Candela

Toros de izquierdas, toros de derechas

Miren, sí. La verdad es que la templanza a veces se hace difícil mantener porque, cuando presencias chorradas, estupideces y ganserías, como que la paciencia y las buenas formas cuesta mantenerlas.

No obstante, y por aquello de que a uno le educaron con valores, formas y principios, voy a respirar lentamente, contar hasta diez y rehacer esta columna, so riesgo de que, en aras de la cruda verdad  y menguada diplomacia, vaya a decir lo que pienso.

A ver, el título, lo puedo dejar, aunque también podría ser: «No cabe un bobo zurdo más». Entonces, elija el lector y ponga el que más le plazca porque, como comprobarán, cualquiera de ambos  viene a cuento.

El calentón se debe a que un servidor —que, aunque no es aficionado a la fiesta de los toros, respeta de buen grado que acuda a la misma quien le plazca, pues, por más que lo diga el «ministro despeinao», aquí es cultura y tradición—, presenció el otro día, de forma involuntaria por aquello del zapping televisivo, y con motivo de la emblemática fecha del 7 de julio, la cosa del chupinazo 2025 y toda la parafernalia que los pamplonicas celebran con motivo de sus afamadas fiestas patronales. 

El barullo y tropel que se forma en la plaza del Ayuntamiento es impresionante y solo apta para testosteronas exaltadas que gocen de disfrutar apelotonamientos masivos, apreturas constantes y licuarse con entusiasmo al mancomunar sudores y efluvios, expelidos por los desnudos torsos del enjambre allí reunido. ¡Una gozada!

Convengo en que hace falta ser muy bullanguero –o llegar muy estimulado al acontecimiento–, para poder soportar, primero, la colmena humanoide (tal vez el calificativo no sea apropiado, por excesivo) que allí se forma y, en segundo lugar, obtener júbilo y disfrute de participar en semejante reunión tumultuaria.

Pero bueno, dicho esto, como primer elemento que a un servidor le llamó la atención, ahora viene el asunto mollar y que dejó ojiplático a quien les refiere.

Y es que, tras el disparo del chupinazo clásico, que marca el comienzo de las fiestas y donde las corridas de toros y sus respectivos encierros son la marca de la casa que concitará información noticiable que dará la vuelta al planeta durante toda la semana de celebración, se procedió a lanzar, por los organizadores, la clásica proclama que cada año se repite: “Pamploneses, pamplonesas ¡viva San Fermín!

Pues hasta ahí la cosa, normal. Pero es que, resultó que este año, además, los organizadores del evento proclamaron gritos en favor de Palestina, en español y en inglés. “Viva Palestina libre”, a lo que la gente almacenada —perdón, agrupada—, en la plaza, respondió, unánime y masivamente con un ¡Viva!,  general y colectivo. 

Evidencia este hecho, mucho más allá de lo anecdótico, el marchamo batasunero que la sociedad navarra está tomando, el influjo de los radicales filoetarras y la manera irrespetuosa en que impregnan de ideología —la radical, claro— cualquier actividad; ahora, incluso contaminando descaradamente su principal y popular fiesta local y donde la tauromaquia es el factor distintivo y que le ha dado proyección internacional.

Les confieso que me desarma emocional y físicamente ver escenas de guerra y más, cuando son niños los que sufren las consecuencias (como está ocurriendo ahora mismo en Gaza, Ucrania o diversos países africanos, donde el hambre y sus secuelas mata mucho más que la guerra),  pero no entiendo, no comprendo y si no fuera por la templanza que me prometí al comienzo de esta columna de opinión, les diría que no soporto la tontuna en la gente, el oportunismo y la demagogia. 

Y es que, cualquier otro foro podría ser apropiado —ojo, que los matices también cuentan, así como las razones que originaron esta terrible guerra (asesinar fría y cruelmente a más de mil jóvenes israelíes que asistían a un concierto de música)— en aras de defender a Palestina, a su pueblo o a su causa, pero hacerlo, en y con motivo de una fiesta donde el elemento nuclear son los toros y es conocida como “Fiesta Nacional”, ya roza la desubicación más elemental, o se adentra en la  gilipollez más clamorosa y galopante, que diría el alcalde Almeida. 

Porque, ¿acaso han pensado los tres representantes de la tal plataforma «Yala Nafarroa» que desde el balcón lanzaron las proclamas, que la fiesta que ellos estaban inaugurando, jamás, repito, jamás, podría celebrarse en Palestina? Porque, amigos, les aseguro que ninguna mujer palestina, en Palestina, podría asistir a aquella masiva afluencia dado el gentío varonil imperante y el «estado eufórico» de los asistentes. O, de poder hacerlo —cosa que los guardianes de la moral nunca permitirían— solo podrían hacerlo tapadas hasta las cejas y con faldones hasta los pies.

Aunque, dando una vuelta de tuerca a la proclama, un servidor, en aras de una cierta conciliación de ideas con los patrocinadores de la cosa Palestina, también me puedo unir y hasta decir que sí, que también quiero una Palestina libre. Pero libre de machismo, de mujeres que tienen que taparse con velos para no provocar la excitación de los hombres, de sufrir maltrato familiar, de aceptar silenciosamente matrimonios forzados, y libre para que sus mujeres puedan llegar a casa, solas, borrachas y a la hora que les dé la gana, como dijo la Montero de Galapagar, «apóstola» de las mujeres empoderadas y que gusta tocarse con la kufiya. 

Y ya, en otra línea de análisis, me pregunto también dónde están los colectivos animalistas (primos hermanos de los proclamadores del «Free Palestine»), que ante la fiesta de los toros y los encierros pamplonicas, que podría decirse añaden, incluso, un elemento más de mortificación a los pobres astados —por las carreras a las que los someten—, permanecen «mudos de toda mudez», cuando los toros son en Pamplona y lo organizan los de su cuerda. 

Porque hay que ver la matraca que dan con motivo de los toros por San Isidro en Madrid, la Feria de Abril en Sevilla, las Fallas en Valencia u otras celebraciones representativas en el resto de España, pero callan como muertos cuando las celebraciones son en Pamplona o en la Semana Grande de Bilbao.

¿Será que entonces hay fiesta de los toros de derechas y de izquierdas? 

Pues claro que no. Lo que pasa es que abunda el gremio de los bobos ideologizados en ese lado de la trinchera.

Bueno amigos, pues con todo lo dicho y los pulsos relativamente controlados —la templanza no ocupa lugar—, hoy, en recuerdo de un enorme amigo navarro, bueno, honesto y español donde lo hubiera —Aranaz—, también grito ¡Viva San Fermín!