Mosaico literario y cultural

Miguel de Cervantes: «Vale un Potosí»

Entre el 12 y el 15 del mes pasado, Salamanca se convirtió en el epicentro de la poesía internacional albergando el XXVIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos. El evento reunió a voces de América Latina, España y Portugal. El poeta Alfredo Pérez Alencart, figura destacada del encuentro, extendió unas cálidas palabras de bienvenida a sus colegas poetas, subrayando la importancia de este diálogo poético. Finalizada la sesión matutina, los participantes posaron para la tradicional fotografía colectiva ante la icónica fachada de la Universidad de Salamanca. Y así, como el río Tormes fluye sin detenerse, el encuentro se desplegó en una sinfonía de versos que tejieron un lienzo inolvidable. Desde la Hospedería Arzobispo Fonseca, los poetas caminaban en grupo hacia los escenarios donde la palabra cobraba vida. Cada jornada constituía un nuevo capítulo: no lineal, sino de naturaleza circular, similar a un abrazo que reúne diversas nacionalidades. 

XXVIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca - Foto Javier Claure
XXVIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca - Foto Javier Claure

En el hermoso Teatro Liceo de tres plantas, ubicado en el centro de Salamanca, y en presencia de la famosa escritora salmantina, Pilar Fernández Labrador, las voces de los poetas se alzaron como antorchas en la noche iluminando el alma de los presentes. Otro día observamos el aula donde Fray Luis de León impartía sus clases. Ver los bancos de madera maciza, toscos, desiguales y marcados por el tiempo; era como desenterrar las palabras de Fray Luis de León que aún laten bajo la tierra salmantina. Y como si el pasado abriera una puerta secreta, nos llevaron a la Biblioteca General Histórica de la Universidad de Salamanca. Allí, bajo una luz que simulaba venir del siglo XVI, nos mostraron un libro escrito con puño y letra de Fray Luis de León. En otro libro, un enorme Atlas, cuando el bibliotecario nos explicaba, de pronto pronunció: «Potosí de Bolivia». Entonces, mi pensamiento se deslizaba por un puente construido, con lingotes de plata, desde el Cerro Rico de Potosí (Urqu P’utuqsi) hasta la Plaza Mayor de Madrid. Y en el centro de la Plaza veía un letrero con la expresión creada por Miguel de Cervantes: «Vale un Potosí». Bolivia sigue brillando con sus riquezas naturales, y está presente en ese Atlas recordándonos que la historia también se escribe con cicatrices. 

Pero no todo lo que se exhibe en una biblioteca es luz. En la Biblioteca Histórica nos mostraron libros censurados. En algunos casos se utilizaba tinta negra para manchar un texto o páginas que se consideraban sediciosas. En otras circunstancias se pegaba un papel blanco, con una especie de adhesivo, sobre una página. Así se ocultaba el texto por completo. Y en los casos más extremos, simple y llanamente, se arrancaban páginas completas que contenían «información peligrosa». Sin embargo, lo arrancado resucita, como la poesía, en cualquier parte del mundo. El papel barato y la tinta hecha carbón podrán ocultar palabras, pero no los pensamientos, las ideas y los sentimientos. En este sentido, los poetas se dividieron en grupos para leer poesía en diferentes colegios de Salamanca. 

Finalmente, el clímax llegó el último día cuando el alcalde de Salamanca, Carlos García Carbayo, recibió a los poetas en el lujoso salón con espejos del Ayuntamiento. Dio la bienvenida a los presentes, e inició su discurso evocando la rica tradición literaria de Salamanca. Tras el acto protocolario, las diferentes delegaciones fueron fotografiadas con el alcalde, inmortalizando sonrisas que simbolizan la unión a través del verso. Y para culminar la jornada, abrieron los balcones del Ayuntamiento. Así, los poetas podían observar, desde arriba, la Plaza Mayor de Salamanca. En esos miradores, donde cada barandilla es un poema, se sacaron fotos capturando no solo vistas icónicas, sino también el ambiente de fraternidad.

En fin, el haber participado en este Encuentro de Poetas Iberoamericanos, considerado uno de los más importantes del mundo, ha sido una experiencia enriquecedora. He conocido a gente maravillosa, a colegas de tinta y papel. Cada poeta traía su acento único, y cada metáfora se convertía en amistad que florecía mientras pasaban los días. Y al escucharnos, brotamos como agua de un manantial: cada voz era un afluente que se juntaba al cauce común del encuentro. Y es que la poesía teje versos con hilos invisibles para recordarnos que en este mundo efímero de guerras, la felicidad no está en juntar cosas materiales. Son los lazos del alma, los que perduran y nos hacen más humanos.