Aparece de repente en nuestras vidas el CEO de Ribera Salud, un tal Pablo Gallart y nos desazona. No nos desazona porque haya dimitido ya del cargo, porque hoy en día todos dimiten antes de que los echen. Incluso en el PSOE, ejemplo vívido de resiliencia, se ha puesto de moda dimitir cuando ves venir al morlaco a por ti. Dimites, te echas a un lado, el morlaco no puede cogerte porque “ya no eres afiliado” y a esperar el olvido. Así lo ha hecho Leire Díez, mano derecha de Cerdán y apodada “la fontanera” o más crudamente “lady cloaca”. Así lo hizo el propio Cerdán. Y lo ha hecho un baboso (¿quién dijo que a partir de los cuarenta cada cual es responsable de su cara?) cuya bragueta, al parecer, se enseñoreaba por Moncloa.
Pero no toca hoy hablar del PSOE, sino del grupo Ribera Salud, del Hospital de Torrejón y por extensión inevitable, de la Comunidad de Madrid, que es como decir de la mismísima Ayuso.
El CEO este, de imagen impoluta y tan responsable de su cara como el baboso Salazar de la suya, practicaba, con sibilino verbo de CEO, los consejos y admoniciones del refranero: “No te digo que te vistas pero ahí tienes la ropa”. Le entendían todos sus directivos, más allá de su edulcorado estilo. Había que adecuar las terapias a la cuenta de resultados, optando por las medidas no más eficaces para la salud sino más rentables para Ribera. A este refrán acompañaba otro, también muy conocido: “Donde dije digo, digo Diego” o lo que es lo mismo, que lo que fue bueno en los pasados años (reducir las listas de esperas fue el objetivo en 2023 y 2024) ya no lo era para 2025, emulando al mismísimo Ricky Martin y su “un pasito palante María, un pasito patrás”. En 2025 las listas de espera eran rentables y respetables…desde que él fue nombrado CEO.
Al parecer, este nuevo CEO, ejemplo de aquellos jóvenes ejecutivos capaces de hundir un negocio en seis meses con sus innovadores métodos, había sustituido este mismo año al CEO anterior, un señor que se había dejado 20 años de su vida levantando la empresa. Ya se sabe lo difícil que es dar con el sustituto adecuado: ni el mismísimo Sánchez lo consigue; tras Ábalos nombró a Cerdán y tras Cerdán quería poner al baboso…pero hoy tampoco toca Sánchez.
El sistema de hospitales de titularidad pública y gestión privada es una idea que puede resultar bien, incluso excelentemente bien, a condición de que cada parte, la pública y la privada, cumplan escrupulosamente sus obligaciones. Porque tanto lo público como lo privado tienen sus demonios familiares, sus puntos de quiebra y sus debilidades. En lo público, la abulia, el espíritu funcionarial, el ahí me las den todas o el vuelva usted mañana. Y en lo privado, el ánimo desmedido de lucro, el peloteo al jefe y la lucha por el poder. Un sistema de gestión que evitase las malas tendencias de lo público y de lo privado podría resultar muy efectivo y atrayente. Aunque es un modelo frágil; tiene que ser cuidado, porque sus tendencias centrífugas son permanentes.
Y así parece que venía siendo hasta que Ribera Salud nombró al nuevo CEO y (no nos engañemos) aplaudió complacida su nueva estrategia financiero/sanitaria. Ahora querrán decir que no sabían nada, que fue una bala perdida, que decidía al margen del consejo…bla, bla, bla, paparruchas. Como cuando ACCIONA dice que no sabía nada de Cerdán ni de sus chanchullos, más paparruchas. Ribera Salud y ACCIONA, sabían hasta las cachas.
Hubo cuatro directivos en Ribera Salud que denunciaron esas malas prácticas. Cuatro profesionales que sí entendían lo que es la cooperación público privada. Pero fueron inmediatamente despedidos. Se imponía la línea lucrativa y el silencio de los corderos…hasta que el asunto saltó a la prensa. Pondré (solo un atisbo de esbozo) en valor el papel de la prensa libre, sin la cual no nos enteraríamos de nada y seríamos esclavos de los poderes.
Y llegados aquí el tema se politizará inexorablemente. Es un tema muy sensible. La Comunidad de Madrid tendrá que actuar inmediatamente. Dios (en su infinita misericordia) me impedirá que pronuncie la expresión “con contundencia”, porque es la peste de las declaraciones, como lo fue en su momento “como no puede ser de otra manera”; hay tanta “contundencia” porque hay mucha corrupción contra la que luchar y no se les ha ocurrido otra forma de hacerlo que “con contundencia”. Moncloa tocó “a contundencia” y ¡todos a contundir! Hoy todo es contundente, como antes lo era el cocido, aunque éste es cada día más “light”…
Pues bien. Ayuso tiene que saltar inmediatamente a la palestra. Y lo hará porque su instinto es felino. Nada de comisiones de investigación, ni períodos de reflexión, ni paños calientes… Porque van a crucificarla. Lo primero, que Ribera Salud readmita de inmediato a los cuatro directivos despedidos por denunciar. Si no hay readmisión, se elimina el concierto con esa empresa. Si no quieren, se les obliga. Y pasada Ribera Salud por ese trance, que le dolerá, porque afecta a sus decisiones estratégicas, ya se podrán evaluar métodos, crear comisiones, mirar con lupa al nuevo CEO…lo que se quiera.
Pero los cuatro despedidos por defender el modelo público/privado (que no fue por otra cosa) deben ser restituidos de inmediato en sus puestos de responsabilidad: como justicia y como vacuna. Cuando los medios nos digan que ejercen de nuevo sus funciones en el hospital de Torrejón podremos respirar más tranquilos. Podrá seguir la empresa; a fin de cuentas muchos años de eficiencia no deben ceder ante un CEO hiperventilado. Pero allí estarán los gansos del Capitolio para graznar, si algún otro bárbaro pretendiese asaltar las murallas. Sólo así ahuyentará Ayuso ese “marrón” que, en verdad huele, sabe y pinta mal.