Disquisiciones

El privilegio de ser

Parece que la sociedad contemporánea está convaleciente y  requiere de especiales cuidados para abrigar un mejor futuro, mientras en su enfermedad aprende con ensayos, errores garrafales, silencios incómodos, comentarios inadecuados, miradas inquisidoras, ojos complacientes y aplausos estruendosos por acciones reprochables donde la lucha es el poder que daña el alma.

El cuerpo humano es una maravillosa obra de 95.000 kilómetros de vasos sanguíneos, 72 kilómetros de nervios y un esqueleto con 206 huesos,  pero desconocemos tanto del cerebro que es la fuente de pensamientos en la dinámica social perdida de referencias ejemplares.

Generalmente lo que abunda es la mediocridad en las distintas manifestaciones del comportamiento humano con los charlatanes de oficio, rebeldes sin causa, ojos aduladores y ausencia de pensamiento crítico, donde prima lo banal y superficial entre intereses de distinto orden marcados por una falsedad que amplía cada vez más sus círculos, mientras que la verdad se esconde o logran que no se entienda.  

Igual que la condición física refleja horas de entrenamiento, la alimentación se exterioriza en la masa muscular, es cierto que la confianza es consecuencia de la disciplina, tanto como la tenacidad y perseverancia permiten objetivos culturales a través de las conversaciones derivadas de lecturas y análisis críticos.     

Como gusta más la sonrisa fingida que la idoneidad argumental y en la mirada cómplice se pierde el ropaje de la dignidad, es más fácil evitar las verdades incómodas. Por eso, resulta imperdonable obrar en la forma que no corresponde en quienes tienen la capacidad de discernir, como sucede con esos eufemismos distractores del desprestigio social en el desfalco de las arcas públicas, donde bellaquería y vileza terminan por ser presentadas y aceptadas como un ejercicio mercantil de reservada astucia. 

No es extraño entonces, y es mayor la ironía, cuando esos personajes son vistos como mártires abnegados que se privan del mundo familiar, sacrifican por la comunidad, y hasta pasan revictimizados ante injusticias que les depara la vida. 

Esas figuras tienen clara su misión, escarban los presupuestos oficiales para convertirse en sanguijuelas del poder, y hasta llegan a considerar que antes de ellos hubo incapaces y después de sus mandatos los súbditos y seguidores de su ejemplo son unos traidores. 

La forma de anular una persona es facilitar y entregar lo que necesite sin ningún esfuerzo, pero especialmente cuando se le evita que piense para resolver sus dificultades. Esa cara de la miseria humana que no exige, desaprovecha talentos, potencialidades y capacidades, llega a convertir al inútil en un claro dependiente que terminará por vivir culpando al otro de su desgracia.            

El poder necesita enemigos y habilidad para crear discrepancias, cada crisis política requiere culpables creíbles, pero no se acepta que el contradictor real crece en la misma sociedad, cuando la pregunta debe ser quien es leal. 

Con Nietzsche “Un precio alto para tener el privilegio de ser uno mismo” en la sociedad, porque en la vida el respeto se gana, la honestidad se aprecia y la lealtad se devuelve…