Plano secuencia

K.

«No se escribe tu nombre / […]»
(Pedro Salinas, Razón de amor, 21)

11 de julio. 11 de julio de 1932. «Madrid huele a sol por las mañanas», me recuerda Arturo Barea en La forja de un rebelde (1941-1944). La capital despierta con sueños por cumplir. Y a las siete ya se dan los buenos días con 20 grados y un cielo claro, según el número 193 (año XL) (11 de julio de 1932) del Boletín del Servicio Meteorológico, perteneciente al Instituto Geográfico y Catastral. Ese lunes, en la Residencia de Estudiantes, espacio que fue lugar de acogida para unos jóvenes Buñuel, Dalí y Lorca, se inaugura una nueva edición del Curso de Vacaciones para Extranjeros. El evento está organizado por el Centro de Estudios Históricos y lo dirige Pedro Salinas (1891-1951), catedrático de universidad y profesor de la Escuela Central de Idiomas de Madrid. La fecha de su término será el 6 de agosto. «En suma, un mes de estancia en Madrid, permite adquirir, con el ciclo de conferencias y clases prácticas, los necesarios conocimientos lingüísticos y literarios, y completar estos conocimientos con las conferencias sobre Historia de la Civilización española y con las excursiones y visitas, que permiten apreciar dicha civilización en toda su integridad», se lee en el programa de ese año. El propio responsable dará diez conferencias con el título «Resumen histórico de la literatura española», diez charlas sobre «Literatura española contemporánea» y, bajo su dirección, se impartirán diez horas de «Prácticas de vocabulario». En otras palabras, una iniciativa pedagógica destinada a foráneos implicados en la docencia del español o con la pretensión de un mayor acercamiento a la lengua o la literatura hispana. Será el caso de integrantes del prestigioso Smith College, una de las cunas intelectuales de la mirada feminista norteamericana y una referencia clave del internacionalismo cultural universitario.

Los trabajos del Curso tuvieron inicio ese lunes a las nueve, mientras el cielo se mostraba despejado. Ya recordarán ustedes: 20 grados y una mañana limpia. Un ser sensible, entonces, podía «[…] contemplar, en la lejanía, el perfil azul del Guadarrama: fondo de algunos cuadros de Velázquez y Goya», como describe Azorín en el bonaerense La Prensa el 13 de junio de 1926. A las seis, sin embargo, con 28 grados y un cielo limpio, de acuerdo con el número 193 (año XL) (11 de julio de 1932) del Boletín del Servicio Meteorológico, y en la primera sesión del curso «Literatura española contemporánea», nadie vio un rayo sajando a Pedro Salinas ante Katherine Prue Reding (1897-1984), assistant professor of Spanish Language and Literature en el citado Smith College.

«Ha sido, ocurrió, es verdad. / Fue en un día, fue una fecha / que le marca tiempo al tiempo. / Fue en un lugar que yo veo. / Sus pies pisaban el suelo / este que todos pisamos. / Su traje / se parecía a esos otros / que llevan otras mujeres. / Su reló / destejía calendarios, / sin olvidarse una hora: / como cuentan los demás. / Y aquello que ella me dijo / fue en un idioma del mundo, / con gramática e historia. / Tan de verdad, / que parecía mentira» (Pedro Salinas, La voz a ti debida, 5).

Y a partir de entonces nacerá una unión de espejos personales y nacerá una novedosa mirada de poeta y nacerá uno de los cancioneros más hondos de las letras españolas, donde el sentimiento se conjuga en un infinito mortal y rosa (La voz, 70).

La voz a ti debida fue publicado en 1933. El libro tuvo un gran eco. Y no pocos especialistas procuraron definir a la amada allí presente, identificar la belleza del «tú», verbalizar un siempre callado. A modo de muestras, Leo Spitzer apuntaba un fenómeno de conciencia, Jorge Guillén defendió la existencia de un ser real, Mathilde Pomès señalaba a Margarita Bonmatí, esposa del poeta, y Julián Marías, recordando su estancia académica 1951/1952 en el estadounidense Wellesley College, toma nota de rumores en torno a K. como fuente para La voz a ti debida. «[…] excelente profesora de Smith College, mujer de gran distinción y belleza, every inch a lady, como se dice en inglés, sin pedantería profesional, que había conocido a casi todos los grandes intelectuales españoles y había sido amiga de ellos. […]. Se ha dicho que La voz a ti debida se había escrito pensando en ella; no lo sé; lo único que puedo decir es que lo merecía». Y, definitivamente, Enric Bou (2002) con su Pedro Salinas. Cartas a Katherine Whitmore (1932-1947) elimina toda divagación. 

A partir del 1 de julio de 1999, en la Houghton Library (Universidad de Harvard), tal y como menciona el propio Enric Bou, es posible tener acceso a 354 cartas y a 144 composiciones que el poeta mandó a la profesora norteamericana entre 1932 y 1947. Un legado que ella misma dona, con la condición de solo darlo a conocer trascurridos 20 años, suficiente largo tiempo para no estar viva cuando se supiese la verdad de su relación. «Papers were formerly restricted. Opened July 1999 (see letter from Mrs. Katherine P. Whitmore to R. G. Dennis 7 July 1979)» / «*79M-22. Presented by Mrs. Katherine P. Whitmore, 244 South El Molino Avenue, Pasadena, California, 91101; received: 1979 July 16», informa la Universidad de Harvard. Y ya con esa correspondencia, y por el texto que K. adjunta para su cesión, entramos en un mundo de maravilla, belleza y terror («Thou Wonder, and thou Beauty and thou Terror», se cita a Shelley y su Epipsychidion en La voz a ti debida). Así, un principio: la luz de sus amores en julio de 1932.

P. «Sí, porque naciste de ti misma. Yo vi primero tus apariencias corporales. Fueron como el signo, como la seña indicadora. Pero luego poco a poco, según te miraba empecé a ver cómo de tu propia carne, de tu propia figura salía el ser nuevo, nacía la criatura revelada. ¡Prodigio, milagro, asombro! Y lo más raro es que todo ello se verificaba, sucedía, sin que nadie se diera cuenta, más que yo -ni tú siquiera-, en un lugar y ambiente que nada tenían de milagrosos, en una clase… Nadie notó nada, nadie advirtió nada. Pero aquella noche, al salir de clase, el mundo llevaba encima una ilusión nueva. Un anhelo más» ([2 de agosto de 1932]). 

K. «En el verano de 1932 fui a Madrid a estudiar y a estar con mi amiga y colega Miss Caroline Bourland, jefa del Departamento de Español de Smith College. Ella me aconsejó que me matriculara en la clase “Generación de 1898” que Salinas impartía. Lo hice, pero llegué tarde a la primera sesión. La única silla libre estaba al final, a la derecha de una mesa muy larga, desde la que solo podía ver al profesor si alargaba el cuello y esforzaba la vista como podía. […] Me había visto en clase. Ya había caído el relámpago y la persecución había comenzado».

Los cursos especiales, como «Literatura española contemporánea», se ofrecían por la tarde. «Te conocí, repentina, / en ese desgarramiento / brutal de tiniebla y luz, / donde se vela el fondo / que escapa al día y la noche» (La voz, 12). (Un marco ideal para una luna en cuarto creciente. Luna en amor creciente). En una misiva, fechada el 19 de enero [de 1933], leemos: «No puedo creer que nuestro primer cruce de miradas fue en un aula de la Residencia, una tarde de agosto, no»; sin embargo, ya hay una primera correspondencia con matasellos de 1 de agosto de 1932, y en cuyo sobre la misma K. anota «1932 / First letter to Mallorca. / P. took C. B. and me to the / station» -Salinas, Pedro, 1892-1951. 344 letters to Katherine Prue (Reding) Whitmore; 1932-1947 & [n. d.]., 1932-1947». Vid. seq. 4-. Recordemos que el Curso comenzó un 11 de julio.

Después, los encuentros en la Alicante y en la Barcelona del verano de ese mismo año. … Y los primeros celos del enamorado: «Es en la primera [carta] en la que me he demorado más tiempo. Me hace pensar mucho, mucho. “Sé que el pasado es pasado, que a ti pertenecen el presente y el futuro”. “Karl me ha hecho una visita”. No sé quién es pero supongo que es la misma persona que viste al volver de N[ew] Haven, el que estuvo a punto de ser tu marido. ¡He pensado tantas cosas!» (2 de febrero [de 1933]). Luego, en 1933, la estancia de K. en Cantabria, junto a alumnas del pionero Study Abroad Program del señalado Smith College, para la primera edición de los cursos de la Universidad Internacional de Verano en Santander, ideados por el propio Salinas. «Bajan las maletas al taxi -que espera ante la puerta-, miss Reding se va ahora. He hablado con Emilio de ella. Tendrá unos 35 años. No guapa. Cuerpo estupendo, flexible, delgado. Nariz respingona. Profesora de Smith College. (Me habló mucho de usted -me dijo Casalduero). Emilio la ha acompañado bastante al principio. “Buena nadadora”. Estuvo a punto de ahogarse con ella. -Pero, ¿has flirteado con ella? Se ha sonreído. Mais est-ce que’elle aurait marché ? / Ha salido ya. Enseguida. ¡Cómo la ha mirado! La ha saludado dos veces… ¡Buen viaje! -Volverá el año próximo en lugar de miss Kennedy. -Haré de carabina -dice- porque me gustará pasar un tiempo en Madrid. También ha publicado una tesis sobre Cadalso, escritor del XVIII», relata Jorge Guillén a su esposa Germaine Cahen un 4 de agosto de 1933 desde Santander. (En otra carta entre los anteriores protagonistas, fechada un 7 de agosto de 1933, también en Santander, sentimos que los primeros celos en Pedro Salinas no han desaparecido: «Piensa en una obra de teatro: el hombre, enamorado de una mujer, que quisiera saber cómo es la sombra, el antiguo amante. Es una mujer que ha tenido antes un amor. Tormentos, pues, por saber cómo fue el otro. Pero este muere. Sí, la mujer de ese drama -añado yo ahora- no es una muchacha de 20 años. Se trata de una mujer, ya hecha, y en la plenitud de su responsabilidad y de su vida»). Un año a continuación, en 1934, K. también se desplaza a la cantábrica Universidad Internacional de Verano, ahora como responsable en España del dicho Study Abroad Program. Más tarde, desde septiembre, en Madrid, siguiendo el periodo de estudios de las jóvenes que tutela (1934/1935). … Y un tiempo aprovechado para elaborar su tesis doctoral. (El espíritu del 98 y los personajes de las novelas de época. El 10 de junio de 1935 obtiene un sobresaliente en su ejercicio para el grado de doctor por la Facultad de Filosofía y Letras, conforme el Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid. Vid. signatura 144/12-38. «Yesterday I had my oral examination in the University and now have a Spanish doctor’s degree. They gave my thesis “sobresaliente” instead of plain “aprobado”, which made me very happy», en carta de K. a W. A. Neilson, 11 de junio de 1935, que nos envían fotografiada desde Smith College. La tesis fue dirigida por Pedro Salinas, según la reseña que publica el eruditísimo Otis H. Green en Hispanic Review, 5, 4, 1937, revista puntal del naciente hispanismo norteamericano). 

… Y en 1935 el intento de suicidio de Margarita al descubrir la pasión de su esposo… y el propósito de K. de poner fin a su vínculo con el poeta por el mal que estaban causando a una tercera persona.

«Yo no podía entender la reacción de Pedro ante aquel trágico suceso. Parecía no ver conflicto alguno entre su relación conmigo y con su familia. Les quería, respondía por ellos y en ningún momento contemplaba abandonarlos… pero me necesitaba. Yo era su musa, su amor, su gran pasión, y, para él, yo era tan necesaria como lo eran ellos. Pero ¿cuál era mi futuro? ¿Cómo podría florecer el amor indefinidamente sub rosa con todos los subterfugios que implicaba, con la infelicidad inevitable, de cara a su mujer y a sus hijos, con la constante amenaza del escándalo? La sociedad de los años treinta jamás aceptaría tales relaciones fácilmente. Aun así, le amaba. Sentí que me hallaba en un callejón sin salida. Cuando mi barco zarpó del puerto de Málaga en junio, estaba segura de que aquello era el final», escribe K. en el texto que adjunta a su legado. (Montserrat Escartín Gual, en 2019, ilustra el marco en Pedro Salinas, una vida de novela, y no hay más que atender a los subtítulos del apartado «Un hombre entre dos amores»: «La amistad con la esposa» y «La pasión por la amante»).

… Y la separación por la Guerra Civil y el exilio del poeta en Estados Unidos. En 1939 el matrimonio de la profesora con Brewer Whitmore, docente en Smith College. Y un último encuentro en la primavera americana de 1951. Pedro Salinas moría el 4 de diciembre de ese año. 

«El final fue triste pero inevitable. Quizás hubo un “Error de cálculo”, tal y como sugiere uno de sus poemas. O mejor, “Error sin cálculo”. Como quiera que fuera, sucedió y fue glorioso en su momento. Acabó sin amargura. El cariño que sentíamos el uno por el otro no podía morir. Él me ayudó en más maneras de las que puedo contar y estoy infinitamente en deuda con él. Y yo, ¿qué le aporté yo a él? Fuera un error o no, fui yo quien le dio el ímpetu para crear su mejor poesía en las alegrías y en las penas. Ambos deberíamos estar satisfechos. / Katherine R. Whitmore / Pasadena (California), junio de 1979».

Final de la primera parte