El Ministerio de Sanidad que lidera Mónica García, ministra ‘cuota’ de Más Madrid en el gobierno de Sánchez, ha puesto en información pública el texto de un anteproyecto de ley de Medicamentos y Productos Sanitarios que ha soliviantado a todo el sector sanitario: médicos contra enfermeras, veterinarios contra farmacéuticos, y todas las patronales de producción y comercialización de medicamentos unidas contra el Ministerio.
Aquí lo que importa, no es si gusta o no gusta al sector, lo que importa es si será buena para los ciudadanos y usuarios del Sistema Nacional de Salud y, a primera vista, puede tener consecuencias negativas, no tanto en el precio que pagamos como aportación, sino en otros elementos más sutiles que pueden influir en la medicación, como la adherencia a los tratamientos, o la utilización de los medicamentos avalada por empresas confiables.
El principal motivo de discordia es un sistema de selección con “ofertas ciegas” de algunos medicamentos, que el ministerio no quiere llamar subastas, y que mantendrán la selección durante seis meses, hasta una nueva convocatoria, al cabo de la cual los pacientes se encontrarán con un nuevo medicamento, casi seguro que distinto al que tomaban, y que puede proceder de cualquier sitio, incluida la India o Bangladés, eso sí fabricado y avalado por normas de la Unión Europea, vaya consuelo.
Los médicos no están contentos poque se consolida que las enfermeras puedan prescribir algunos medicamentos; los veterinarios, acostumbrados a vender medicamentos para los animales de compañía, no podrán hacerlo; y los farmacéuticos que ya venían haciendo descuentos obligados al Sistema Nacional de Salud de unos 600 millones de euros anuales, tendrán que soportar otro tanto por el sistema de ofertas ciegas. Motivos hay para quejarse de unos y otros.
¿Pero, qué ganan los pacientes? Muy poco, quizá unos céntimos en sus aportaciones a cambio de variar los medicamentos que toman cada seis meses, y quizá ver incrementado el fenómeno de los desabastecimientos, que les obligue a recorrer farmacias.
Que el proyecto de ley tiene cosas buenas, también, por qué no decirlo. La principal idea que maneja el Ministerio es acelerar la incorporación de medicamentos novedosos -con precios que pueden arruinar al sistema-; mejorar los precios de los medicamentos más baratos, algunos en riesgo de desaparición por falta de rentabilidad, y sacar todo ese dinero necesario de los medicamentos más caros cuya patente ya ha caducado y con competencia de medicamentos genéricos. La idea es buena, pero produce heridas en el sector de fabricación y comercialización, sobre todo, tras haber acordado hace un mes, un plan estratégico con el propio presidente Sánchez, de los fabricantes integrados en la patronal Farmaindustria, para potenciar la fabricación y la investigación en España.
Veremos en qué acaban las “ofertas ciegas” porque, como dijo alguien: las subastas ciegas son un homenaje moderno al azar, disfrazado de eficiencia.