Latinoamérica atraviesa una fase de estancamiento en la recuperación del mercado laboral tras los impactos provocados por la pandemia y el ciclo inflacionario global. Así lo señala el más reciente informe de Claves, correspondiente a mayo de 2025, que analiza el comportamiento del empleo y su impacto sobre la economía regional.
Aunque la tasa de desocupación promedio en América Latina se sitúa en torno al 6,3 %, una de las cifras más bajas desde 2015, el informe advierte que esta aparente mejora se sostiene sobre una base precaria. La expansión del trabajo informal, que representa más del 50 % de los puestos laborales en países como Bolivia, Perú o Guatemala, refleja que la calidad del empleo sigue deteriorada. En otras palabras, más personas están trabajando, pero en condiciones de mayor vulnerabilidad, sin acceso a seguridad social ni estabilidad laboral.
El empleo informal se consolida como uno de los mayores desafíos estructurales para las economías latinoamericanas. Según el documento, esta modalidad laboral se ha convertido en el "refugio" ante la debilidad del empleo formal, particularmente entre jóvenes y mujeres. La falta de incentivos para la creación de empleos de calidad, sumada a la rigidez del marco regulatorio en algunos países, ha empujado a millones de trabajadores hacia sectores de baja productividad y altos niveles de precariedad.
La productividad laboral también continúa estancada, con un crecimiento de apenas un 0,5 % promedio anual en la última década. Este dato es clave, ya que el informe sostiene que sin aumentos sostenidos de productividad, es imposible generar empleo formal, aumentar los salarios reales y reducir la pobreza estructural. Países como Argentina, Colombia o Ecuador muestran señales claras de que los avances en ocupación no se traducen en mejoras reales del ingreso de los hogares.
En cuanto a los sectores más afectados, el documento destaca que la industria manufacturera y el comercio minorista han perdido participación en el empleo total, siendo sustituidos por actividades menos intensivas en capital humano, como el trabajo doméstico o el empleo por cuenta propia sin capital. Esto supone una reversión del proceso de formalización que algunos países habían logrado entre 2010 y 2019.
El informe también subraya el deterioro del empleo juvenil, con una tasa de desempleo que supera el 18 % en promedio en la región. Esta situación, combinada con la baja calidad educativa y la informalidad, amenaza con consolidar una generación atrapada en un círculo de exclusión y subempleo. En algunos países, como Brasil o México, más del 40 % de los jóvenes ocupados lo hacen en condiciones informales.
Frente a este panorama, el informe de Claves advierte sobre la necesidad urgente de reformas estructurales en los mercados laborales de América Latina. Estas deberían incluir desde una simplificación de las cargas fiscales al trabajo formal, hasta programas de capacitación técnica vinculados a sectores productivos dinámicos. Además, se recomienda fortalecer la protección social para trabajadores independientes e informales, mediante mecanismos que reconozcan las nuevas formas de empleo en la era digital.
En definitiva, la recuperación del mercado laboral latinoamericano tras la pandemia es más frágil de lo que indican las cifras de desempleo. La persistencia de altos niveles de informalidad, la baja productividad y la desigualdad de oportunidades están limitando el potencial de desarrollo económico sostenible e inclusivo. El reto no es solo crear más empleo, sino crear empleo de calidad.