LA MIRADA DE ULISAS, siempre a la pesca de informaciones que puedan interesar a sus queridos lectores, se topó con el genio y la figura de una persona que está dando mucho de qué hablar. Se trata de Sarah Knafo, una delegada al Parlamento Europeo, una eurodiputada por Francia y por el partido político que la representa: “Reconquête”. Es una mujer con un recorrido brillante, siendo tan joven, a sus 32 años, ha logrado diplomas de alta formación y excelente nivel académico: una licenciatura en Economía de la prestigiosa Sorbona, máster en Asuntos Públicos título otorgado por Sciences Po, la afamada escuela de estudios superiores y por si fuera poco; graduada de la Escuela Nacional de Administración ENA, de difícil acceso y aún más de obtener un diploma final. Pocos lo logran debido a su dificultad y los requerimientos. La mirada de Ulisas sabe que a esta joven y atrevida muchacha se le reconoce por su brillantez y su forma pausada y segura de afrontar lo que piensa y defiende. Salió de las escuelas más renombradas de Francia con asombrosos resultados y alcanzó posiciones de gran responsabilidad. Fue magistrada de la Corte Suprema. Pero, lo que más sobresale de este personaje es su postura clara y directa ante el fenómeno de la inmigración que, según ella, está destruyendo de manera lenta pero segura a Europa. Se está suplantando una civilización que no tiene puntos en común con la democracia y menos con los principios defendidos y alcanzados de igualdad, libertad y fraternidad, conceptos que se han venido manejando para defender un sistema que le aporta luz a la humanidad. A cambio, el número creciente de una inmigración con otros valores está conduciendo a los franceses a épocas de la oscuridad con aspiraciones de reestablecer gobiernos o sistemas que registran el totalitarismo como forma de regencia, donde se imponen creencias de tiempos arcaicos cuando a la mujer se le obligaba a llevar un velo y a cubrirse el cabello, (hoy costumbre exigida en varios países musulmanes) donde a las mujeres se les prohíbe hacerse a su propia voz, al homosexual se le condena a la muerte y al disidente a la tortura y al silencio perenne. Unas sociedades que hablan más del Medievo que de la época actual. Con sus sangrientas conquistas y sus adelantos tanto en lo social como en lo político y lo económico impusieron otro estilo de gobernar, donde se claman los principios básicos de justicia, tolerancia y respeto para la otredad. Querer regresar a Europa a un mundo tan diverso del que tiene y ha luchado por sus logros se verifica como un despropósito que se viene gestando con éxito. Sarah Knafo lo denuncia y lo combate con sus ideas que muestran de forma diáfana que las políticas hasta ahora empleadas para dejar fluir una inmigración, que se quiere desbordada, pueden ser la perdición de un continente concebido bajo otro talante. Su posición toma la bandera de un control, como en los tiempos de la China programada para detener la natalidad, ella propone un freno para la inmigración que invade a Francia, debido a las facilidades humanitarias y sociales que entrega con una compuerta abierta que desangra al país. Ve con su mirada avisada hasta qué punto los franceses son víctimas de una política equivocada, donde gran parte de los impuestos se dirigen hacia causas que no redundan en el bienestar para su población, que en las circunstancias vigentes padece de tantos males debido a grandes déficits en la administración pública con despilfarros poco saludables para le economía de la nación. Crítica el wolkismo que tanto daño ha sembrado en la modernidad y sobre todo, en el franco descenso del nivel académico en los estudios, siendo el país de la Dama de Hierro un defensor absoluto de los valores de una buena educación y formación letrada para su población. Lamentablemente, se ha visto mermada por las exigencias de nivelar por lo bajo a los estudiantes, sin la pretensión de otros tiempos no tan remotos de buscar la excelencia. También tiene reparo en el feminismo llevado al extremo que combate al hombre. Ella defiende la igualdad de los derechos sin la necesidad de rebajar al sexo opuesto. Siendo una persona tan culta, amante de la buena lectura respalda a ultranza los valores que se han extraviado en una patria que ama y que ve cada día caer en manos ajenas a la de los franceses, que observan su destacada tradición y su gloria mundial diluirse debido a las presiones ejercidas. Restablecer la grandeza del país que la vio nacer es su vital empeño y defender la democracia resulta su postura más visible. Para tal finalidad, no se pone guantes para denunciar anomalías y malversaciones en los presupuestos, que tratan de halagar países lejanos sin atender las primeras necesidades de sus compatriotas.
Y algo que le pareció fascinante a la Mirada de Ulisas es la anécdota que contó en una entrevista sobre una experiencia que tuvo con Milán Kundera. En su tardía adolescencia estaba en un café parisino con un amigo que conocía su pasión por el escritor checo, uno de sus autores predilectos que denunciaba la levedad del ser, cuando vieron pasar una sombra y ambos reconocieron la figura del inmenso autor. El amigo la incitó a que fuera a hablarle, ella se sintió intimidada y dijo: “pero, ¿qué puedo decirle a un hombre de su talla? Finalmente, el compañero la convenció: "acércate y ve a solicitarle un autógrafo en el libro que estás leyendo". Un ejemplar puesto sobre la mesa, que identificaba a Kundera como el autor. Llevada por un impulso, que ella misma consideró extraño, le hizo caso y se encaminó hacia el edificio donde Eva, la mujer de Kundera y su esposo se dirigían. Cuando la mujer de Milán vio que la joven estaba detrás de la puerta que acababa de abrir, le preguntó: "jovencita, ¿precisa entrar?". A lo que Sarah respondió con cierta timidez: “no, señora, sólo vine a pedirle el favor que me dé un autógrafo”. La mujer le contestó: “perdón, pero no es el momento. Está fatigado”. Seguramente al ver la cara de decepción le preguntó: “cómo te llamas”. La adolescente respondió: "Sarah… me llamo Sarah". Y la interlocutora de inmediato añadió: “Sarah con h al final”. “Sí”, dijo. Como el ama de llaves de una clave mágica, la invitó a pasar al apartamento donde le indicó a Milán que la muchacha se llamaba Sarah con h al final. Con el brillo en los ojos, le dijo: “es la hermana que he estado esperando”. Sarah reconoció esa frase en uno de los libros y le sonrió. “No recuerdo en cuál escribí esa frase”, le contestó al reconocerle que su memoria ya no era tan fresca. Sarah le precisó en cuál de sus libros, al suministrarle el título adecuado y obtuvo lo buscado: la firma y las palabras de Kundera en el ejemplar que sigue guardando preciosamente.
Ya desde sus pocos años se le veía que, a pesar de la vergüenza propia de cierta edad, ella podía vencerla y se atrevería a exhortar lo anhelado. Dueña de sus convicciones desea que su país no caiga en el caos ni a la deriva. Con sus encantos personales, que no son pocos, tal vez pueda convencer sobre una realidad que atañe a toda Europa. Un despertar de conciencia impone su expresión, que tal vez se ve reflejada en la voz y en la misión de Sarah Knafo.