Este verano la Federación Internacional del Automóvil (FIA) ha anunciado el programa “Beyond Rally Women’s Driver”, con el que pretende impulsar hacia el Campeonato del Mundo de Rallyes (WRC) a una piloto femenina.
El programa ha consistido en una especie de campamento evaluativo de tres días en Polonia a mediados de septiembre, en el que se han seleccionado a 3 de las 15 aspirantes para participar en el Rallye de Europa Central del próximo otoño, puntuable para el WRC. Posteriormente, se proclamará una ganadora, que afrontará nada menos que la temporada completa en el FIA Junior WRC 2025, un fabuloso premio que se habrá convertido en la envidia de cientos de pilotos de todo el mundo.
El planteamiento del programa, destinado exclusivamente a las féminas y del que nunca ha habido equivalente masculino, se ha presentado poco menos que como el paradigma del acceso de la mujer a la competición automovilística y un nuevo frente de lucha a favor de la igualdad.
Siento defraudar a los promotores de esta iniciativa. En el automovilismo la igualdad ha existido siempre, y las mujeres han podido participar junto a los hombres en las mismas condiciones desde muy antiguo, concretamente desde que la francesa Hélène Van Zuylen compitió en la París-Amsterdam-París de 1898. Y no solo ella, sino que en esa misma época también corrían sus compatriotas Camille du Gast y Anne de Rochechouart, esta última conocida por ser la primera mujer de la historia en ser multada por exceso de velocidad, al circular a 15 km/h en una zona restringida a 12 km/h. Las tres conformaron un trío muy popular en su momento y se convirtieron en verdaderas celebridades.
Las carreras de coches nunca han tenido una segregación por sexos, como ocurre en prácticamente todos los deportes, tanto colectivos como individuales, y el único mérito tras un volante -capacidad económica aparte- ha sido siempre el talento y las aptitudes personales, así, sin más. Consecuentemente, muchas mujeres tienen un brillante palmarés en las más exigentes competiciones. Vamos con algunos ejemplos.
La checa Elizabeth Junek destacó en los masculinizados años veinte al volante de sus Bugatti, obteniendo un 4º lugar en el GP de Alemania 1927 o el 5º puesto en la Targa Florio 1928, antes de retirarse prematuramente tras el fallecimiento de su esposo. Un accidente puso fin a la prometedora trayectoria de Hellé Nice en los años treinta; María Teresa de Filippis tuvo una fructífera carrera deportiva en los años cincuenta, siendo la primera mujer en disputar el Campeonato del Mundo de F1, con Maserati, mientras que Lella Lombardi ha sido hasta la fecha la única en puntuar en un GP (España 1975), al quedar en 6º lugar, un hito importante para quien únicamente corrió 12 grandes premios.
Desiré Wilson no tuvo tanta suerte en la F1, pero obtuvo dos victorias en el Campeonato Mundial de Resistencia 1980 (1000 km. de Monza y 1000 km. de Silverstone), y Danica Patrick fue 3ª en las 500 millas de Indianápolis 2009. A las puertas de la F1 se quedó nuestra recordada María de Villota, tras una larga trayectoria en diferentes campeonatos, tras sufrir un tremendo accidente en 2012 que la apartó de las carreras.
Fuera de los circuitos, también han brillado otras mujeres. Patt Moss fue piloto oficial de la BMC (British Motor Corporation), Saab y Lancia, logrando grandes triunfos en los duros rallyes de los años sesenta (Lieja-Roma-Lieja 1960, Tulip 1962, Sestriere 1968), y Ewy Jönsson-Rosqvist obtuvo en esa misma época destacados resultados con los Mercedes de fábrica. Más recientemente, la alemana Jutta Kleinschmidt ganó con Mitsubishi el Rallye Dakar 2001, siendo pódium en otras tres ocasiones, con un palmarés repleto de victorias de etapa y lugares de honor en diferentes raids.
Por encima de todas desde luego que cualquier seguidor de las carreras reconoce a Michèle Mouton, subcampeona del mundo de rallyes 1982 junto a la italiana Fabrizia Pons, certamen en el que obtuvo para Audi cuatro triunfos y nueve pódiums, además de infinidad de victorias en los campeonatos de Europa, Francia y Alemania de rallyes para marcas como Porsche, Fiat o Peugeot, que la confiaban sus vehículos. Hoy sigue siendo venerada por los aficionados, llevándose miles de aplausos en todas las citas del WRC, en el que ejerce como responsable de seguridad.
Además de con María de Villota, en España hemos podido disfrutar de los éxitos de Balba González-Camino, ganadora de campeonatos de GT y Clásicos en los años noventa, de Mercedes Rueda (la piloto de rallyes más rápida que hemos tenido) o más recientemente de Ares Lahoz, campeona de España de autocross 2020, o Cristina Gutiérrez, 16º absoluta de coches y primera en su categoría en el Dakar 2024.
Por lo tanto, la FIA debería buscar la promoción de los mejores, dotando de recursos a quien muestre superiores cualidades, sin segregaciones. Que prime la capacidad por encima de todo, sea quien sea y venga de donde venga. Y es que no me imagino a las federaciones internacionales de natación o gimnasia destinando grandes sumas en busca de talentos masculinos para la sincronizada o la rítmica, especialidades que, por cierto, siguen proscritas del programa olímpico, sin que nadie alce la voz por ello.