Una condena, así es como padecemos el tiempo en nuestro tiempo, nunca tenemos tiempo para nada, “nos falta tiempo”, “a ese le sobra el tiempo”, son algunas frases que uno puede escuchar en un café frente a la Puerta de Alcalá en Madrid, o en la misma Avenida de Mayo en Buenos Aires. Es que el tiempo ha ocupado nuestra mente desde el principio, y valga la redundancia, de los tiempos.
La eternidad y la finitud se enfrentan como dos enemigos fatales, conocemos la segunda, ya desde el mismo momento de nacer, sin embargo, vamos esquivando esa realidad como si no existiera, las horas se arrojan a precipicios sin retorno y la vida va pasando sin permitirnos detenerla.
Sabemos que existen momentos, instantes que uno quisiera conservar en la eternidad, lo único que nos queda es la memoria, la que suele muchas veces no ser tan precisa, y permite algunas variaciones que no reflejan con exactitud un suceso de nuestra vida único e irrepetible.
Así como los buenos momentos, también existen los otros, tenemos la sensación de que los primeros viajan a una velocidad pasmosa, mientras los segundos suelen parecer que su duración es interminable.
Ya lo dijo Albert Einstein el Tiempo es Relativo, si algo saben los Físicos Teóricos es que el tiempo es muy relativo, lo han experimentado todos, al plantear una hipótesis sobre algún descubrimiento teórico, deberán luego esperar años (a veces cientos de ellos) para verificar aquella hipótesis propuesta para convertirla en una tesis comprobada (sujeta claro está a que el tiempo la vuelva a revisar en forma permanente).
Muchos han hablado del tiempo, y quien esboza estas líneas lo intenta desde un pequeñísimo lugar en toda la marea bibliográfica de enormes autores a quien admiro, y como las líneas son breves y “el tiempo es tirano”, me quedaré con las reflexiones de San Agustín, que a esta altura quienes me siguen desde el comienzo en mis columnas sabrán que tengo alguna predilección por su pensamiento.
En Confesiones, en su libro XI, San Agustín menciona que el tiempo no es algo externo, sino una experiencia del alma. El pasado y el futuro existen sólo en la memoria y la expectativa: y entonces aparece la respuesta más maravillosa sobre este tema que he leído, dice el Santo de Hipona: “¿Qué es pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo sé; si quiero explicarlo, no lo sé.
Es la sabiduría de la humildad del que busca la verdad la que me embriaga de Agustín, su camino y su rendición a no poder comprenderlo todo en la limitada humanidad de este tiempo que transcurrimos en la Tierra. Una humanidad que no se limita a la mera espera de un final inexorable, donde nada tendría sentido de ser, sino que busca su trascendencia, su llamado a la eternidad y a la esperanza lo que mueven a una persona a sembrar una semilla de un árbol que no verá en su propia vida dar sombra, y aún así planta esa semilla para que otro reciba su sombra.
Espero tengas tiempo en este día para contemplar tantas cosas cotidianas que otros han pensado para que puedas disfrutarlas tú en el tiempo que te toca. Y puedas preguntarte ¿qué semillas he plantado?