Existen seres extraños que elaboran mapas de letras donde transmiten emociones y sentimientos, recorren espacios de la geografía humana y en una aventura con sus grafos divisan valles, colinas, bosques y praderas. Pueden navegar, fácilmente, en unos ojos que llevan con el viento los rayos en cabellos que se detienen coquetamente en la comisura de los labios, y guardan el nácar de besos imposibles de olvidar.
Pero otros, exponen sus obras en galerías de arte y exposiciones de infatigables charlas de todo y de nada, porque no siempre se cuenta con la apertura mental y crítica de esas vocaciones excepcionales. La pintura es la impresión artística a través de la forma y el color, porque el cuadro evoca la poesía. Lástima que la frivolidad la esté invadiendo, ya que a la pintura –como el amor y el sexo- la han banalizado y vuelto una gimnasia intrascendente, cuando era una de las emociones profundas que estaban al alcance del hombre.
El artista empieza dibujando trazos del rostro que lo inspira, y las medidas del cuerpo que anhela plasmar en su pintura. Observa la modelo. Se detiene en las profundidades de los abismos donde se pierde su mirada, y le permiten rasgar unas líneas de la belleza que contempla. Luego, con lápiz define mejor los rasgos y la imagina desnuda, como lo va hace paso a paso sobre el lienzo hasta lograr una imagen indefinida que únicamente para su constructor tienen semillas de vida. Y empieza a dibujarla en detalle, mientras sus trazos plasman las fantasías de su mente, las locuras serenas que sus ojos le hablan, la dirección que sus manos proyectan y empieza a construir un texto dibujado que luego el pincel define mejor con los colores de su paleta. Resalta los contornos que quiere y aplaca formas con sombras hasta lograr una imagen perfecta que atrapa su mirar.
Cuando termina su creación artística, reconoce que ésta refleja la modelo de facciones perfectas y larga cabellera, la de ojos reposados que espera en el nido de sus labios morder una jugosa cereza. La hermosa mujer de senos frescos, vientre plano, caderas de ensueño y piernas largas donde posan sus manos extendidas como un ramillete de cayenas. Ahora él tiene su obra que parece una réplica de quien realmente lo mantiene atado.
El artista vive un sueño en su propia dimensión, enrolla la pintura entre los bocetos con rasgos y otras creaciones que son la viva expresión de su arte, mientras continúa la exploración de su trabajo para llegar al ateneo que persigue la identidad propia de su estilo.
El tiempo del artista en el dibujo que realiza con pasión arrasadora y compromiso pleno en la pintura, será sinónimo de su éxito, y se parece al poeta cuando escucha en la despedida decir a su amada ¡Suéñame! Entonces, sus renglones la arropan, sus manos danzan por sus poros con besos deliciosos, hasta que logra conciliar en esa pintura de letras el amor…