La represa de la laguna de Guatavita es el embalse de Tominé, construido entre 1960 y 1962 como reserva de agua para el Departamento de Cundinamarca y Bogotá.
Recuérdese que la laguna de Guatavita estaría en el origen de le leyenda de El Dorado: un nuevo cacique recibía su investidura –cacique muisca o chibcha— siendo “empolvado” o bañado en oro su cuerpo. Luego, navegando en la balsa adornada con oro hasta el centro de la laguna, el cacique arrojaba ofrendas del preciado metal, además de esmeraldas, como tributo a las deidades de su cultura milenaria.
Desde el siglo XVI, numerosas expediciones –algunas del mismo fundador de Bogotá, Don Gonzalo Jiménez de Quesada— buscarían una inefable y soñada ciudad, la de El Dorado.
Caminos cruzados de codicia belicosa y terrorífica: historias de filo de puñal y espadas y fuegos equívocos de arcabuces mortíferos.
Y luego, silencio de huesos perdidos hechos polvo de inutilidades y estulticia.
Embalse e Tominé
A lo largo de su espejo de agua (72 kms. de extensión) se respira silencio (y respirar en griego es eimi, equivalente a SER), silencio aquilatado, puro, inmenso, categórico.
Desacostumbrados los cuerpos y sentidos --alienados por la ciudad capital— a esa dimensión o conjugación de espacio y tiempos únicos, en el que no ocurren violencias sonoras (agresividad metálica o animal del ruido omnipresente y omnipotente de la capital).