En estos tiempos de confusión y ruido en donde la verdad se disfraza de espectáculo y la mentira se pasea con traje de gala, los Premios Libertas Asturias surgen en medio de un desierto estéril, resultando de una singularidad y trascendencia inigualable. No celebran reconocimientos a la vanidad, son, por el contrario, la exaltación y el triunfo de la palabra libre, del pensamiento sin ataduras, de ese discurso que no se arrodilla ante la falsedad ni se prostituye por el aplauso. Es la libertad de hablar y de decir, la libertad que busca que la cultura no se doblegue ante la manipulación, porque no olvidemos que sin el privilegio de la libertad las artes son sombras y la historia es ceniza.
Los Premios Libertas los entrega la Sociedad Civil Oviedo 21. Se trata de unos galardones que no celebran individuos, sino principios, y con ellos se aplaude la verdad que nunca se rinde. Además, la principal grandeza de quienes premian no reside en su nombre, sino en su condición, porque son libres y se saben libres, sin ataduras ni observancia. Y este honor, entregado en esta nuestra vieja España que es tan dada a la obediencia ciega y al miedo, resulta en ocasiones como encender una antorcha en la fosa de la resignación. De ahí nuestra necesidad de la libertad.
Podría decirse que los Premios Libertas son una singular declaración de guerra contra la mediocridad, es el tesoro del hombre que se nombra bajo esa palabra tan hermosa que es la libertad. Recibirlo es de una alta responsabilidad porque supone una ponderación a la enseñanza y a los principios, sobre todo en este tiempo —tan complicado de enseñar— en donde algunos quieren desmerecer nuestra historia y buscan empañar el valor de la familia, de la educación, del honor e incluso del magisterio de la cátedra. Estamos viviendo un instante en donde hay personas que intentan que nuestros valores no sean sobresalientes y aquí es en donde da la cara Sociedad Civil Oviedo 21.
En la última entrega, proclamé que frente a la masa onerosa —que llamaba Ortega— está la libertad, ¡la libertad! Una libertad con mayúsculas y bien nombrada, con corazón y con alma. Frente a ella vive el desorden y la tiranía, junto a un trío infernal que constantemente expresa aquel: oprimid, obligad y sojuzgad. Pero nadie tema, que para defenderla somos muchos los ciudadanos dispuestos a penetrar hasta el mismísimo alcázar en su defensa.
El Instituto de Estudios Históricos Bances y Valdés fue galardonado con el Premio Libertas Asturias 2025, y se honra de encarnar esa defensa sin miedos. En cada uno de sus Académicos late la convicción de que la historia no es un relato a conveniencia, es la observancia de los viejos valores, el reconocimiento a nuestro fiel sentido cristiano y la honra del esfuerzo de nuestros antepasados. Esa herencia que en España tuvo su comienzo en Covadonga, donde nuestros pretéritos clavaron la primera pica por la libertad y alzaron la Cruz como estandarte de una tradición en la que no cabe negociación.
El pueblo español —que es también el hispanoamericano— debería seguir el ejemplo de los próceres españoles, de Pelayo, Hernán Cortés, Elcano, Juan de Oñate, Blas de Lezo, de Daoiz y Velarde, porque estos hombres han sido ejemplos vivos del coraje, la fe y el honor. Ellos no pidieron permiso para cambiar el mundo, simplemente lo hicieron.
Debemos perpetuar el eco de los siglos. Guardemos con cada latido la memoria de los que forjaron el abrupto camino de nuestra España y de la libertad. Hagámoslo con entrega y pasión, porque al final nos damos cuenta de que el hombre no hereda bienes, sino sus sueños y la palabra, y eso, créanme, no es poca cosa. Porque el hombre no es fruto del azar, en realidad somos la obra de generaciones que han marcado su huella en cada uno de nosotros.
Por ello, con el pulso firme de nuestra historia y la voz clara de nuestra enseñanza, hoy me alzo —como español— para proclamar que la libertad no se mendiga, se defiende. Y si llegase el momento de tener que escribirlo con sangre, querría que esa fuese además con la tinta de la dignidad y la lealtad.