Hace un año falleció Milan Kundera, una de las dos grandes K de Checoslovaquia, uno de los escritores que mayor repercusión ha tenido en el mundo. Las novelas de Kundera son un testimonio constante de las manifestaciones de la condición humana en aquellas sociedades de la Europa Central que se vieron sometidas por mucho tiempo a regímenes totalitarios.
En toda su obra encontramos la lucha incesante del hombre en busca de la libertad, la desesperación de los ciudadanos en ese mundo donde se imponían las condiciones del sistema como forma obligada de vida.
La risa, los pesares, el amor, la ternura, el dolor, todo tiene cabida en los personajes de Kundera, para ingresar desde cada una de esas manifestaciones humanas a un espectro diferente del que conocemos en el mundo occidental. Sólo él pudo expresar los inmisericordes sucesos vividos en aquellas sociedades, sólo él pudo pincelar el odio y cuestionar las iniquidades como testimonio irónico de la existencia, porque él vivió en carne propia los vejámenes del absolutismo ideológico que padeció Checoslovaquia.
Su novela “La Broma”, una sátira del comunismo estalinista, fue publicada en 1967, momento en que se produjo la invasión rusa a Checoslovaquia, lo que le llevó a romper con el sistema y el Partido Comunista. Fue despedido de su empleo, sacado de los manuales de literatura, exiliado en Paris, retirada su nacionalidad checa y estigmatizado en una sociedad en que se implementaba un cruento sistema político.
Esta desgracia fue convertida en una novela “La Broma” domde uno de sus personajes: Ludvik, se le ocurre un día escribir en una tarjeta "el optimismo es el opio de los pueblos. Viva Trotsky". Como si fuera un presagio de lo que más tarde le ocurriría.
Kundera relata en la novela las consecuencias funestas sufridas por Ludvik, quien padece las mismas penalidades que más tarde impondrían al autor. No valió que Ludvik les reiterara "pero camaradas, sólo era una broma".
En el mundo que Kundera observó prima la desesperanza, el absurdo, la alienación y las angustias derivadas de los imposibles que se presentaban en el totalitarismo. La aceleración como sinónimo de lo cotidiano, la inversión de valores y el hundimiento que según él transcurre tanto en lo físico como en lo moral, que lleva en veloces pasos al hombre hacia su decadencia. Toda su obra denota la amargura que sufrió este hombre durante su existencia, en la que la negatividad adquirió todo el protagonismo como elemento de subsistencia.
En 1984, Kundera publicó La insoportable levedad del ser, su obra maestra, que parte de la idea del “eterno retorno” acuñada por Friedrich Nietzsche, adentrándose a través de sus personajes en la complejidad de sus deseos y contradicciones, y en la búsqueda de aquello que da sentido a sus vidas.
Carlos Fuentes haciendo contraste entre las obras de las K checoslovacas, expresaba: “Los personajes de Kundera no necesitan amanecer convertidos en insectos, porque la historia de la Europa Central se encargó de demostrarles que un hombre no necesita ser un insecto para ser tratado como un insecto. Peor: los personajes de Milan Kundera viven en un mundo donde todos los presupuestos de la metamorfosis de Franz Kafka se mantienen incólumes, con una sola excepción: Gregorio Samsa, la cucaracha, ya no cree que sabe, ahora sabe que cree".
Pero Kundera como pábulo presienta el amor y la risa como antídotos de ese mundo descarnado e inhumano. Milán exclamaba que "si la libertad y la felicidad completa son imposibles por una cuestión de predestinación y linealidad de la vida, de nada vale la angustia y el dolor ante algo inmodificable. Lo mejor es todo caso es mantener viva la capacidad de amar y la de reír, pues estas dos manifestaciones son los más altos exponentes del humanismo en el hombre. Ante un mundo que ha perdido la cordura la única solución viable es reír, aún cuando esa risa nazca de una situación absurda o trágica".
La obra de Milan Kundera supera todas las expectativas, trasciende más allá de las simples fronteras de los tiempos, para convertirse en un testimonio donde se entremezclan filosofía, política e historia.
Aunque toda la obra de Kundera está acentuada por la negatividad, en el trasfondo dejaba entrever una posibilidad de que esas concepciones cambiarían para erigir un mundo mejor. Particularmente creo que no hay utopías que no se puedan derrumbar con la voluntad férrea del hombre, quien es bueno por naturaleza y son las circunstancias, las que muchas veces, provocan su actuación de manera contradictoria.