En el solsticio de invierno de 1870

"Tal vez muy pronto tendré que hacer las maletas para el gran viaje: de una hora a otra puede desligarse el espíritu de la materia para remontarse a regiones más puras..."

(Gustavo Adolfo Bécquer. "Introducción Sinfónica". Libro de los gorriones. Marzo 1868)

La mañana del 22 de diciembre de 1870 muere en Madrid, en su domicilio de Claudo Coello, 25 (hoy, número 7), el escritor y poeta Gustavo Adolfo Bécquer. Una placa en su edificio recuerda al "poeta del amor y del dolor". Le faltaban dos meses para cumplir 35 años. Una imprudencia le adelantó la muerte.  Aquel día, en Sevilla, su ciudad natal, un eclipse total apagó el sol.

Había nacido el 17 de febrero de 1836. Era el quinto hijo del pintor José Domínguez Insausti Bécquer y de Joaquina de la Bastida y Vargas, pero prefirió utilizar el apellido heredado de sus antepasados, Miguel y Adam Becker, llegados a Sevilla desde Flandes a comienzos del siglo XVII.

En vísperas de la Inmaculada, un día helador (el invierno de 1870-1871 fue el más frío del siglo) esperaba en la Puerta del Sol,  junto a su amigo el escritor Julio Mombela, un ómnibus (vehículo de cuatro ruedas tirado por caballos o mulas) que les llevase al Barrio de Salamanca, donde vivían. Cuando llegó, su interior iba lleno, solo quedaban asientos libres en la imperial, la parte superior descubierta. Julio quiso esperar al próximo, pero Gustavo, más impaciente, se empeñó en subir. Con el movimiento, la sensación de frío aumentó, el vientecillo helado les penetraba en los huesos y las vísceras. Llegaron ateridos a la esquina de Lagasca con Claudio Coello. Enfermaron los dos: Mombela, que tenía mejor salud, se recuperó, Bécquer, que padecía de tuberculosis y de sífilis, no. El día 10, en el segundo número de "El Entreacto", periódico del que era director desde el día 3, aparecía la noticia de su enfermedad. 

Su mejor amigo, Augusto Ferrán, también poeta y escritor,  que le dio a conocer la lírica alemana y a Heine, le cuidó con atención y afecto. Gustavo, que percibía que su muerte se acercaba, le pidió que quemara unas cartas, quizá de amor, y que le publicaran sus poemas. 

"Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo".

Hasta entonces sólo le habían publicado 16 rimas en algún periódico y sin mucho éxito.  Tras su muerte, se contarán entre los poemas en lengua castellana  más editados, más leídos, más admirados y más queridos. En vida fue más conocido por sus "Leyendas" y por sus "Cartas literarias a una mujer" y "Desde su celda", publicadas en "El Contemporáneo"

La noche del 21 de diciembre, solsticio de invierno, entró en coma. Sus últimas palabras habían sido: "todo mortal". Murió a las 10 de la mañana del día siguiente, jueves 22, la pulmonía se lo había llevado. Lo enterraron el 23 en el Patio del Cristo de la Sacramental de San Lorenzo y San José, nicho 470. Allí reposó hasta 1913, en que fue trasladado a Sevilla a la antigua capilla de la Universidad. Desde 1972 descansa en el Panteón de Sevillanos Ilustres.

A la salida del entierro, el pintor Casado de Alisal propuso a sus amigos publicar su obra, y también la pintura de su hermano Valeriano, muerto hacía tres meses. Se reunieron al día siguiente, 24 de diciembre, Nochebuena, en su estudio, para preparar la edición. El 29, Ferrán y Campillo revisaron sus rimas y 15 leyendas, y antes de finalizar 1870 las publicaron con el título de "Obras". Pero será al año siguiente cuando en dos tomos saquen la edición considerada durante mucho tiempo como definitiva: Gustavo Adolfo Bécquer. "Obras". T Fortanet. Madrid 1871. 

En estos volúmenes "se contiene lo que está destinado a ser el mayor monumento del romanticismo literario español".(José Ángel Crespo).

En ellos se incluyen 76 rimas de las 79 manuscritas por Bécquer en el "Libro de los gorriones", aunque no en el mismo orden, y se añaden nuevas correcciones. Antes de este manuscrito hubo otro, que se perdió en las revueltas de la Revolución del 68, cuando se saqueó  el lugar donde esperaba para ser publicado, el hogar del ministro González Bravo, protector del poeta. Bécquer recreó sus poemas en un cuaderno comercial,  fechado en 1868, al que puso el citado nombre de "Libro de los gorriones", bajo el epígrafe: "Poesías que recuerdo del libro perdido". Les añadió una "Introducción Sinfónica".

Este manuscrito, que también estuvo perdido un tiempo, fue descubierto en 1914 por el estudiante alemán  Franz Schneider en la Biblioteca Nacional de Madrid, que lo había adquirido en 1896 por 25 pesetas. Desde entonces muchas publicaciones incluirán la "Introducción Sinfónica" y las 79 rimas, a las que se han añadido 6 más, posteriormente descubiertas.

"Sus "Rimas",  tan aparentemente fáciles, son el testimonio de un hombre que poseía unas extraordinarias dotes de expresión y una gran capacidad de síntesis, en suma, la difícil sencillez de lo auténtico" (Rafael Montesinos).

"Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda 
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan, 
mientras haya esperanzas y recuerdos, 
habrá poesía "

Gustavo Adolfo Bécquer