Crónicas Mexas

Trump, Petro y lo que hay detrás…

Trump y Petro protagonizaron el primer gran choque político del año. El presidente de Colombia decidió dejar de recibir a los migrantes deportados por Trump, denunciando en X el trato indigno que sufrían. Sin embargo, las amenazas de sanciones por parte de Trump bastaron para que, en menos de 24 horas, Petro diera marcha atrás y se tragara sus propias palabras que subió a la red. Su historial como exintegrante de un grupo armado con presuntos vínculos con el Cartel de Medellín ahora pesa más que nunca, pues su gobierno enfrenta una crisis de seguridad mientras grupos revolucionarios vinculados al narcotráfico generan violencia y desplazan comunidades enteras. El problema del abuso de las drogas es tan viejo como el inicio de las sociedades. 

La más vieja que tenemos conocimiento es la cerveza, pero estas se han intentado restringir constantemente. Por ejemplo, en México el pulque era solo para la clase alta y los sacerdotes de los mexicas. Los chinos han puesto restricciones al consumo de drogas como el opio desde el año 1729, y hoy en día las drogas son más potentes y fuertes; tenemos el fentanilo y ahora la nioticina (que es como se refieren algunos medios a los nitazenos que son opioides sintéticos más adictivos que el fentanilo).

¿Puedes dejar una sociedad sin drogas? Los países musulmanes prohíben la mayoría de las drogas, pero aun así permiten el tabaco y, en muchos países, el khat, que es una droga estimulante. Estados Unidos intentó prohibir el consumo de alcohol y su efecto fue desastroso en materia de seguridad, conllevando una corrupción inmensa y un aumento en el consumo de bebidas embriagantes por menores de edad.

Sin embargo, no todos los países siguen el camino de la prohibición. Portugal, por ejemplo, es un caso notable. En el año 2001, despenalizó el consumo de todas las drogas, incluyendo aquellas consideradas duras, como la heroína y la cocaína. Esto no significa que las drogas sean legales, sino que su consumo personal no lleva a un proceso penal, sino a un tratamiento médico o psicológico. Esta política no solo redujo la sobrepoblación en las cárceles, sino que también permitió que los recursos destinados a la persecución de consumidores fueran redirigidos a la prevención, la educación y el tratamiento. Como resultado, Portugal ha visto una disminución en las tasas de mortalidad por sobredosis y en los índices de contagio de enfermedades como el VIH, a menudo relacionadas con el consumo de drogas intravenosas.

Uruguay, al legalizar la marihuana, logró quitarle al narcotráfico parte de su mercado, creando un sistema donde la planta se vende bajo control del Estado y con impuestos. Esto asegura que las personas no consuman productos adulterados y que el dinero recaudado se use en campañas de salud. Además, ya no persiguen a los usuarios, lo que deja de saturar a los jueces con casos innecesarios. Ahora hasta investigan más los usos de la planta y educan a la gente para que no abuse de ella. Claro, todavía hay quienes prefieren comprar en el mercado negro.

Entonces, ¿qué modelo funciona mejor? Depende de las prioridades de cada sociedad, pero los ejemplos históricos y actuales demuestran que tanto la prohibición como la permisividad tienen costos y beneficios, pero lo que sí ha quedado demostrado es que tratar a los adictos como criminales agrava la situación, en cambio legalizar y controlar algunas sustancias traen beneficios fiscales, que deberían ser gastados en salud, para mejorar la población.