Desde el otro lado

La victoria de los cangrejos

En la historia de la isla de Santo Domingo nos encontramos algunos episodios muy pintorescos y uno de ellos es cómo unos cangrejos lograron ahuyentar a una de las más poderosas armadas del Mundo en el siglo XVII: la inglesa.

Hace 370 años  del asedio de la isla de Santo Domingo por los británicos con una flota comandada a dueto por el almirante William Penn y el general Robert Venables, quienes tenían como objetivo que Santo Domingo “pasara a ser parte de la corporación inglesa, como Tórtola, Virgen Gorda, Anegada e Islas Vírgenes”.

Ya desde diciembre de 1654, España sabía de las intenciones británicas y la inminente partida de una  expedición inglesa hacia la isla, la cual levantó velas el 1 de enero de 1655.

El 8 de abril de 1655  llegó a la isla el Conde de Peñalba, Bernardino Meneses Bracamonte y Zapata, designado por España como Gobernador General del territorio insular. Con é fueron enviados 200 soldados  para reforzar las milicias criollas.

El ejército del Conde de Peñalba contaba con los 200 soldados que trajo, que vinieron a sumarse a los 500 hombres de armas que estaban en la isla para llegar a 700 toda la  fuerza militar de la ciudad de Santo Domingo. Ante esa escasez de combatientes se reclutaron unos 1,300 lanceros de la isla, que eran expertos en cazar vacas.

Apenas unos 15 días después de su llegada,  el 23 de abril de 1655,  amanecieron frente a las costas del Mar Caribe una flota de 34 buques de guerra “con una tripulación de 7000 marineros y 6000 soldados, de los cuales unos 3.000 fueron reclutados en Barbados” (los historiados difieren de la cantidad de infantes y barcos), desembarcando el 25 abril por Najayo en la comunidad de Nizao, escogiendo el puerto de Haina como cuartel general y base de operaciones, una ciudad a 38 kms de distancia de la ciudad de Santo Domingo.

En todo el trayecto hacia las Antillas fueron confrontando muchos problemas y se tienen documentadas las notables desavenencias entre los comandantes de la expedición.

El primer día de su llegada a tierra pernoctaron en el bosque de mangle, enfrentándose a lluvias torrenciales, insectos de toda índole y un extraño ruido que no les dejaba conciliar el sueño.

Los días siguientes fueron terribles, una repetición de los anteriores, los infantes se iban agotando, desmoralizando y con un cansancio generalizado entre esos manglares, sin poder ni siquiera  asomarse a la ciudad de Santo Domingo, por la distancia tan grande que les separaba.

Los ingleses realizaron varios ataques en su acercamiento hacia Santo Domingo, pero fueron repelidos. “Al pasar revista sobre el estado de sus fuerzas, los ingleses comprobaron que habían tenido más de 1,300 bajas y unos mil heridos, un resultado que no lograban explicarse”. Los lanceros criollos estaban comandados por los capitanes Juan de Morfa, Damián del Castillo y Álvaro Garabito, quienes  demostraron su valentía en los ataques a los  invasores, teniendo muy pocas bajas.

Una noche los ingleses escucharon un sonido crepitar que iba en aumento y lo sentían acercándose; pensando que eran miles de lanceros que venían a masacrarlos, huyeron despavoridos hacia sus naves, chocándose unos con otros en las tinieblas de la noche.  

Pero solo se trataba de una enorme cantidad de grandes cangrejos de mangle (Aratus pisonii). El  sonido estruendoso emanaba de los crustáceos cuando chocaban sus caparazones. Al no tener explicación alguna de ese extraño ruido  abandonaron la plaza corriendo en retirada y así terminó el 14 de mayo de 1655 la pretendida invasión inglesa.

El historiador Antonio del Monte y Tejada en su Historia de Santo Domingo refiere que en los alrededores donde los ingleses instalaron su campamento en cierta época del año se criaba una gran cantidad de cangrejos entre manglares, árboles y hojas secas. Al reseñar el episodio de los cangrejos, describió que en la avanzada de las tropas inglesas intentando por segunda ocasión  ocupar la ciudad de Santo Domingo percibieron: “en el silencio de la noche que precedió a la batalla un ruido sorprendente, causado sin duda por el continuo movimiento de estos crustáceos…sorprendidos los centinelas creyendo que era la caballería española con sus broqueles y herraduras lo que motivaba el ruido, y disuadidos ya de su esfuerzo…dieron en huir, sembrando el terror y el desorden en el ejército acampado, que se precipitó a refugiarse en las naves”.

En una obra del historiador Bernardo Vega titulada “La derrota de los ingleses en Santo Domingo, 1655” se realizan revelaciones interesantes, luego de haber consultado las fuentes inglesas,  que le permitieron describir día por día el menoscabo  de la invasión.

Los cangrejos fueron por mera casualidad el arma más efectiva contra la poderosa armada británica, ahuyentando los infantes, haciéndoles correr despavoridos y convirtiéndose en un signo de libertad en la isla de Santo Domingo. 

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