Zarabanda

Juan de la Cruz. Poeta del amor

 "... atención al interior,
y estarse amando al Amado"

("Suma de la perfección") 

Juan de la Cruz, santo desde 1726 y patrono de los poetas en lengua castellana desde 1952, ha sido reconocido como "una de las voces poéticas más delicadas, vigorosas y puras de la historia de la literatura" (David Monteira Arias) y a su " Cántico espiritual", que bebe de las fuentes del "Cantar de los cantares", como uno de los mejores poemas de todos los tiempos. Sólo necesitó unos 800 versos para demostrarlo. 

"Volé tan alto tan alto,
que le di a la caza alcance"

(J. de la Cruz. "Coplas a lo divino")

Nació en 1542 en Fontiveros, una villa de la Moraña (Tierra de moros) en la provincia de Ávila. Fue bautizado en la iglesia parroquial de San Cipriano el 24 de junio, festividad de San Juan Bautista, con el nombre de Juan. Era el tercero de los hijos de Juan de Yepes, de familia de ricos comerciantes en sedas, toledanos y judíos conversos, y de Catalina Álvarez, una pobre morisca tejedora de burato (tejido de seda o de lana y seda). La conoció en Fontiveros, y su matrimonio le costó el repudio de su familia y la pobreza. Su mísera situación le llevaría a la muerte y también a Luis, su segundo hijo. Ambos están enterrados en San Cipriano. 

Catalina y sus otros dos hijos, Francisco y Juan, entonces con 6 años, se trasladaron a Arévalo en busca de una mejor vida, que no consiguieron.  Cuatro años después, en 1552,  partieron para Medina del Campo, una villa más rica, donde se celebraban importantes ferias. Allí, el trabajo de tejedora de Catalina  y el matrimonio de Francisco con Ana Izquierdo, en bastante  buena posición económica, les permitieron mejorar su situación. 

La estancia en Medina fue decisiva para Juan. Estudió en el Colegio, para pobres, de Niños de la Doctrina y desde 1559 a 1563, en los jesuitas. Su buena preparación le permitió entrar  este año en los carmelitas, en su convento de Santa Ana, donde,  abandonando su apellido, pasó a llamarse Juan de Santo Matía. En 1567, tras estudiar en Salamanca, se ordenó sacerdote en Medina. 

Allí, en septiembre de este año, conoce a Teresa de Jesús, que ha ido a fundar su segundo convento de carmelitas descalzas, la orden que ha reformado. La fundadora le pide que cree y dirija la rama masculina de la nueva orden, a lo que Juan accede. Abandona a los carmelitas calzados, y con el nuevo nombre de Juan de la Cruz, el 28 de noviembre de 1568, funda en Duruelo el primer convento de carmelitas descalzos.

Esta decisión le acarreará terribles sufrimientos, y nos aportará los versos más hermosos. El 3 de diciembre de 1577 es apresado en Ávila por los descalzos y encarcelado en su convento de Toledo. Teresa, que conocía el odio que sentían por los descalzos, y en especial por Juan, escribe a Felipe II pidiéndole su liberación. En la carta le manifiesta que preferiría verlo "en manos de moros que de calzados" porque "éstos tendrían más piedad".

Los calzados, para obligarle a abandonar la reforma, lo trataron con la más terrible  crueldad. Fue encerrado en un minúsculo cubículo, sin luz, ni apenas aire, alimentado con mendrugos de pan y alguna sardina, azotado y humillado sistemáticamente, no le vaciaban durante días el balde de los excrementos, y no pudo cambiarse de ropa durante seis meses. Enfermó de disentería, y  con el calor del verano, y por la sangre de los azotes, la túnica se le pegaba a la espalda que se le pudría y agusanaba.

Su segundo carcelero se apiadó de él, le proporcionó una nueva túnica, papel, pluma y tinta, e incluso le abría la puerta de su habitáculo para que pudiera respirar.

Y allí, en ese horrible lugar, casi a oscuras, en soledad y abandono, y con terribles dolores, dio vida a algunos de los versos más hermosos de la lengua castellana.

"¿A dónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido,
salí tras ti clamando, y eras ido"

("El cántico espiritual")

La noche del 14 al 15 de agosto de 1578 huyó de su prisión. Con él iba un cuadernillo con estrofas de "El cántico espiritual", el poema "Qué bien se yo la fonte que mana y corre", la versión rimada del salmo "Súper flumina Babylonis" y las tres primeras secciones del largo romance sobre el misterio de la Trinidad y la Encarnación. 

Meses después, en el convento de Nuestra Señora del Monte Carmelo, cerca de Beas del Segura (Jaén), escribió el poema "En una noche oscura" y las restantes estrofas, excepto seis, de "El cántico espiritual ".

Aún no estaba repuesto. 

 "Era como un muerto, solo piel y huesos, tan enjuto y exhausto que apenas podía hablar" (Ana de Jesús").

En 1581, en el convento de los Santos Mártires de Granada, escribió la primera versión de su comentario de "El cántico espiritual ", los poemas "La noche oscura del alma" y "Llama de amor viva", y terminó "La subida al Monte Carmelo".

" En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada"

("La noche oscura del alma")

Murió en Úbeda, el 14 de diciembre de 1591, mientras escuchaba los versos de "El Cantar de los Cantares". Les pidió a los frailes que se lo leyesen.

En la poesía de Juan de la Cruz, y en él mismo, se fusionan lo cristiano, lo judío y lo musulmán. Jose Jiménez Lozano lo llama "El mudejarillo" (Anthropos, 1992). Para mí, es la esencia de lo hispano. En su menudo cuerpo y en su inmensa alma caben oriente y occidente.

Conoce a fondo el Antiguo Testamento, los Salmos y El Cantar de los Cantares, que impregna sus mejores poemas; domina los misterios de la fe cristiana, la Trinidad, la Encarnación, la Eucaristía; sabe y gusta de la poesía tradicional y popular castellana, de la lírica italianizante, de Garcilaso, y son evidentes las analogías, en el uso de las metáforas, en las alegorías, en las adaptaciones de las formas, y en la descripción de la experiencia espiritual, con los sufíes, místicos poetas musulmanes. Así lo señaló hace años Asín Palacios. Ahora lo hacen otros investigadores,  como Luce López Boralt: " El rico contenido semántico que han adquirido sus símbolos coincide con el que esos mismos símbolos tienen entre los sufíes". Son símbolos que siguen vivos: la llama de amor, la fonte que mana y corre, los cabellos, el pájaro solitario, la noche oscura del alma...

Leamos, releamos, a Juan de la Cruz, "el mudejarillo". Sus versos pueden limpiar nuestras almas del odio que incendia el mundo y sacarnos de la noche oscura en que nos hallamos.