El sentido de mis letras...

La mala España de Felipe, José Luis y Pedro (Parte II)

Nos encontramos inmersos en una indolente dinámica política, económica y social donde la ideología, el adoctrinamiento y el sectarismo se han adueñado, subversivamente, de las conciencias y del obrar de los cargos electos, olvidándose de representar nuestros intereses y de velar por la dignidad y el bien común del pueblo. ¿Quién se ha preocupado por el sostenimiento y la financiación de las pensiones? ¿Quién por el fomento de la natalidad? ¿Quién por un sistema productivo más eficiente, más libre, más profesional y más emprendedor? ¿Quién de disminuir la tasa de desempleo? ¿Quién de los trabajadores autónomos? ¿Quién de la protección de la familia como célula fundamental de la sociedad? Desde luego que la izquierda no lo ha hecho. El método impositivo español sigue al alza para nutrir el blasfemo estado del bienestar del que no todos pueden participar. Los gobiernos socialistas han incrementado la penuria económica paulatinamente, llegando a la cumbre de la incompetencia con el binomio socialcomunista vigente, una muestra más del deterioro político de   España que con tanta resignación sangra y sufre tormentos. El progreso sólido con el que despegó nuestra democracia a finales de los años setenta y principio de los ochenta, que por cierto fue heredado de un previsor régimen orgánico del cual la Transición tomó su relevo, lejos de haber sido administrado prudente y cabalmente, la tiranía librepensadora lo ha sometido a la quiebra. Hoy más que nunca se premia lo absurdo y se le niega el pan al esfuerzo. Se premia la indecencia y se castiga la honradez. Se premia la incapacidad y la poltrona, y se retrocede en sensatez. La coalición inestable que nos gobierna, asintiendo la burla de las facciones independentistas, ha abierto una pasmosa crisis de la que inevitablemente alguien, con dolor, tendrá que cerrar. Desde el socialismo osado, bravucón y corrupto de Felipe González, pasando por el humillante, hostil y despilfarrador de Zapatero, hasta el actual populismo narcisista de Sánchez cuajado de mentiras, el Estado español ha ido naufragando cada vez más. Mientras esperamos el deseado cambio hacia el verdadero progreso, entre tanto fango y agónicas perplejidades, analicemos calmada y sinceramente de qué somos culpables los españoles, tanto gobernantes como gobernados, porque es indudable, que de algo, lo somos... Y sí, España es culpable con razón de votar a la izquierda... FIN.