Cada otoño, acostumbramos a ver publicados escritos que ponen de nuevo en el foco de la actualidad la producción literaria y la personalidad de Oscar Wilde, tan cercana a la mentalidad de nuestro tiempo. Son reiterados los encuentros, de una y otra forma, con el escritor irlandés de lúcido ingenio, que parece regresar desde la lejanía de su Olimpo, para recordarnos su excéntrica existencia, corta y de trágico final. Padeció el exilio y el descrédito y sus últimos días transcurrieron en París, en noviembre de 1900. Alojado en un modesto hotel en el barrio de Saint Germain des Pres aún le quedaban fuerzas para ironizar con la mordacidad acostumbrada sobre la vulgar decoración de su habitación. Hoy en día, el mismo establecimiento, con nuevo nombre: L´Hotel, sigue abierto, aunque sin la humildad de antaño, y ha vuelto a impregnarse de su esencia. En el pasado octubre, el Art Advisor estadounidense Daniel Malarkey planteó una exposición efímera: “De Profundis”, con obras de Anna Calleja, Katerina Jebb, Eleanor Lakelin y Derek Jarman, que recordaban la estrecha vinculación y la importancia que para el escritor tuvieron las artes.
Estética y búsqueda de la belleza fueron asuntos que trató tempranamente Wilde, fascinado por los clasicismos mediterráneos y orientales. Se enfrentó a los tradicionales criterios de su tiempo en torno a las bellas artes, posicionándose en contra del realismo imperante o dando un vuelco a las ideas establecidas para ofrecer desde la originalidad de sus planteamientos otras formas de enfoque y reflexión siendo además uno de los artífices de la corriente esteticista de finales del siglo XIX. Son numerosas las geniales frases de su inventiva, que nos ha dejado en forma de claras sentencias: “El arte nunca debe imitar a la vida”, o las referidas a la inexistencia del tiempo en la percepción de las grandes obras de arte: “En lo que respecta a la cronología del artista, todas las buenas obras parecen absolutamente modernas: una pieza de escultura griega, un retrato de Velázquez, son siempre de nuestro tiempo. Y por lo que respecta a la nacionalidad del artista, el arte no es nacional, sino universal”. La belleza era para el escritor una prioridad, la primacía de la estética sobre la ética y esa constante quedará reflejada en las líneas de su creación literaria y en sus escritos sobre arte en forma de conferencias y artículos.
A los círculos de su tiempo, a los ambientes puritanos, de doble moral, Wilde se sobreponía como escritor de palabra y gestos provocadores, ofreciendo una visión totalmente inédita y crítica, en cuanto a cuestiones literarias, de la vida, el arte, la moda, o sobre la sociedad a la que pertenecía y bien conocía dejándola en evidencia, haciendo de ella el objeto de sus comentarios afilados. Desde el mismo espíritu de libertad que experimentó al escribir, así estuvo marcada su vida, hasta las últimas consecuencias, sin acatar convencionalismos ni normas, teniendo como compañero el escándalo.
Sus creaciones, novelas u obras teatrales, de agudo contenido fueron llevadas al cine por Ernst Lubitsch, Otto Preminger y Oliver Parker descritas magistralmente y por ello hemos podido ver en la gran pantalla “El retrato de Dorian Gray”, “La importancia de llamarse Ernesto”, “El abanico de Lady Windermere”, “El fantasma de Canterville”, o “Un marido ideal”.
De igual forma, es primordial la vertiente del escritor basada en la reflexión sobre el arte, los artistas, el público o la crítica, a la que consideraba una disciplina de rango superior, aplicada a la literatura, al arte. En su juventud ya dejó muestras de su pensamiento a partir de artículos y conferencias, como “El Renacimiento del arte inglés”, 1882, impartida en Nueva York y publicada en el New York Tribune. En “Los estudiantes de arte” 1883, revela unas tempranas teorías que fueron determinantes en la evolución del pensamiento artístico. Están presentes en diferentes ensayos, en parte reunidos, en el volumen “Intenciones” (1891) que incluye “La decadencia de la mentira: Un diálogo”, 1889, una de las obras más reveladoras y preferidas de Wilde.