
Madrid fue para la saga de los Madrazo, que abarca todo el siglo XIX y se adentra en el XX, el punto referencial de su actividad. En la ciudad iniciaron sus carreras,vivieron etapas, estuvieron en la cúspide de la sociedad y crearon un eje cosmopolita que unía la capital con París y Roma, pues algunos de sus miembros nacieron y se formaron en parte en esas ciudades europeas e hicieron de ellas el lugar alternativo de residencia aunque siempre estuviese Madrid en el horizonte.
Esta familia de creadores universales de progresiva afirmación de sus valores estéticos y sin interrupción, ostenta en su conjunto la grandeza del arte español y es un caso único en el mundo occidental. Y no solamente por el genio particular y original de cada uno; la mirada integral, de conjunto a toda la extensa generación, nos introduce en diferentes ciclos históricos y lleva a la interrelación con otros artistas, no solamente españoles, al conocimiento de movimientos y corrientes que la brillante dinastía principalmente de pintores experimenta y traslada a sus correspondientes, obras, aunque también hubo arquitectos, músicos, poetas y coleccionistas.

El primero de la estirpe, José de Madrazo Agudo (Santander,1781-Madrid,1859) consolida su carrera en París al lado de Jacques-Louis David y mas tarde en Roma en el círculo de Jean Auguste- Dominique Ingres adoptando los postulados neoclásicos y su aplicación a la pintura de historia que le harán ser reconocido como uno de los principales artífices. No obstante cultivó la temática religiosa y el retrato; por su matrimonio con Isabel Kuntz, hija del pintor polaco Tadeusz Kuntz, afirmó la genética creativa en sus descendientes.
Su hijo Luis de Madrazo y Kuntz (Madrid,1825-1897), perfeccionó sus conocimientos en Roma, en la Academia de Francia,Villa Médici y encontró en los pintores nazarenos Overbeck y Pforr los elementos que le llevaron a inclinarse por la pintura religiosa de inspiración medieval. Su hermano Federico de Madrazo y Kuntz (Roma,1815-1894) acrecentó el prestigio familiar dejando un numeroso legado,una gran galería de retratos de personajes célebres de la literatura, la aristocracia, las finanzas o la realeza. Como ejemplo citamos los retratos de Isabel II y Carolina Coronado. De sus hijos Ricardo y Raimundo (Roma,1841-Versailles,1920) éste último es el que alcanza mayor repercusión internacional sobre todo como retratista; había frecuentado en París el estudio de León Cogniat, contagiándose de un academicismo que depurará hasta el extremo y su personalidad artística se percibe en los diferentes enfoques temáticos que van de la pintura de casacón a las escenas costumbristas burguesas o la recreación de patios y jardines sevillanos que conoce al lado del pintor Martín Rico. Sin embargo es en los retratos de su modelo favorita Aline Masson y de reconocidas mujeres de la sociedad española e internacional, encargos que le llegan desde Gran Bretaña, Argentina y EE.UU donde hace gala de un extremado refinamiento alcanzando un incuestionable prestigio; han quedado en esos países notables ejemplos en colecciones privadas y museos.

A la dinastía se suma la genialidad de Mariano Fortuny (Reus,1838-Roma,1874) por su matrimonio con Cecilia de Madrazo y Garreta (Madrid, 1846-Venecia,1932); su carga creativa e influencia serán visibles en el rumbo que toman las carreras de sus cuñados, Raimundo y Ricardo. Y Cecilia que había heredado además la sensibilidad de su madre la pianista Luisa Garreta, aborda desde su visión y buen gusto el coleccionismo de tejidos antiguos y a mayores se convierte en la hábil administradora de la obra de Fortuny e impulsora de la carrera del hijo de ambos Mariano Fortuny Madrazo (Granada,1871-Venecia,1949). Siendo uno de los últimos miembros de esta saga, experimentó en consonancia con su primo Federico Carlos de Madrazo y Ochoa “ Coco” los drásticos cambios propiciados por el nuevo siglo; ambos sintieron parecidas inquietudes, mas allá de la pintura que también ejercieron con éxito. Mariano Fortuny Madrazo cuya vida transcurrió en su edad adulta en Venecia cultivó el diseño, la escenografía y Federico Carlos de Madrazo y Ochoa (París,1875-1934), pintor y virtuoso pianista, aprendió de su padre Raimundo las preciadas técnicas, abundando en la realización de retratos a personajes célebres; entre ellos se encuentra el de su amigo Jean Cocteau con el que colabora en la creación del ballet “Le Dieu bleu” (1921) encargado por Diaghilev. Su obra se contagia de valores simbólicos y exhibe un nuevo enfoque fruto del deseo de buscar un propio sentido.

Los Madrazo fueron profesores y académicos de Bellas Artes de San Fernando y pintores de Cámara; José de Madrazo fue director del Museo del Prado y tuvieron un destacado protagonismo social siendo los mejores anfitriones de otros artistas internacionales en las visitas a Madrid y mundanos embajadores del arte español en el exterior. Tan solo es necesario contemplar sus obras y acceder a la historia de esta saga familiar para entender su trascendencia. Las colecciones de la familia Madrazo-Fortuny se integran en el Museo del Prado, en el MNAC de Barcelona y en diferentes instituciones museísticas y oficiales del país. En 2007, la Comunidad de Madrid adquirió un valioso legado de 89 piezas de los Madrazo que todavía estaba en manos de los últimos descendientes.