Fronteras desdibujadas

Las vidas posibles de Miguel de Cervantes

Nunca ha dejado de ser noticia. Cuatro siglos después de su muerte, Miguel de Cervantes Saavedra continúa ocupando titulares y provocando debates. La reciente película El cautivo, dirigida por Alejandro Amenábar, ha reabierto viejas discusiones sobre la frontera entre la historia documentada y la ficción artística. En paralelo, el escritor Basilio Rodríguez Cañada publica Las vidas posibles de Miguel de Cervantes, una obra que también imagina versiones alternativas del autor del Quijote, pero lo hace desde el respeto y la conjetura poética, más cercana al ensayo histórico que a la provocación ideológica.

Cañada parte de una premisa luminosa: “hubo una vida que fue, y otras muchas que pudieron ser”. Desde esa grieta entre el documento y el silencio, construye seis relatos largos con estructura de capítulos, donde la biografía se entrelaza con la invención literaria. Son relatos extensos, casi novelas breves, que se leen con el vértigo de una aventura y la profundidad de un ensayo documentado. Cada uno nace de un hecho real o verosímil y se expande desde allí hacia la imaginación, allí donde la historia calla.

Portada del libro Las vidas posibles de Miguel de Cervantes, de Basilio Rodríguez Cañada
Portada del libro Las vidas posibles de Miguel de Cervantes, de Basilio Rodríguez Cañada

En El otro Miguel, el joven Cervantes se duplica en un soldado que lleva su mismo nombre y cuyo destino se confunde con el suyo tras la batalla de Lepanto. Sombras de Argel reconstruye con minuciosa belleza sus cinco años de cautiverio y su amor secreto con Aixa, hija de un renegado español. Encuentro en Valladolid plantea la posibilidad fascinante de que Cervantes y Shakespeare se hayan conocido durante la visita de la embajada inglesa de Lord Howard en 1605.

Los tres relatos siguientes se atreven a imaginar lo que la historia negó: que el Consejo de Indias hubiese aceptado su solicitud de viajar al Nuevo Mundo. Así, El contador de galeras, El gobernador de Soconusco y El caballero del altiplano transcurren en territorios americanos, desde Cartagena de Indias hasta La Paz, mostrando a un Cervantes que habría cruzado océanos no solo como soldado, sino como cronista del mestizaje y de la condición humana.

La obra, escrita con precisión y belleza, se sostiene sobre un sólido trasfondo histórico y documental. En su Pórtico del autor, Cañada aclara que no pretende corregir la historia, sino celebrarla desde la imaginación, allí donde la verdad y la ficción se dan la mano. Y esa es, quizá, la clave de su encanto: ofrecer un Cervantes múltiple, no para contradecirlo, sino para completarlo.

Las cifras hablan por sí solas: el Quijote ha sido traducido a más de 150 idiomas, y solo la Biblia lo supera en número de versiones y lecturas. Es el libro más citado, estudiado y reinterpretado de la literatura occidental. En cada feria del libro o congreso literario —como el reciente coloquio Vigencia del Quijote en el arte y la literatura, celebrado en Santo Domingo con la participación de Basilio Rodríguez Cañada, José Enrique Delmonte, Juan Miguel Madera y Marino Berigüete— el público sigue respondiendo con la misma devoción de siempre.

Esa presencia viva de Cervantes no se limita a los estudiosos: hoy más de 90 Institutos Cervantes en el mundo difunden su lengua y su legado en cinco continentes. Desde Manila hasta Nueva York, desde Rabat hasta Lyon, el nombre del autor del Quijote continúa siendo embajador de una cultura que no cesa de reinventarse a través de la palabra.

¿Debe el arte ceñirse a la literalidad de la biografía o puede —como su propio personaje— lanzarse contra los molinos de la interpretación? Tal vez lo esencial no sea defender a Cervantes de sus lecturas, sino seguir leyéndolo con la hondura que merece.

Porque cada generación inventa su propio Quijote y delinea a su propio Cervantes: unos desde la historia, otros desde el cine, y otros —como Basilio Rodríguez Cañada— desde la palabra que imagina sin traicionar.

Y con ellos seguimos desdibujando fronteras.