesco asumió como pudo otro segundo exilio mucho más doloroso que el primero. Pues en España se sentía un fantasma, como él mismo afirmó. En 1970 regresó de nuevo a Madrid.