
El cardenal italiano Gioacchino Vincenzo Raffaele Luigi Pecci fue papa de la Iglesia Católica entre los años 1878 y 1903 bajo el nombre de León XIII. Se trató, de este modo, uno de los papados más extensos de la historia, y es incuestionable que sus aportaciones de carácter filosófico-jurídico, a las que me quiero referir especialmente, nacieron en respuesta a la situación personal y social de su tiempo, pero, como suele ocurrir con los grandes intelectuales, añadió un aliento preclaro, visionario, en cuestiones que posteriormente acontecerían en el mundo, llegando al tiempo presente.
León XIII, como antes he referido, fue un enorme intelectual, un prolífico escritor, que, además de tener que dirigir y resolver todas las complejas intendencias propias de un gobierno, mostró una especial preocupación por la cultura, en todas sus facetas, protegiendo y potenciando las diversas manifestaciones del saber, no exclusivamente teológicas o filosóficas, sino también científicas.
Quien escribe estas líneas visualiza a León XIII como un papa que, a la vez que extiende una mano hacia la tradición adelanta la otra hacia el futuro, amoldando el pensamiento clásico a las necesidades sociales, sin que en modo alguno sus postulados puedan considerarse anclados en el pasado o petrificados en un tiempo que ya no nos concierne.
Si hay un concepto esencial en sus numerosos escritos y encíclicas es el de la dignidad humana. Algo muy relevante, pues, aunque desde un prisma religioso este valor esencial se base en un componente divino, lo cierto es que se trata de un principio inherente al ser humano, que debe ser respetado por cualquier tipo de poder, ya sea civil o eclesiástico.
Conociendo la dimensión intelectual de León XIII y su visión amplia del ser humano, como no podía ser de otra manera, su pensamiento reposa en Santo Tomás de Aquino. Y esto resulta lógico, pues, como es sabido, el tomismo tiene la particularidad muy relevante de conciliar razón y fe, de modo tal que el intelecto, el raciocinio, la sensatez no son una vía estanca que quede reducida a un examen de la realidad tangible, sino un camino posible hacia el entendimiento de lo trascendente, al margen de la revelación.
Partiendo de esta premisa, resulta obvio que el papa se pronunciase sobre la cuestión de la dignidad humana en un momento el suyo en el que comenzaban a surgir las consecuencias de la explotación de la clase trabajadora, posicionándose siempre al lado del débil, y clamando por el respeto a su elemental dignidad como ser humano, es decir, por un respeto básico a la persona.
Fue, sin duda, una reacción necesaria, revolucionaria entonces, por cuanto suponía la intervención papal en la defensa de los desfavorecidos no solo desde la dimensión teológica, o a nivel meramente teórico; suponía adentrarse en el problema social, bajar al campo de batalla y luchar por un valor superior y configurador de la esencia del ser humano como es su propia dignidad individual, pese a las controversias que pudieran surgir con el poder civil y económico de entonces.
Por lo tanto, no es de extrañar que estemos en presencia de un pensador que va más allá de la norma positiva y de su obligatoriedad por el solo hecho formal de existir: si tal norma es una afrenta directa a los primeros principios y valores del ser humano, será meramente un instrumento imperativo y de mando por parte del poder, pero no una genuina ley, que, por esencia y conceptualmente, ha de buscar siempre el bien común, como Santo Tomás de Aquino con acierto la definió.
Esto es: León XIII también vinculó necesariamente el ámbito filosófico con el jurídico, para obtener un Derecho pleno y auténtico, no una mera apariencia de lo que pretende pasar por ello sin serlo. Es la unión de Derecho Natural y Derecho Positivo lo que lleva a la ley justa, y, por ende, a la norma que protege verdaderamente la dignidad personal, no solo a título nominativo encubriendo un respaldo a los residuales intereses de ciertos sectores de la sociedad en perjuicio de otros a su servicio.
La armonización entre razón y fe, en este papa se dejó ver, por lo tanto, en su concepto de legalidad y de Derecho, pues como aquellas son complementarias, norma escrita y norma ética (en la que viven los principios esenciales de la humanidad) participan de este mismo nexo. La desunión de ambas partes del todo lleva a una situación de opresión social, es decir, a la injusticia.
Una mentalidad racional y razonable como esta hizo del papa León XIII un pontífice diplomático, asentado en el diálogo y la negociación pacífica para propiciar los cambios precisos en defensa de la dignidad de todos, y mucho más allá de una perspectiva únicamente religiosa. La encíclica Rerum Novarum es una patente manifestación de ello.
León XIII fue un adelantado a su tiempo, como también en su día el propio Santo Tomás de Aquino, y el eco de ambos resuena hoy y lo hará siempre, tal y como San Alberto Magno dijo del santo filósofo cuando le enseñaba.
Podemos así entender que el nombre de León XIV, con el que nuestro actual Santo Padre dirigirá la Iglesia Católica, tiene una connotación maravillosa, asumida por alguien inteligente, que conoce el Derecho y la Filosofía, y que no es otra que la protección de la dignidad de todos y la lucha por el desfavorecido, haciendo valer los derechos más importantes que nos configuran como aquello que llamamos humanidad, “sin que el mal prevalezca”.
Y, tal vez como mera curiosidad…resulta ser que León era el nombre de un fraile que fue un querido amigo y compañero de San Francisco de Asís.
“Hay en el espíritu humano muchas fuerzas que permanecen latentes hasta que la ocasión las despierta y aviva.“
“El arte de gobernar no es más que la razón y la moral aplicadas al gobierno de las naciones. “
“¡Ay de los pueblos gobernados por un poder que ha de pensar en la conservación propia! “
“No hay filosofía que excuse la falta de sentido común, y llegará a ser mal sabio quien comience por ser insensato. “
“Las ideas morales están en nuestro espíritu: en la voluntad que las ama, en el corazón que las siente.”
Diego García Paz
Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid.
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Filósofo y escritor.