LA MIRADA DE ULISAS analiza lo que le está sucediendo al mundo y ante su gran desconcierto observa cómo los valores del bien y de lo sólido se van transformando en “valores”, aunque ya no se podría hablar de valores sino en acciones del mal. Pasan a cambios drásticos donde la maldad se hace evidente asociada a lo efímero y desechable en que caen en la actualidad determinadas sociedades sin una columna vertebral consistente. ¡Cómo en menos de unas décadas se ha dado este salto al vacío! Nos ha conducido a la oscuridad padecida por el planeta Tierra, donde ya no se halla la realidad sino peligrosas configuraciones o procesos que llevan al desbarajuste que se vive en pleno siglo XXI. La Historia como tal pierde vigencia, ya no importa el pasado ni las lecciones que ha dejado o que debieron transmitir de manera consecuente para no repetir los mismos errores. Con angustia, la mirada de Ulisas se ha convertido en un testigo ocular y emocional de esta carrera contra la verdad, donde se instala un tsunami de mentiras que va tomando fuerza y asidero en la mente ingenua de la gente. Personas que sin cuestionarse, absorben todo con una narrativa que raya con la idiotez. Los caballos de Troya con sus engaños sirven para tumbar gobiernos de tendencia democrática y volverlos regímenes autocráticos, donde ya la falacia se instala para mantener los sistemas que, donde no se ejerzan la fuerza y la brutalidad que intiman y destruyen, se derrumban. Por lo tanto, los políticos corruptos deben sostener tal sagacidad a base de embustes y de rejo para perseverar el poder, numerosas veces a base de trampas, fraudes y con la bala lista a ser disparada. Un poder para “joder” a los ciudadanos de buena voluntad, que no quisieran dejarse consumir por el atropello de verse subyugados o esclavizados con principios que no les convencen y les resultan inaceptables. Ciudadanos de bien con principios en busca de la libertad y del bienestar, tanto propio como el de sus semejantes, por no comprometer su vida ni la de sus familiares se ven forzados a mantenerse en silencio y obediencia, a pesar de la necesidad de no querer ser regidos por voces que les suenan disonantes y arbitrarias. Resultan pavorosos métodos que les obligan a doblegarse, como en el caso de Cuba que ya lleva no lejos de un siglo del mismo manejo sin que sus habitantes hallen estabilidad ni buenas condiciones de vida. Y no es el único ejemplo, ya muchos países como Venezuela y tantos otros han abrazado estas tendencias y se suman a la larga lista de naciones que manosean los criterios del buen corazón para instalar esas demagogias de pacotilla. Se tornan invivibles y de alto sufrimiento para los compatriotas de regímenes tiranos, sin dejar lugar al derecho de pataleo ni al reclamo. Por lo menos, en las democracias se ha visto que: con sus votaciones imparciales y muy controlados se permite cambio de personajes en la tribuna, mientras que los opresores con sus desfachateces siguen capitaneando barcos que van a la deriva, pero sin que les importe con tal de no soltar el timón. La mirada de Ulisas analiza el hecho de que bajo sistemas democráticos se autorizan las manifestaciones para que los disidentes expresen libremente su descontento, siempre y cuando no se desborden y hagan de la demostración un campo de batalla, como los estamos viendo últimamente en territorios que defienden y respetan la libre expresión. Todo parece estar patas arriba y sin control. Las mentiras y narrativas falsas están a la orden del día, la ayuda o implementación de la Inteligencia Artificial también permite crear el favor o el horror de la fantasía, que luego se asume como real. El mundo está perdiendo los límites donde el bien y el mal estaban definidos y los 10 mandamientos eran ley. Ya esas medidas han extraviado la vigencia; robar se institucionaliza, matar y violar resultan actos del cotidiano, mandar a eliminar al contendor en política con métodos bajos se normaliza y mentir ya es tan habitual que la mentira se vuelve verdad. Sabemos que en el medio publicitario casi todo se vale para ofrecer un producto que promete la eterna juventud o sacar a relucir un detergente que lave con propiedades que producen magias extremas, etc… La lista es larga de lo que se puede hacer para lograr imponer el beneficio de lo que se trata de vender. La exageración y las seleccionadas imágenes que respaldan la campaña publicitaria contribuyen al buen resultado. Para tales causas todo se posibilita, tal como lo constatamos en la vida diaria donde los medios justifican los fines. Un problema moral que siempre se planteó, hoy ya no tiene asidero. Las normas han variado y la claridad pierde relevancia. Impone juegos que ya no son limpios, pero obedecen al libre dominio del mercado que se torna laxo y permisivo. Así van las colectividades “evolucionando” ya sin tomar en cuenta las falsedades en las que incurren. Poco o nada importan las inventivas o los procesos con tal de alcanzar metas. Todo parece trucado. Como las imágenes que nos muestran como ciertas y responden a otras realidades. La mirada de Ulisas se refiere por ejemplo: a la escena de un niño de Gaza que sufre de una enfermedad crónica y está en los huesos, bien sirve para la propaganda sesgada al querer denunciar que es la hambruna la que lo tiene así. Y esto lo hacen diarios de prestigio internacional sin ir directamente a la fuente para tomarse la molestia de constatar si la imagen corresponde a la realidad. Lo que dice mucho del mercadeo que se emplea para alcanzar propósitos deshonestos o jugosas ventas. Un mundo que muta ante los ojos que buscan asirse a la verdad. Métodos que se vuelven artificiales, pero recrean bien el ojo de los que no van allende a lo que se les expone para investigar cuán segura y de qué origen proviene la información y con qué fines se difunde. El odio está latente y ese sentimiento tan bajo y rastrero lleva a las peores decisiones y enfrentamientos. Nace el desequilibrio donde el mal se hace dueño de toda situación como las guerras que estamos padeciendo y el dolor de la humanidad por constatar tantas injusticias y sobre todo las barbaries que se creían enterradas en el Medievo. Regresan a paso de galope y se instalan en demasiados pechos, que ni siquiera reconocen que están llenos de resentimientos que no han podido elaborar para transformarlos en un amor incondicional hacia el semejante. Es lo que siempre se pretendió con la obediencia de las Tablas de la ley: llegar a ver al otro no como un enemigo sino como un ser que merece el respeto y la tolerancia. Palabras que siguen en el diccionario, pero que lamentablemente pierden cada día más su uso y presencia. Es de cuestionarnos en ¿qué momento permitimos que esto sucediera y por qué?
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