Prisma Internacional

El milagro vietnamita

Desde la caída de Saigón en 1975 y la unificación del Vietnam, pero sobre todo sobre todo desde 1986, este país ha vivido una profunda transformación política, económica y social, siendo hoy en día uno de los grandes motores de Asia.

Hace cincuenta años, el 30 de abril de 1975, cayó Saigón -hoy ciudad Ho Chi Minh, en honor al gran líder revolucionario que derrotó a franceses y norteamericanos en la guerra vietnamita- y comenzaba el camino para la unificación de Vietnam en una sola nación. Terminaba una de las guerras más largas del sudeste asiático con una sonora derrota de los Estados Unidos, una humillante huida de los norteamericanos de la capital de Vietnam del Sur y la entrega de sus aliados hasta entonces a los conquistadores comunistas del Vietcong. Tan solo unos miles de aquellos desgraciados que hasta ese momento les habían apoyado lograrían huir en lanchas, barcos y helicópteros hasta los portaaviones norteamericanos anclados en las afueras y alrededores de Saigón.

Pese a todo, el nuevo régimen comunista que se imponía en Vietnam tenía más de nacionalista que de socialista y era más pragmático que realmente un régimen fundamentalista al estilo de los que imperaban en el mundo comunista. A partir de 1985, en que empiezan a soplar nuevos aires en el Kremlin con la llegada de la perestroika de Mijaíl Gorbachov, Vietnam se sumó al tren de las reformas económicas, permitió a sus campesinos vender sus propiedades libremente, abandonó la economía planificada e instaló un régimen mixto entre el socialismo y el capitalismo abriendo el camino hacia la economía de libre mercado.

Siempre alejado de la órbita china, pues el nacionalismo vietnamita es medularmente antichino por razones históricas -China ocupó Vietnam durante diez siglos-, la Vietnam comunista siempre estuvo en la órbita soviética pero no fue tan fielmente obediente de sus dogmas como el resto de sus satélites, quizá por el carácter indómito y guerrero de su pueblo. Mientras otros países de la órbita soviética, como Cuba, cayeron en la miseria, el atraso y la indigencia casi absoluta, Vietnam a partir de los noventa comenzó a emerger como una gran potencia en la región, destacando en sus exportaciones en la agricultura y la ganadería. Este país, no lo debemos olvidar, es el segundo país que exporta ya más café del mundo tras Brasil.

Aparte de sus éxitos económicos y políticos, pues Vietnam ya es una economía globalizada, competitiva y plenamente integrada en la estructura económica internacional, el país ha tenido grandes éxitos en el mercado turístico y se puede decir que hoy en día es ya una potencia en ese campo, recibiendo 18 millones de turistas al año -datos del 2024- y en ascenso.

Vietnam conforma junto con otras naciones de Asia parte de una éxito continental que va en ascenso y que revela que el siglo XXI pertenece a los asiáticos, mientras que los países de América Latina y África se hunden en la mediocridad, el populismo, la retórica hueca, la criminalidad y fórmulas fracasadas para salir de su atraso secular.  Nunca saldrán porque van por el camino equivocado, a diferencia de Vietnam, y ese camino conduce a ninguna parte.

Este milagro vietnamita, que ha operado en apenas algo más de tres décadas, tiene mucho que ver con ese carácter asiático pragmático, abierto, práctico y cosmopolita, bien alejado de esos dogmas establecidos y fracasados en países “socialistas” como Cuba y Venezuela. Siguiendo la senda de China, que también fue capaz de coronar sus reformas exitosamente pasando de un férreo comunismo obsoleto a ser (casi) la primera potencia del mundo, Vietnam es hoy un modelo, un faro, para aquellos países del Tercer Mundo que buscan un camino para salir de sus empedrados caminos del subdesarrollo perpetuo en que los enfangaron sus inútiles dirigentes,  para desgracias de sus desdichados pueblos. 

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