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El Valle Alto del Lozoya: el ‘Serengueti’ madrileño que alimentó a los neandertales hace 90.000 años

Un estudio liderado por la UCM revela que este enclave natural de la Sierra de Guadarrama pudo sustentar de forma estable a un grupo de 34 neandertales, gracias a su extraordinaria riqueza faunística.

Panorámica río Lozoya (GRG)
photo_camera Panorámica río Lozoya (GRG)

No hace falta viajar al Serengueti ni a las llanuras de Tanzania para imaginar un paisaje prehistórico rebosante de vida salvaje. Basta con levantar la mirada hacia el norte de Madrid y adentrarse en el Valle Alto del río Lozoya, donde un nuevo estudio arqueológico ha demostrado que, hace 90.000 años, la biodiversidad de esta zona de la Sierra de Guadarrama era comparable a la de los ecosistemas más fértiles del Pleistoceno europeo, e incluso africano.

El trabajo, publicado en la revista científica Archaeological and Anthropological Sciences, ha sido liderado por la investigadora Lucía Molino, del Departamento de Geodinámica, Estratigrafía y Paleontología de la Universidad Complutense de Madrid, en colaboración con un equipo multidisciplinar. El objetivo: calcular la cantidad de biomasa cárnica que habría disponible en la época en la que se formó el yacimiento de Cueva del Camino, una de las principales referencias para el estudio de los neandertales en el centro de la península ibérica.

Una despensa natural para los cazadores del Pleistoceno

Los resultados del estudio estiman que el entorno del Valle Alto del Lozoya podría haber sustentado de forma continua a un grupo de hasta 34 neandertales, gracias a la alta densidad de herbívoros y carnívoros que habitaban la zona: desde gamos, jabalíes y castores, hasta grandes mamíferos como caballos salvajes, uros e incluso rinocerontes esteparios.

“El ecosistema del Valle del Lozoya estaba lleno de vida. Su abundancia de recursos puede compararse con los yacimientos de Atapuerca y, en términos de biomasa, incluso con el Serengueti africano”, explica Guillermo Rodríguez-Gómez, coautor del estudio e investigador de la Comunidad de Madrid bajo el programa Atracción de Talento.

El análisis concluye que esta riqueza natural y la estructura cerrada del valle, rodeado de montañas, permitieron una sedentarización relativa de los grupos neandertales, que no necesitaban desplazarse grandes distancias para cazar y recolectar.

Un paisaje comparable a la caldera del Ngorongoro

La comparación con el paisaje africano no es gratuita. Según Enrique Baquedano, director arqueológico de la excavación y también responsable del Museo Arqueológico Regional, el Valle Alto del Lozoya tiene similitudes geográficas con la caldera del Ngorongoro (Tanzania): ambas son regiones rodeadas de límites naturales que favorecen la concentración de fauna y, por tanto, el asentamiento de depredadores —humanos incluidos.

“Donde hay mucha vida, hay mucha muerte. Este valle era un excelente cazadero no solo para los neandertales, sino también para leones de las cavernas y otros grandes carnívoros”, señala Baquedano.

Más que un refugio, un nodo prehistórico

Para el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, director científico de la excavación, estos hallazgos arrojan luz sobre la organización social y demográfica de los neandertales en la región central de la península. Aunque el valle podía sustentar a unos 30 individuos, esa cifra no sería suficiente para mantener una población genéticamente viable a largo plazo, lo que sugiere que existía intercambio con otros grupos vecinos, especialmente los asentados más abajo en el valle del Lozoya.

Claves para entender el pasado y proteger el presente

Este nuevo estudio no solo enriquece el conocimiento científico sobre el comportamiento de los neandertales, sino que también pone de relieve el valor patrimonial del Valle Alto del Lozoya como entorno natural y arqueológico de primer nivel, cuyo estudio puede ayudar a comprender mejor la relación entre los humanos y su entorno en contextos de cambio climático y presión ecológica.

“Este trabajo servirá como base para entender cómo se organizaban y sobrevivían los neandertales en un entorno lleno de oportunidades”, concluye Rodríguez-Gómez.