El Camino de Santiago es búsqueda, encuentro y purificación para el alma. Representa alegoría espiritual y crecimiento personal. En la ruta fue conocido el «Passo Honroso» escenario de batallas que dieron el nombre a ese puente, que lleva implícita una historia de amor.
Durante los primeros siglos el camino presenta asaltantes y crímenes a viajeros solitarios, por lo que unos caballeros deciden protegerlos y espantar los malhechores, pero la impunidad subsiste.
En 1434 don Suero de Quiñones, un rico noble de León, se enamora en casamiento de una dama cuyo nombre la historia olvida registrar, pero ella rechaza al pretendiente y no quiere saber de su intención.
El caballero herido en su amor propio, insiste en el idilio. Se promete realizar una hazaña para que la doncella jamás olvide su nombre. Al escuchar de crímenes y luchas en el camino, reúne diez amigos, y manda divulgar que está dispuesto a quedarse por treinta días y quebrar trescientas lanzas para probar que es el más fuerte y audaz de los caballeros de la ruta. Banderas, estandartes, pajes y criados acampan, y se preparan para recibir los desafiantes.
Las luchas empiezan el día 10 de julio en el puente «Passo Honroso» para que ninguno pueda huir. Don Suero de Quiñones y sus amigos combaten durante el día, y en las noches preparan celebraciones grandes.
Al lugar llegan caballeros, generales, soldados y bandidos para el desafío. Las hogueras permanecen encendidas a lo largo del escenario para la pelea hasta la madrugada. Los vencidos son obligados a jurar que nunca volverán a luchar y que su misión será proteger a los peregrinos hasta Compostela.
El nombre del bravo Caballero de León se extiende en la comarca y quien lo venza será coronado con la gloria. Mientras que otros buscan fama, Quiñones tiene un propósito noble: el amor de una mujer. Con ese ideal gana todos los combates.
El día 9 de agosto las luchas terminan y es reconocido valiente caballero del «Camino de Santiago». En adelante, nadie niega su coraje y valentía, mientras los nobles arrasan bandoleros que asaltan peregrinos. Finalmente don Suero de Quiñones va hasta Santiago de Compostela y deposita en su relicario una gargantilla de oro, que adorna el busto del apóstol.
Reza la tradición que el peregrino por aquellas rutas, iluminadas por la luna y las estrellas e invocación al Apóstol Santiago, entre reflexiones e imperfecciones, limpia incertidumbres, se encuentra consigo mismo, de tal forma que al final del recorrido la cruz cristiana permite descubrir quiénes somos y para dónde vamos.
La felicidad es un hallazgo de lo bello en lo simple e inadvertido. Un descubrimiento que sirve para entender momentos de satisfacción que persigue la conducta humana. Si el anhelo corresponde al examen interior, se entiende que todo ocurre para aprender y mejorar, porque cuando la persona se despoja de ataduras y vanidades, la experiencia marca la hora exacta de la enseñanza y luego el suceso se convierte en luces de vida.